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Al abrir la puerta, ella no tenía idea de que había entrado en la habitación. En la oscuridad, él probó su dulzura. Esa mañana, le dejó un anillo de diamantes. El matrimonio era solo la forma en que solía atraparla. Pero pensó que la felicidad finalmente la encontró. Él era el misterioso rompecorazones del que hablaban los rumores. Todas las mujeres de la ciudad querían estar con él. Después de que se revelara la cruel verdad, ¿adónde acabaría su historia?
"¿Hay alguien aquí?", abriendo la puerta con mucha cautela, Sheryl Shen se asomó dentro de la habitación. El espacio estaba a oscuras y no se podía ver con claridad, pero incluso en la penumbra la chica sabía que, con sus ropas sencillas y raídas, estaba totalmente fuera de lugar en esa lujosa suite.
Sus ojos chispearon en un destello de incertidumbre cuando cerró la puerta tras ella sellando así su destino.
Frente a las amplias ventanas francesas, una figura alta estaba inmóvil como si fuese una sombra que formara parte de la oscuridad.
Interrumpido por los sonidos de la recién llegada, giró en silencio mostrando un hermoso perfil. La mirada fría brilló como hielo al posarse sobre la mujer que ahora estaba frente a él, sostenía una horquilla de cabello en la mano y la hacía girar suavemente con sus dedos largos y ágiles.
Su nombre era Damon Tuoba, el único heredero de su eminente y poderosa familia. A pesar de ser reconocido en toda la ciudad, Damon era un hombre reservado; por eso era muy raro que los medios revelaran su información privada o algún dato personal, la única foto que el público había podido ver era una imagen vieja del servicio militar que fue publicada en una revista semanal.
Este hermetismo hacía que la popularidad del joven misterioso fuese aún mayor; los rumores de su valentía eran ampliamente conocidos, así como muchos otros que constantemente aparecían en foros por internet y periódicos.
Un hombre como él, de tanta belleza y valía, era como el sol en el cielo durante una tarde despejada: cegaba a los demás con su brillo inalcanzable.
Cubierto por el manto de oscuridad que lo rodeaba, la miró sin decir nada.
"¿No hay nadie aquí?", Sheryl se sintió un poco aliviada por la falta de respuesta, pero siguió mordiéndose el labio con preocupación.
Sabía que realmente no había ninguna salida para ella una vez que firmó el acuerdo.
La chica frunció el ceño con nerviosismo y se armó de valor para preguntar una vez más: "¿Realmente no hay nadie aquí? Vine para...".
Damon tiró la horquilla que tenía en sus manos al piso y caminó hacia ella con una mirada gélida:
"¡Fuera!", le ordenó con un gruñido que rompió el silencio como un trueno.
Sheryl saltó sorprendida por su voz y sintió cómo la inquietud se apoderaba de todo su cuerpo, el trato firmado la convertía solo en una herramienta física para dar a luz.
Tenía la estricta orden de permanecer en esa habitación durante tres días consecutivos y no podía incumplir ninguna de las exigencias de su empleador;
luego tendría que quedarse en la villa el tiempo suficiente hasta que finalmente diera a luz a un bebé.
Odiaba en su corazón las condiciones terribles de ese acuerdo, pero no tenía otra elección.
Su intención era esperar que la noche transcurriera tranquila, de todas formas si nada pasaba, nadie se enteraría, ¿verdad?
Poco a poco, un extraño sonido llegó hasta sus oídos, Sheryl preguntó con sincera preocupación: "¿Te pasa algo? ¿No te sientes bien? Si necesitas que llame a alguien...".
Pero un gruñido de molestia la interrumpió, haciendo que su corazón se detuviera de repente:
"¡Cállate!
¡Sal de aquí ahora mismo!". En el momento siguiente, una figura alta se abalanzó amenazadoramente sobre ella, su aura fría y abrumadora la hizo sentir como una presa acorralada por un depredador para ser devorada.
La chica intentó explicarse balbuceando sus palabras por el temor: "La puerta estaba cerrada desde afuera cuando entré, ¡no puedo abrirla porque está bloqueada!". Antes de que pudiera decir o hacer algo más, una mano fuerte le agarró el rostro con crueldad, lo que provocó un dolor penetrante en su barbilla. Su respiración se aceleró por el pánico.
"Te quieres acostar conmigo, ¿no?", las irónicas palabras fueron pronunciadas con un tono tan frío que sintió como si un bloque de hielo le golpeara la cara.
Los ojos de Sheryl se entrecerraron y volvió a morderse el labio inferior con los dientes retomando su viejo hábito cuando se encontraba en una situación preocupante.
Como pudo, le respondió desesperada: "Parece que no sabes nada de lo que se había acordado, ¡así que rompe el contrato! ¡Renuncio!", apenas dijo estas palabras, un par de manos grandes y fuertes la sujetaron dolorosamente por los hombros inmovilizándola.
Intentó apartarlo pero era una fuerza muy superior a la suya; pensó que el hombre la soltaría cuando, de repente, bajó sus manos y sostuvo las de ella, tan suaves y delicadas.
"¡Ah!", un pequeño grito agudo salió de su boca cuando fue empujada contra la pared.
Sin importar cuánto luchaba por resistirse, los brazos de él ahora le rodeaban la cintura firmemente y comenzaron a subir con lentitud por toda su espalda, como si la estuviera examinando y familiarizándose con su cuerpo.
Los ojos de Sheryl estaban abiertos de terror en la oscuridad: "¿Qué estás haciendo? ¿Me quieres matar? ¡Déjame ir, por favor! ¡Ayuda!".
Sin embargo, su grito no lo detuvo. Al contrario, parecía ahora atacarla con mayor fiereza como si su interés hubiera sido alentado por su debilidad.
"¡Suéltame! ¡Me duele!", la respiración se le atragantaba en la garganta como una roca impidiéndole respirar. "¡Eres un hombre malvado! ¡Me duele demasiado! ¡Lo dejo, renuncio! ¡Me voy!".
No tenía idea de cómo lo había ofendido ni qué tipo de hombre era, temía por su seguridad en ese momento.
"¿Quieres irte ahora?", le susurró él en su oído, sintió su aliento cálido en la mejilla mientras las manos que la sujetaban se aflojaron poco a poco hasta liberarla. Damon vio cómo Sheryl se soltaba de su agarre y salía corriendo hacia la puerta cerrada.
Pero antes de que pudiera llegar hasta allí, el hombre extendió uno de sus fuertes brazos y la rodeó nuevamente por la cintura delgada cuando intentó desesperadamente huir de la habitación. "Mujer estúpida, ¿quieres irte ahora? Ya es demasiado tarde".
Luego, con ambos brazos, rodeó todo su cuerpo débil apretándola como una serpiente que ahogara a su víctima y murmuró amenazante:
"Voy a hacer que me ruegues...".
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