rd
a que te hacía sentir como si te estuviera lanza
ras la miraba de arriba abajo, más por costumbre que por verdader
ar su estilo. Porque, en menos d
nnecesaria, como si fuera a arrancarme del sofá por compl
garre y me quedé parada ahí, cruzando los brazos, aunque me sent
las manos en mis caderas-. Como si fuera por ese
o creyó ni p
mirada me recorrió de arriba abajo, como si fuera un proyecto de renovación en ruinas-. ¡Mí
instinto y me olí. ¡Oh, no
ije, tratando de sonar firme, aunque mi voz salió de lo más c
no iba a
r en el sofá con un desplante que habría sido divertido e
do, mi cerebro trataba de procesar esa p
leañ
siquiera sabía
la cabeza contra el respaldo del sofá.
reconozco, Cordelia. El imbécil de Ju
l estómago. Literalmente. Tuve que tr
en mi mente. Esa cara que alguna vez me hacía son
como si las palabras fueran veneno que necesitaba sacar
estiércol la garganta. No era solo la traición de Juan. Era Diego, mi hermano ge
a, en mi habitación, cogiendo como per
antes de metérselo a mi hermano por el trasero, me llenaba de a
a ni se
una vida... -respondió con una tranquilida
o se hi
? -bufé, llevándome
levantando un dedo acusador-. Te dije que J
. Opté por lo último y se lo lancé directo a la cara. Ella lo esquivó
o era. Pa
-dijo de pronto, con su tono casual-. Que ya
un escalofrío reco
e punta. Aunque, claro, después de años de hablar con ellos,
a mi alrededor-. Y encima de todo, tu casa es un desastre. Si algún día decid
seca, a medio camino entre la
me caer de nuevo en el sofá. Ella sonri
del suelo con dos dedos y lo
que ir a trabajar -dijo con un tono autorita
me hubiera habla
medio de una crisis existencial, Fernanda.
odó lo
que los muertos no van a embalsamarse solos. Ahor
os irnos ya -intenté, pero hasta
que decía: "ni lo intentes". Dio un
a vez no voy a tolerarlo. No voy a dejar que arrastres tu olor a pe
testé, aunque el rubor e
ndome hacia la puerta del baño-. Anda, métete a la ducha. No voy a mover
ara mirarla por
es la peor amig
dulzura que sabía perfec
stosa que he tenido.
baño, cerrando la puerta con un go
*
aunque no estaba dispuesta a admitirlo. Fernanda me esperaba junto
satisfecha-. Ahora
-repliqué, empujándola suavemente
, casi me caerías bien -respondió ella,
erezosamente bajo las luces de neón, como si formara parte del bullicio eterno. La
rpadeando sin cesar. La cacofonía incesante de voces, pasos y música se fusi
ría ya debe estar esperand
repliqué mientras revisaba que mi bata estuviera doblada en el bolso-. Un dí
da con una sonrisa traviesa-. Por algo est
hizo un gesto de "¿qué?" y siguió caminand
púrate -dije, adelantá
erar un ratito más -respondió, con una risa lige