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Spencer Shay es dueño de su propia empresa de textiles, tiene mucho éxito y le permite darse una vida llena de lujos, gastar y gastar millones sin parar y nunca sufrir una bancarrota. Es un soltero de treinta años bastante cotizado por las mujeres que lo rodean, todas quieren casarse con él, pero él siente que aún no está listo para el compromiso y quiere vivir al máximo. Todo marcha bien en su vida hasta que un día de camino a casa es secuestrado por un grupo de hombres y es llevado a una bodega abandonada donde se encuentra cara a cara con su secuestradora; una mujer de veinticinco años, rubia, de ojos azules y cuerpo seductor que Spencer nunca antes había visto. Poco a poco gracias a los pequeños y tortuosos encuentros entre Spencer y su secuestradora el joven consigue enamorarse perdidamente de ella, y ella sin quererlo, también se enamora de él. ¿Podrán vivir su amor a pesar de todo?
Los trabajadores de la empresa ya se estaban marchando después que la junta con el inversionista terminara exitosamente con un contrato firmado y con más millones de dólares en su cuenta bancaria. Eran las seis de la tarde, Spencer terminaba de analizar un reporte de contabilidad que su contadora le había entregado en la mañana donde le demostraba la cantidad de gastos, cantidad de dinero y recursos que habían llegado este mes a la empresa.
Spencer estaba satisfecho consigo mismo, con sus trabajadores y con el éxito de su empresa, y para celebrarlo pensaba llegar a casa, llamar a Kathia, su amiga con derechos y pasar una noche muy apasionada con ella en medio de las copas Spencer cogió su celular y le envió un mensaje a la sexy morena de su lista de contactos.
"Nos vemos en mi casa en una hora, ponte muy sexy solo como tu sabes hacerlo" decía el mensaje.
"Perfecto cariño, te veo en una hora" respondió la chica minutos después. Se apresuró a apagar el computador de su oficina, agarró sus cosas, se puso de pie, caminó hasta la puerta, y apagando las luces cerró la puerta con llave a sus espaldas. La oficina ya había quedado completamente desierta, salvo por el guardia del parqueadero por lo que Spencer no debía quedarse a despedirse de nadie y bajó casi que corriendo del tercer piso hasta el sótano por las escaleras.
Llegó con el corazón y la respiración acelerados, caminó hasta su camioneta y se subió a ella acelerándola camino a la salida Se despidió del guardia y se adueñó de las calles dirigiéndose a su casa. Encendió la radio, puso su emisora favorita, le subió un poco el volumen y se puso a cantar cuando llegó a un semáforo que estaba cambiando de verde a rojo.
Estaba tan entretenido en su canción, cantándola con los ojos cerrados que no se percató de que una camioneta negra se parqueo a su lado frenando secamente y de su interior bajaron 4 hombres vestidos de negro con capuchas cubriéndose su rostro. Uno de los hombres se puso frente suyo y le golpeó la puerta mientras trataba de abrirla. Spencer se asustó de inmediato preguntando que era lo que sucedía, el hombre no dijo nada y solo le dio un golpe fuerte en la cabeza con el costado de su pistola haciendo que Spencer cayera al suelo perdiendo la conciencia.
Horas más tarde, Spencer despertó con la vista un poco nublada y poco a poco fue volviéndose más nítida hasta que pudo ver que se encontraba amarrado a una silla, no podía mover ni sus pies ni sus manos, y pudo ver que el lugar era bastante oscuro, viejo, con apariencia de abandono, pero inmenso.A lo lejos una luz se encendió dejando ver una cuarta parte del lugar y Spencer escuchó unos tacones sonar mientras unos pasos avanzaban hacia él. Su secuestradora era una mujer, y para Spencer era la mujer más hermosa que en su vida había visto.
De contextura delgada con buen trasero y senos, con pequeñas curvas, cabello rubio, ojos azules, y lucía un vestido rojo que le llegaba hasta los talones. Spencer se quedó boquiabierto, y la mujer lo notó, sonrió de inmediato con una mirada seductora que a cualquier hombre hipnotizaría, y con la punta de su arma, le cerró la boca al joven cautivado.
- Que tu madre no te enseñó un dicho que dice: ¿Cierra la boca o se meterán moscas adentro? Spencer no respondió. Seguía admirando la belleza de la mujer.
- Supongo que no, no te preocupes, ya acabo de enseñártelo, ahora, vamos al grano. ¿Sabes por qué estás aquí?
- No -respondió Spencer.- Bueno, te cuento, eres uno de los hombres más ricos del mundo, tienes millones en tu banco, una empresa, una mansión, carros, viajes, no hijos, quiero que me des una buena cantidad para dejarte libre y en paz.
- ¿De qué cantidad estás hablando? - preguntó Spencer.
- Mil quinientos dólares.
- ¿Qué? ¿Te has vuelto loca? - se quejó Spencer.
La mujer se acercó rápidamente a Spencer poniendo su arma lista para disparar debajo de su mentón.- ¿Quieres morir esta misma noche? Prometo hacerlo rápido y sin dolor.
Ella se acercó a Spencer, parecía apunto de besarlo, ambos se miraron a los ojos, ella vio los lindos ojos cafés claros de Spencer y sintió como si miles de mariposas revolotean en su estómago.
A Spencer le sucedió lo mismo cuando miró a los ojos azules de la chica. Así mismo, gracias a su escote, Spencer logró ver de reojo sus lindos senos de mediano tamaño. Perfectos para él.
- No, no quiero morir, pero te tengo un mejor trato. ¿Quieres negociar?
- ¿Negociar? Habla.
La mujer se alejó de Spencer y se quedó enfrente suyo, cruzó los brazos en señal de espera y atención a su propuesta.
- Bien, como ya conoces mi vida, sabes que no estoy casado, mi madre espera que lo haga para este año, te propongo un trato; déjame ir y te casas conmigo en dos semanas.
- ¿Qué? ¿Casarme contigo? ¿Te has vuelto loco? Ni siquiera me conoces - dice la mujer sorprendida y un poco alterada.
- No, eres la mujer más hermosa de este mundo y te quiero como mi esposa si te casas conmigo tendrás muchos beneficios.
- ¿Cuáles? - Podrás ser socia de mi empresa y trabajar ahí, acceder a mis millones y gastarlos en lo que quieras, solo compláceme como mujer y tendrás la vida de reina que mereces.
La mujer se quedó callada, pensativa, nunca nadie le había hecho una propuesta de este tipo, si había tenido otros secuestros que le pedían acostarse con ellos si quería su dinero y tuvo que aceptarlos, eso es una cosa, pero una muy diferente es casarse con alguien que no conoce y ser beneficiaria de todos sus bienes.
- Tengo que pensarlo, por ahora, estás secuestrado y hasta que no tome una decisión, sigue en pie que debas darme dinero... Así que ¡Elías! - grita la mujer, su eco retumba en las paredes del lugar.
Un hombre alto, de contextura gruesa y piel morena, se acerca a ella.
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