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Sinopsis En el barrio de Polanco existen dos familias vecinas que siempre viven de pelea y comparación, perfectos vecinos rivales. Lucía es una joven soñadora que siempre soñó con conocer el amor, lo que ella no sabía era que se enamoraría del chico en el que las familias de ambos vivían siempre peleando. Lucía se enamoró de Gael, su hermoso vecino de al lado, un tipo que siempre la trataba mal, pero la miraba con malicia. Lucía sabe que debe olvidar a Gael, pero la cosa se vuelve imposible cuando él está viviendo tan cerca de él.
En la ciudad de México, justo en el sur de Polanco, había un tranquilo barrio con una encantadora vecindad donde todos eran amigos unos de otros y se cuidaban entre sí, si una familia se enfermaba, los vecinos ayudaban, si alguna familia se ponía hambrienta, los vecinos daban de comer y así aquel barrio fue viviendo feliz y conciliado por mucho tiempo, hasta el día en que los Alonso resolvieron mudarse para aquel barrio justo al lado de la casa de los Barreros, apenas teniendo una cerca blanca corta de madera separando una casa de la otra.
Tener nuevos vecinos no era ningún problema para los Barreros, después de todo, ellos eran racionales y no salían por ahí asustando solo por causa de nuevos vecinos, el problema era que los Alonso, los nuevos vecinos, llevaban una vida bastante parecida a la de ellos, casi idénticas, en verdad, y los Barreros no estaban satisfechos con perder la exclusividad en el barrio.
Podías encontrar todo tipo de profesión en aquel barrio en el extremo sur de Polanco, desde el albañil al barbero, carpintero al cocinero, desde el herrero al conserje, pero ninguna de aquellas cultas familias tenían el mismo trabajo, la misma marca de coche e incluso papel tapiz en la cocina (la señora Francisca descubrió esto tan pronto como fue a hacer una visita de bienvenida a los vecinos de al lado cuando se mudaron allí). Hasta ese punto aquello ya era demasiado, las familias comenzaron a desentenderse poco a poco, aunque mostrando sonrisas falsas, no queriendo demostrar que se odiaban bien en el fondo.
- ¡Francisca! ¡Ven a ver algo aquí! - Lucía oyó a su padre gritando llamando a su madre aún en la calle, la niña dejó de escribir palabras románticas y soñadoras con cierto vecino en su diario y salió de su habitación por curiosidad, fue a parar en el balcón abrazando su almohada rosa en la cual era inseparable desde su nacimiento, se quedó mirando con un pico en los labios a su madre bajando los cuatro escalones de la puerta de frente limpiando sus manos en el delantal atado a su cintura, yendo las prisas a la persecución de su marido que estaba parado junto a su coche de policía mirando el otro coche de policía justo delante de usted con una cara nada amistosa.
- ¿Qué pasa ahora, marido mío? - La madre de Lucía quiso saber, ella ya sabía que iba a involucrar a los Alonso allí, últimamente aquella familia estaba quitando la paz a los Barreros. El hombre sopló en forma de risa burlona señalando el coche de los vecinos que estaba en su parte de estacionamiento.
- Dime si esto no es una provocación?! - habló con el dedo apuntando al coche blanco de los vecinos, el mismo color que su coche.
- Oh, cielos! - la madre de Lucía exclamó con los ojos abiertos con cierto horror. - ¿Cómo pudieron?
- Esa gente es sin civismo, sin cultura. ¡Salvajes! ¡No consiguen respetar ni el espacio personal de los otros! - El alto hombre, jefe del agregado de la familia Barreros, gritaba en pleno pulmón. Lucía pudo incluso ver algunos transeúntes en la calle tranquila, reparando la escena con un signo de interrogación. ¿Por qué diablos gritaba el señor panzón en una hermosa tarde primaveral? Ellos podrían estar cuestionando, parando un poco de prestar atención en sus propias vidas, sus atenciones interrumpidas por un instante por la pequeña contienda allí delante de las dos casas vecinas."Va a comenzar."Pensó Lucía viendo al señor Alonso saliendo de su casa yendo en dirección al padre de Lucía.
- ¿Qué es ese alboroto afuera de mi casa? - El Sr. Alonso exigió saberlo.
- ¿Estás perdiendo la vista, vecino? ¿No ves que estoy en la puerta de mi casa? - El padre de Lucía hasta abrió los brazos y los giró con cierta petulancia para mostrar el espacio donde él estaba de pie, él realmente estaba al lado de su casa. - ¡Entonces ya estoy en mi espacio, puedo gritar cuanto quiera! - Terminó la frase gritando en pleno pulmón.
- ¡Incluso si estás en tu espacio, eso no te da derecho a molestar a tus vecinos con todos esos gritos! - ¿Sr. Alonso no se rindió, Lucía notó que su esposa y su hijo también iban a unirse a su padre. Lucía demoró su mirada en el chico, ella lo encontraba bello y atractivo, Lucía tenía un gusto por él desde el primer día que lo había visto, cuando los vecinos nuevos se mudaron hace unos meses. De repente, como que sintiendo que estaba siendo mirado, Jael miró a Lucía, en aquel momento ellos estaban mirándose bien a los ojos... Y él sonrió de canto y guiñó el ojo hacia ella... Ruborizada, Lucía desvió los ojos y abrazó más a su almohada, aquel chico siempre hacía aquello con ella, siempre la provocaba... - Recompóngase o me veré obligado a llamar a la policía. - El Sr. Alonso alertó al padre de Lucía que irrumpió en una risa burlona.
- ¿La policía? ¡Hahahahaha! ¡Llámeme! ¡Entonces yo hago una queja directa sobre el abuso que usted está cometiendo hacia mí! ¿O crees que estacionar esa chatarra tuya en mi lado del estacionamiento no es lo suficientemente abusivo?
- ¿El auto de quien el señor está llamando de lata vieja? ¡Acabo de comprar ese auto! ¡El suyo, el motor está tan viejo que ya no se soporta más!
- A diferencia de la suya, mi coche es muy resistente! Tan resistente que usted fue allí y compró el mismo coche que el mío!
- ¿Está insinuando que mi marido es un imitador, Sr. Barrero? - La madre de Gael preguntó dando un paso adelante, metiéndose así en la confusión.
- Él no está insinuando nada, su marido es sí un gran imitador! - La madre de Lucía respondió defendiendo al marido.
- ¿Cómo puede? - La madre de Gael parecía horrorizada con todas aquellas calumnias contra su marido.
¡- Ustedes imitan todo de nosotros! Sus camaleones! - Señor Barrero, no paró con las ofensas.
- ¿Qué tiene que ver camaleón con esto? - Alonso parecía no saber cómo encuadrar al reptil en la conversación.
- ¿Acabas de llamar camaleón a mi mujer? - El padre de Lucía ya estaba hirviendo de rabia.
Entonces los adultos allí estaban peleando y tirándose astillas, Lucía había corrido hacia ellos para ver si agarraba a los padres, ella estaba tan preocupada, No quería que sus padres se pelearan.
- Por favor, mamá y papá. Déjalos, vamos adentro. - Ella lo intentaba, pero sus padres apenas le escuchaban, estando muy involucrados en la disputa con los vecinos de la casa de al lado.
- Es tu culpa, niña tonta. - Ella sintió a Gael susurrando esas palabras justo al pie de su oído, él estaba detrás de ella, su cuerpo a centímetros del de ella, su pectoral casi rozando su espalda. Se alejó del chico, se había ensanchado, pero no iba a demostrarlo.
- ¿Culpa mía? ¡Tus padres se burlan de mis padres! - ¿Por qué ese chico la culpaba? Ella estaba tan nerviosa, no estaba consiguiendo conciliar sus ideas. Entonces lo empujó y lo vio caer de culo en el pequeño jardín delante de la casa de los Alonso, chasqueó la lengua y jaló a los padres hacia adentro de la casa alejándolos de la confusión, en cuanto entraron, ella preparó agua con azúcar para ellos que aún exponían de rabia.
¡- Esos grandes idiotas! Que piensan que son? - tu padre decía conformado.
- Ellos no tienen noción de las cosas, solo puede! - Esa era su madre.
- Voy a mi habitación. - Declaró después de darles los vasos de agua con azúcar.
Lucía no podía creerlo, se había metido en la pelea de los padres con la familia del chico que le gustaba. ¡Ella había peleado con el chico que le gustaba, ella lo había empujado y hecho caer al suelo! Estoy segura de que la odiaría ahora, si es que ya no la odia...
- Ah no... - Murmuró disgustada arrojándose en su cama abrazando su almohada, ella había estropeado todo, ella siempre estropeaba todo... Se levantó después de un tiempo y fue a sentarse en su sillón al pie de la ventana, de allí ella siempre tenía el hábito de mirar la casa de los vecinos, en la ventana de Gael para ver si él estaba allí, Gael siempre dejaba la ventana abierta, había veces que él veía a Lucía mirándolo desde la ventana, pero parecía no molestarse, muy al contrario hasta, él parecía gustar, daba una son risita. Le sonreía a Lucía y volvía a hacer lo que hacía. Pero hoy aquella ventana estaba cerrada, no permitiendo que Lucía viera su interior, de seguro que Lucía lo había estropeado todo aquel día. Todo por culpa de tus padres.
Lucía apenas durmió aquella noche, los pensamientos de Gael cayendo de culo en la hierba y diciéndole que era todo culpa suya, seguramente no la estaban dejando dormir, la niña se levantó y arrastró hasta el baño para arreglarse para el colegio, Después de todo, no era porque ella estaba cabizbajo que las clases iban a terminar. Después de un baño, se puso su uniforme escolar y dividió su cabello oscuro en dos pegándolos en dos chiquillas, como siempre hacía, agarró su bolsa y fue a tomar su café habitual. Hoy ella apenas saludó a sus padres, los estaba culpando por haber actuado de esa manera con el chico que le gustaba la tarde anterior.
- Cuando vuelvas de la escuela vendrás directo a casa ¿Lo has visto, hija? Si no esos vecinos locos que tenemos pueden intentar hacerte daño. - La madre la alertó llenando su vaso con jugo de naranja, Lucía bufó.
- Ay, mamá. No exageres, los vecinos no son criminales.
- Uh - El padre desdeñó mientras leía el periódico sentado a la mesa junto con ellas. - Ellos se mudaron hace poco tiempo para acá, la gente no sabe nada sobre ellos. ¡Pueden ser criminales! - Habló con convicción. Lucía suspiró y se levantó de la silla cogiendo su bolso, ya se estaba llenando de eso.
- Voy a ir a la escuela secundaria, llego tarde! - se fue corriendo de la casa, su madre la siguió.
- Lucí, mi flor. ¡Espera, tu lonchera! - Ella logró alcanzar a su hija en la calle cuando la niña se detuvo, la madre abrió la bolsa de su hija y puso la lonchera dentro. - Debes comerte toda la manzana, ¿entiendes? ¡Para que tus dientes estén firmes!
- Está bien, mamá... - La hija anuló cerrando la cremallera de la bolsa, la madre sonrió, dio besitos en el rostro de la hija y arregló el caballito de ella, aunque Lucía sentía vergüenza ajena de aquello, pues la sin duda, la gente la miraba y la avergonzaba, pero a ella le gustaba todo ese cariño, su madre siempre hacía eso.
¡- Que tengas un buen día!
La escuela de Lucía no estaba tan lejos, estaba a unas pocas cuadras, así que ella podía caminar hasta allí, era lo que ella hacía siempre. Mientras caminaba, ella miró detrás de usted para ver si su madre aún la miraba con una sonrisa tonta, su mamá tonta siempre hacía eso, y hoy no era diferente. Ella asintió con la mano y fue caminando alejándose de la visión de su madre. Ella esperaba que el día corriera mejor que la noche anterior. Mientras caminaba, oyó un sonido de la moto viniendo por detrás de ella, ella se alejó más hacia la berma, evitando así cualquier accidente, pero el motociclista subió con la moto en la acera de la berma y paró la moto bruscamente delante de ella, Lucía dio un salto de susto poniendo la mano en la boca y abriendo los ojos. El motociclista subió el lente oscuro de su casco haciendo que Lucía se diera cuenta de quién se trataba, era Gael. La estaba mirando desde esa moto, el corazón de Lucía estaba latiendo tan fuerte. ¿Iba a atropellarla? ¿Su madre tenía razón y los miembros de la familia Alonso eran criminales? ¿Hasta su hijo? Gael hizo una señal con la cabeza.
- Sube. - Solamente dije.
Lucía estaba estática sin saber qué hacer... Si se subía a la moto de Gael, ¿le haría algún daño? Aunque con mucho miedo, ella no podía evitar sentirse tentada...
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