arra
arrastrando mis pies rígidos me dirijo al baño para comenzar el día. Siempre he pensado que soy alérgica al sol. Paso todos los veranos enferma como estoy ahora
s; en invierno parecen ser de un color azul platinado, al igual que mi cabello oscurece. Los doctores dicen que es muy normal para una chica tan pálida como yo. Estoy muy cansada y agotada por no pode
eo a mi abuela Noema junto a mi tía Selenia preparando el desayuno y ese olor tan exquisito hace que mis tripas me griten con apuro. Hoy prepararon avena con pan, una delicia hecha por los mismos dioses. Mi abuela prepara la avena muy dulce y bien
afé. - Digo mientras pruebo la
para cocinar. - Responde mi abuela
en la cocina. Yo solo sé oler, probar y comer.
s nietos mientras este viva. ¿Qué le cocinarás a tu esposo cuando tenga hambre? ¿Qué le darás de
jos, y a los hijos de sus hijos. - Digo esto comiendo un pedazo de pan y sonriendo sarcásticamente. No creo casarme, no creo po
el planeta. - Mi abuela me tiró una mirada fulminante, puso sus ojos en b
loca con los maridos de nuevo. Bueno, no tan rápido porque mi bicicleta hoy no quiere funcionar como debería. Está en perfectas condiciones, pero hay días en que la rueda tr
cicleta en una esquina y poder continuar mi camino a pie hasta la universidad. Por eso llegué tarde a la clase de la mañana, a la clase de histori
jóvenes solo vienen a socializar y divertirse, excepto yo, que no tengo amigos ni conocidos aquí. Siento que soy esa hormiga ra
o memoria, sigue siendo anciano. Las clases empezaron hace poco y aún no me he acostumbrado a esta universidad. El patio de la universidad es enorme, tiene muchos árboles y mesas de madera donde se puede dis
inal del pasillo principal, muy lejos de la entrada. Tardo mucho en llegar al salón, lo que me permite disfrutar de la hermosa vista de los edificios principales. Pasé el patio caminando lentamente para disfrutar de la vista, pero ya al fina
dos libretas en esta bolsa pesan tanto como rocas a esta hora del día. Pasé por la panadería donde había dejado mi bicicleta, con la cual estuve
a la cocina a preparar los platos y la mesa para su merienda de la tarde. Escuché un estruendo proveniente del baño y cuando fui a ver qué sucedía, encontré a Don José tirado en el suelo de la bañera con una herida en la cabeza que sangraba. Me dispuse a levantarl