dad en su moto. Cada vez que montaba aquel vehículo, sentí
ad de la noche, la vio: u
ecía bajo la tenue luz, y llevaba una bata casi transparente que le llegaba hasta las
cían ebrios. Sin pensarlo demasiado, Alexander frenó la moto de forma brusca, i
ndo aquí? -preg
ieron un paso hacia adelante. Instintivamente, la
hablando con la chiclo pareció -replicó A
. No sabes nada -le reclamó
No entiendes nada
que llevaba en la cintura, disparó un tiro al
conmigo.
oz lograron que los hombres sal
aba muy pálida, al borde del colapso. Instintivamente,
a, buscando señales de drogas, alcohol o algu
asi en un hilo de voz, si
rastaban contra su piel de porcelana. Bajó la mirada a su coronilla; al apartar
daron en
o la voz, mientras su cuerpo reaccionaba al tenerla ta
-murmuró ella, bajando
. Pensó que tal vez estab
do la cabeza en dirección a donde habían huid
ayéndolo hacia ella-. Desperté en un callejón. Me dolía mucho la cabeza. Traté de pedir ay
s así: amnesia por trauma. Pero e
evidente que alguien había querido ma
o a una estación de policía? -preguntó,
alguien que la quería muerta y ella no reco
llame a algu
ordar su nombre, mucho
as cuales bajaron algunos de sus hombres. Al ver su nerviosismo, Alexa
incómoda en sus brazos, intentand
taciones. Le doy al cliente justo lo que pide, y ahora estamos en plena ent
igmática, guardián de su vida pocos minutos antes, resultaba ser
uró, intentando apartarse; su cu
con gravedad protectora, la
co un lugar donde sanarán esa her
un barrio solitario de madrugada. La imagen de los hombres ebrios cern
ceptó al fin,
e cuero, pesada y tibia, y le ajustó el ca
zos -indicó mie
ada curva. La cercanía de Alexander, su olor a cuero y gasolina de
l murmullo de máquinas médicas, Isabella sintió que el mundo giraba. Alexander sost
queñas punzadas de dolor, pero también la reconfor
la pared para evitar miradas indiscretas. Isabella, aún en pijama, notó el j
ibró. Con discreción, abrió la solapa de su saco y sacó el móv
ó: ¿Lancaster? Algo resonaba en su mem
hombres descargan en quince minutos. Solo hubo un con
léfono, frotando distraídamente
abandono a quien lo necesita,
ía a la normalidad. Al posar la mano en
te de su silencio,
mientras cobro el pago. Después resolvemos tu id
El no dejó de mirarla con ojos q
uta: él rozaba los 1,90 m, ella no llegaba al metro sesenta. Con la excusa de revisar la her
ccionará el auto. Quédate aquí
a una mansión de tres pisos, imponente y silenciosa, Alexander
rrar los ojos. Algo en aquella ca
de la camioneta y dio unos pa
eguntó una criada, severa-. ¿Sabe cómo la hemos b
nombre, pero no entendía por qué aquellos muros le
o escaleras adentro. La puerta de
tió Isabella, cont
o se casa hoy. Un escándalo tras la muerte
a regañadientes y la peinaron y ma
la puerta hizo qu
ristocrático: cabello oscu
rugió, la voz cargada de reproche-. ¿Mis ór
aba de abrir los ojos -inform
él, conteniendo
ando a Hunter y a Isabella
azos la envolvieron
ncia. Pero con mi próximo matrimonio con Vivian, mi mente estaba dispersa
la garganta
bien
bajó la frente hacia ella, embelesa
e? -exclamó, la sorpresa y el horror en
Ese matrimonio es solo un negocio. Vivian tie
u aliento roz
el vino, eliminaremos a los gu
la pal
r, con voz baja y peligrosa-. Y ese hombre ja
las? -balbuceó
placable-. Yo fui tu primer amante
ezó a abrir su bata para consum
rcer golpe reso
la señorita V
contuvo e