esta parecieron desvanecerse en un segundo, dejando solo el eco de sus propios pasos contra el suelo de mármol. Las miradas furtivas de los presentes l
ientras lo seguía con pasos apresurados. Sentía la tensión en su agarre,
cinto. Afuera, la brisa nocturna golpeó el rostro de Lilia cuando Nikolai la llevó hasta un coche negro
enó él con
desafiarlo en ese momento o esperar un instante más oportuno. Con un bufido de frustración, se desli
echo y miró por la ventana, tratando de ignorar la presencia opresiva de Nikolai a su lado. Sin embarg
-preguntó finalmente, su voz
tri Voronin, un hombre de negocios que parecía amigable y que, más importante aún, la trataba como una persona y n
ba hablando, nada más -re
las rodillas, sus dedos entrelazados con fuerza. Una ve
él otra vez -declaró en
risa amarga y ne
idir con quién
a a mirarlo. Sus ojos estaban oscurecidos por algo más que enojo; había una
lí es quien aparenta ser. Nadie en mi mundo lo es. No puedes c
mandíbula, un gesto involuntario, como si intentara suavizar la brusquedad de su agarre. Entonces, como si se diera c
ió con cautela. Apenas cruzaron la puerta principal, él se quitó la chaqueta y la lanzó sobre un sillón con una fr
io por un momento antes de
s así? -pregun
e la necesaria y giró hacia ella. Sus ojos azules e
soporto verte rodeada de hombres que no tienen derecho a mirarte. Porque cada vez que intento convencerme
groso en sus palabras, en la manera en que la miraba, como si estuviera de
kol
ente para que su aliento rozara su piel-. Dime, ¿te gusta desafiarme? ¿Te gusta pro
cercanía de Nikolai. Su aroma a madera y licor la envolvía, y la intensidad de su mi
el calor de su cuerpo irradiando hacia ella, la en
estoy cerca. Dime que no quieres esto tanto co
no pudo. Porque habría sido una mentira.
ndola hacia él. Lilia sintió su aliento contra su piel. Un instante
uvo. Cerró los ojos y, con un
denó con voz baja,
fundida y temblorosa. No supo
y se alejó, dejando a Nikolai en