Aquellos hombres me subían hasta un bote y yo no podía siquiera moverme o hablar apenas tenía fuerzas para respirar ¡oh Dios! ¡la guardia costera estoy perdido me tomaran prisionero y me deportarán!
¿Serán piratas o traficantes de personas? Luego de que me subieron al barco pude ver el cielo estrellado por lo que entendí que era de noche pero ¿de dónde salía aquel sol brillante? ¿en dónde estaba mi amigo? Luego se acercó a mi un viejo y me cubrió con un manta ¡Ya no tenía fuerzas ni para llamar a mi amigo!
De pronto un hombre grito su nombre: – ¡Arturo! ¡Arturo! – mirándome fijamente.
Yo no podía entender nada de lo que decía solo el nombre de mi amigo, cuatro hombres intentaron levantarme, luego de colocarme en una camilla cerré mis ojos y me quedé dormido.
Al otro día desperté en una espaciosa sala llena de camas con personas sobre ella, sentí una suave brisa marina rodando por mi piel.
– ¡Al fin despertaste Arturo! – me dijo con mucho entusiasmo.
– ¡Arturo estas en el hospital central de Las Islas Canarias Las Palmas eres un hombre con mucha suerte!
Aquel hombre tenía las mismas características raciales que yo y vestía completamente de blanco.
–Yo soy de Sudan, trabajo aquí soy tu cuidador llegaste hace unos 20 días pensé que nunca despertarías
– ¿Hablas francés verdad? No puedes entenderme me preguntaba.
Yo solo lloraba como un niño sin emitir una sola palabra solo pensaba ¡Oh Dios mío! había llegado al cielo estaba en España, este hombre habla mi mismo idioma.
Aún no entendía porque este hombre me confundía con mi amigo de pronto comenzó a hablar muy fuerte como si llamase a alguien pero ahora yo no podía entender nada de lo que este decía parecía que hablase otra lengua.
– ¡Espere, espere! si puedo entenderle – le dije aquel hombre sacando fuerzas de mis entrañas.
Este se detuvo y sonrió yo le respondí con una sonrisa, este me dijo:
– Debo llamar al médico ya vuelvo– y se fue caminando levemente del lugar.
Aquel día comprendí que lo único que no logramos es lo que decidimos dejar perder sin haberlo intentado, allí estaba yo tres meses después intentando respirar al otro lado del Mediterráneo sin familia, sin amigos, quizás sin sueños, este largo viaje se ha llevado parte de mi o quizás soy otro ser engendrado por mis ideas de escapar de casa y hacer mi propio destino, un ser concebido en el desierto a mano de mis captores para nacer en una tierra nueva donde el principio de la vida es la madre de las ideas solo que ahora no siento miedo no siento dolor ya no siento tristeza.
Hoy pienso que el mundo debe sentirse avergonzado cuando pregona la paz celebrando grandes fiestas con banquetes mientras un niño en Sierra Leona toma agua contaminada con petróleo y nunca ha visto la luz eléctrica.
En ese momento mis pensamientos fueron interrumpidos por una hermosa mujer completamente vestida de blanco que ingresó a la sala donde me encontraba, al verme se dirigió hasta mi cama yo quedé impactado ante su belleza su cabello era radiante como piedras de oro su piel blanca como la luz de la mañana y sus ojos azules como la inmensidad del océano, sentía algo muy extraño en mi estómago me acosté de lado colocándome en posición fetal y presione fuertemente mi estómago con mis antebrazos y manos para controlar aquella extraña sensación que sentía supuse en ese momento que era producto del hambre ella me miró con mucha dulzura colocando su mano en mi maltratada espalda por los azotes recibidos durante mi viaje.
– Arturo ¿Tienes hambre?
Cuando hablaba de sus ojos podía verse salir destellos de luces brillantes como los rayos que atraviesan las nubes durante los días nublados. Yo intente decirle mi nombre pero mi voz casi no salia.
– Tranquilo Arturo no te esfuerces por hablar, mi francés es muy malo – Sonriendo nuevamente mostrando sus hermosos dientes entren sus labios rosados.
Yo solo quería levantarme y agradecerle por su caricia aquellas suaves y frescas manos me hicieron volver el tiempo, solo mi madre me daba palmaditas en la espalda cuando era muy niño. Con el tiempo le pregunté a mamá porque ya no me daba esas dulces palmadas en mi espalda durante las mañanas ella contesto.
– ¡Hijo ya está grande! – con mucha dulzura
– Mamá pero si aún me encantan – Respondí muy confundido
Ella lloró durante unos minutos incrementando aún más mi estado de confusión hasta que paro de llorar y me dijo:
– Dominic solo lo hacia para que no despertaras antes de la hora de la comida – Mientras hablaba su mirada se iba cubriendo con mucha tristeza.
– Pero madre ahora es igual y permites que me despierte – le dije aún más confundido.
– Lo se hijo ahora eres más fuerte, yo te despierto para que me ayudes a conseguir algo de comida antes de que tus hermanos despierten – su rostro volvía a cubrirse de lágrimas.
En ese momento le abracé mientras ella me daba palmaditas en la espalda.
La chica saco una jeringa y otras cosas yo me resistí al ver la aguja. – Tranquilo no tengas miedo, soy tu enfermera el doctor se encuentra algo ocupado me pidió que te hidratara.
Su voz era tan dulce que no podía evitar sentir confianza y seguridad me pinchó con su jeringa luego la dejó sujeta a mi antebrazo con adhesivo después conectó la vía ubicada en mi antebrazo a una bolsa con un contenido transparente que colgaba de un tubo junto al lado de mi cama.
– ¡Descansa! Pronto vendré a verte nuevamente – fueron las palabras de aquella dulce joven.
Aquella mañana transcurrió lentamente ya no recordaba la comodidad de dormir en una cama a pesar de sentir fuertes dolores en los riñones y columna no quería levantarme, cuando desperté me dijeron que dormí durante muchos días aunque para mi no ha sido así ya no se ni quien soy quizás me he vuelto loco.