img El amor no es para mi  /  Capítulo 4 Otra decepción | 80.00%
Instalar App
Historia

Capítulo 4 Otra decepción

Palabras:1566    |    Actualizado en: 28/04/2025

3 – Otra

mis padres ahora marcadas en mi cara, un mapa de mi desesperación. Me senté en la cama, el camisón de seda pegándose a la piel, y miré por la ventana. El cielo era una masa gris, igual que el peso que sentía en el pecho. Sabía q

iaba a diario. Ella ya estaba allí, sentada en su sitio de siempre, tomando su café negro en una taza tan fina que parecía a punto de romperse. Llevaba un vestido de diseñador, azul pálido, con un co

omo si preguntara por el tiempo, aunque sus ojos mos

la respuesta como si fuera veneno, sabiendo que no había forma de suavizar la ver

ignado. -Eres demasiado exigente, Emily -dijo, con un tono condescendiente que me hizo apretar lo

ra una acción en bolsa, un activo que debían negociar para sacar el máximo provecho. Mi vida no era más que una extensión de sus ambiciones,

taba alzar la voz para imponerse; su mera existencia era una orden. Se detuvo junto a la mesa, ajustándose los gemelos de su traje, y me mi

hacia mi plato, donde un croissant intacto parecía burlarse de mi falta de apetito. Mi padre salió tan rápido como había

artups y mercados. Mi madre, siempre pensando en todo, me hizo ponerme un vestido más sencillo esta vez: uno de lino beige, con mangas cortas y un cinturón que marcab

an frío como Edward? La idea de otra cita, de otro hombre que me miraría como un medio para un fin, me agotaba antes de empezar.

cabeza baja, metido en su móvil. Michael Abbott era todo lo contrario a Thomas. Delgado, con gafas grandes que se le resbalaban por la nariz, tenía un aire nervioso que no podía disim

rente a él y ofreciéndole una sonr

a arriba con un dedo tembloroso-. Emily, ¿verda

entre nosotros. Durante toda la cita, Michael apenas levantó la vista de su móvil. Cada vez que sonaba una notificación, sus ojos brillaban con una emoción que nunca mostró al hablar conmigo. Hablaba rápi

con una pared. Michael respondía con monosílabos o volvía a mirar su teléfono, revisando correos o mensajes con una urgencia que me hacía sentir invisible. No

lo hicieran, pero mi madre, siempre preocupada por las apariencias, insistió en una segunda cita. -Dale un

el estaba más nervioso que antes, sus manos temblaban mientras sostenía su taza de té. Hablamos poco, o más bien, él habló poco, so

su móvil y, con una seriedad que no le hab

l té se enfrió en mis manos mientras intentaba entender sus

ta. -No quiero estar solo -confesó, mirando a su taza como s

n básica como compañía para un hombre que apenas podía mirarme a los ojos? Me obligué a sonreír débilmente, mi mente dando vueltas mient

onio fuera una notificación más que podía olvidar rápido. Yo me quedé allí, atrapada, sintiendo cómo mi vida se desmor

l vestíbulo, sus ojos examinándome en busca de s

, mi voz plana, sin

inable. Pero yo no podía seguir así. ¿Era esto todo lo que me esperaba? ¿Un desfile interminable de caras, d

isteza o resignación lo que sentía. Era rabia, una rabia escondida, silenciosa, que comenzaba a envenenar todo dentro

a rabia sería la chispa que c

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY