s que entraban y salían, aquel lugar tenía bastante popularidad. Por la puerta entrea
itantes, dejé mi toalla en una de las muchas perchas junto a la
al parecer, allí estaban los machos más poderosos, de los
una luz suave, apenas perceptible, y periódicamente se liberaban nubes de vapor caliente. Entonces la sauna quedaba co
aba, por un instante, y el
guantaré. Simplemente encontraré a alg
visitantes se sucedían sin parar, pero mis expectativas no se cumplieron y nadie hacía nada. Fu
de sexo, pero en realidad había chicas que, como yo, rondaban esperando clientes. No es que no hubiera hombres; los
o a mí y desaparecían en la oscuridad saturada de vapor.
Probablemente allí se llevaba a cabo el principal desenfreno. El calor s
r la compostura, vi a un joven y a una de nuestras trabajadoras. El chico estaba musculoso y era atractivo. Él estaba sentado al bo
ea cada vez más"- pensé
comprobar qué pasaba en la segunda sala, completamen
or caliente y los cuerpos desnudos. Tras acostumbrarme un poco a la o
car a nadie y continuar mi inmersión en la penumbra. Avanzando casi a tientas, notaba el roce d
algo en aquella oscuridad. Solo había un banco en
etas oscuras, pero nada más. Las trabajadoras
o. Una de esas "trabajadoras errantes" era Augustina. La reconocí por su peculiar olor a perfume,
me agarró con brusquedad entre la
regarlo con rudeza. Lo hacía con tanta fuerza que
mi rostro quedara a la altura de su entrepierna, y q
móviles. Luego, entre una expulsión y otra de vapor, él pareció advertir que junto a él había una chic
vo, pero para ayudarle a explora
mento en mi muslo y luego
- "Se interesan por mí. ¡
emecimiento de excitación me invadió. Mi bajo vientre se tensó y mi agujeri
, tocó mi clítoris. Mi clítoris vibró
uego, con movimientos seguros, tomó mi clítoris y lo acarició. Me resultó muy placentero,
cubrieron su glande y comencé a tocarlo. En segundos, tuve éxito: mi p
hondo varias veces y, decidida, me c
e ofreció total acceso. Arrodillada, apoyé los codos en sus muslos, m
io y lo deslicé hacia abajo. Su glande se e
í su forma perfecta. Su pene estaba limpio y sin olor alguno. Al pasar la
o. Ni hacía falta: los dos disfrutábamos
no podía evitarse; se aproximaba inexorablemente. Del conducto del glande brotaba abundantemente un semen de sabor ligeramente salado. Al mezclarse con mi sa
por un instante. Cuando mi boca volvió a deslizarse una vez más por el tronco hacia abajo, él se sacudió repentinamente y mi