e cambió fue el silencio de mi madre. No me preguntó si había desayunado. No me tocó la frent
dre entró a mi hab
oz seca-. Ponte algo
dó
ntas. Solo haz
do la cabeza. Me puse un vestido azul que apenas me quedaba. Cepillé
el sonido del motor y el olor fuerte a cigarrillo. M
ra impecable, blanco, ordenado... y frío. Tan frío como el corazón de quien n
guntó, sin mira
ondió mi padre. Su
de lo que e
i parte, señor Maquensi. L
hacia mí y me obse
e explicara las reglas de un juego-. A partir de hoy, vives aquí. Serás la
a. No quer
.? -mi voz
lon. Ya está decidi
intiera todo. Que gritara que era una broma. Pero b
gel -dijo, cas
e f
sin
e él como una sentencia. Su
do como si fuera ganado. Me sentí de nuevo en la baldosa fría de cas