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¿Qué pasará cuando aquel matrimonio que solo era un contrato se vuelva un amor de verdad? El típico cliché de las parejas que se odian y se enamoran, no, puesto que ellos se amaban desde antes de ese contrato...
No sería de extrañar que todas las personas que se encontraran en esa mesa pudieran descifrar lo que estaba pensando, aún mejor, lo que no estaba pensando.
En ese momento pensar no estaba en sus planes, quizás tomar lo primero que se le cruzara en frente y con ello poder acabar con su vida, si, era un plan viable más no factible, de a ver sabido lo que esa cena significaba habría hecho hasta lo imposible para ausentarse.
Su vida no podía acabar así, a penas tenía veintitrés años. Disfrutaba de la universidad, de los ratos en los que trabajaba en la empresa de su padre, disfrutaba aún de las cosas pequeñas. Pero, a estas alturas de su vida debería saber lo que le esperaba.
La señora Adish no mentía al decir que: ser la hija bastarda de su esposo solo sería una pieza más en el futuro.
-La pequeña Maya está muy hermosa. -El señor Faure hacía hasta lo imposible por sacarle tema de conversación y no lo conseguía- ¿Tú hermano, ha estado bien?
Tomo su copa, para luego darle un sorbo y seguido de eso colocarla nuevamente armando un estruendo y, así poner a todos en alerta. Su padre y la señora Adish la miraban confundidos en el momento en el que se puso de pie.
-Estamos aquí para hablar sobre mi futuro, futuro en el cual, no tengo voz ni voto. ¿Quién será mi esposo? No tengo la menor idea, tampoco se encuentra aquí, por ende, lo mejor será retirarme.
Sin importar cuantas veces le pidieron que regresara, que se sentara y se mantuviera callada. No regreso, no se sentó y no se volvería a mantener con la boca cerrada ya no más.
Mientras caminaba a paso apresurado por aquel pasillo de ese gran hotel, no podía evitar la sensación de querer observar cada cosa que se encontraba en este, todo lucia como de un mundo diferente, tan delicado y tan frágil, frágil como una tela de araña.
Se detuvo en medio de aquel gran hotel y ahí supo que su respiración estaba agitada, que su corazón latía desenfrenado y que sus lágrimas estaban por caer. Le importo muy poco quien la viera se puso de cuclillas y dejó salir unas lágrimas con la mirada hacia el suelo.
+++
-No puedo creer que te comprometerás. -Al otro lado de la línea telefónica, su mejor amigo sonaba mucho más alegre que él- ¿Es linda? Ya sabes a lo que me refiero.
-No la conozco, ni siquiera sé si este matrimonio es legal. -Espetó con desagrado- Debo decir que si recibo un regaño será cien por ciento tu culpa. -No pudo evitar reírse al escuchar cómo su amigo simulaba pedir disculpas.
Una cena para discutir quién sería su prometida, era una de las mejores desiciones que debería tomar un viernes por la noche, una noche en la que podría estar revisando algunos contratos o poniéndose de cuerdo con algunos inversionista, podría estar haciendo cualquier cosa, sin embargo, debía asistir a ese infierno. Al bajar del auto y entrar al lobby su mirada quedó pérdida en aquella chica que estaba llamando la atención de todos al encontrarse de cuclillas y por lo que se podía observar también lloraba. Quizo acercársele y ver que todo estuviera bien, luego de pensarlo mejor optó por no ir.
De un momento a otro se puso de pie y se secó el resto de lágrimas que quedaron en sus mejillas, apretó ligeramente su cartera y avanzó, acto que fue imitado por él escuchando todo lo que su amigo decía sin realmente prestarle atención.
Siguió su camino con la mirada recta y con pasos elegantes sacando suspiros de todas las mujeres que ahí se encontrarán, dé un momento a otro sintió como un golpe llegó a su hombro obligándole a voltearse.
Un tanto confundidos ambos se miraron mutuamente en un instante que parecía eterno, como esos momentos de películas cuando los protagonistas se conocían todo se detenía y solo se podían ver u oírse a ellos mismo. No supieron cuánto tiempo estuvieron así, tampoco sabían el momento en el que verse les había empezado a agradar.
-Lo siento. -Se disculpó e hizo una reverencia y luego se fue. Ella solo se fue rompiendo ese momento mágico para ambos o quizá solo para él, un tanto desconcertado llevó su mano a su pecho llevándose un susto por lo que ahí pasaba.
-Hijo. -La voz de su padre hizo acto de presencia seguido de eso colgó la llamada y lo miro atentamente- ¿Viste a tu prometida, a la hija de los Adish?
-¿No se encontraba con ustedes? -Podría ser que esa chica fuera su prometida, el solo hecho de hacerse ilusiones lo mataba podría terminar desilusionado y era lo que menos quería- Me encontré con una chica, pero...
Ahora se arrepentía internamente por no haber visto tan siquiera la foto de aquella persona, su padre le indicó que lo siguiera y así lo hizo. En aquella mesa su madre, el señor y la señora Adish se encontraban charlando con una sonrisa; intentó hasta lo imposible por no pensar en aquella chica, sin embargo, fue inútil.
-Quiero disculparme, por el hecho de que nuestra hija no se encuentre. -Sería un poco estupido decir que al momento de escuchar decir "nuestra hija" un sentimiento de hipocresía se sentía detrás de esas palabras- Pero supongo que usted también tuvo algún contratiempo ¿no es así joven Faure?
-Sobre su hija pierda cuidado, supongo que aún no sabe controlar sus impulsos y me imagino que la idea de casarse no le a de haber sentado nada bien. -Él tampoco estaba muy contento con la idea, pero más que una obligación era un deber que debían cumplir o al menos ese era el acuerdo que habían tomado- Y por favor llámeme Leo, muy pronto seremos familia.
Todos sonrieron al escuchar tales palabras, eso les aseguraba que él estaba dispuesto a casarse más no sabían qué quería asegurarse que su "futura esposa" y la chica del lobby fueran la misma persona.
+++
Mientras subía una a una las escaleras para poder llegar al apartamento de su hermano su mente estaba totalmente en un desequilibrio emocional, ¿casarse? ¿por qué ahora? Era consiente que cada acto trae una consecuencia, pero jamás pensó que su padre fuera a ponerle las consecuencias tan pronto. Al menos debería haber esperado que terminara su carrera o que se enamorara de cualquier imbecil con mucho más dinero que los Faure los habían o al menos eso esperaba ella. Se sabía que la familia Faure era una de las familias más ricas de todo Ontario y de toda Canadá.
Tenían empresas en Yukon, New Brunswick, Quebec, Northwest Territories, British Columbia y Manitoba; por el poco conocimiento que tenía -y era poco porque realmente no sabía mucho de ellos- los Faure son de Quebec mientras que ella y su familia son de Yukon dos ciudades realmente distintas eran alrededor de cuatro mil doscientos veintidos kilómetros los que los separaban, pero claro tenían que encontrase en Toronto firmar un contrato, volverse socios y ahora tener que casarse con el hijo de ellos.
-¿Huiste? -Escuchar la voz de su hermano, era realmente relajante mientras colocaba su cabeza en las piernas de él y este acariciaba su cabello- ¿Estas bien?
-Lo estaré si ellos desisten de ese estupido matrimonio -Respondió con el ceño fruncido.
El menor sonrió tímidamente y solo asintió, aunque solo fueran hermanos por parte de papá él le había tomado mucho cariño quizá por el hecho que desde que se integró a su familia no se sintió más solo, ella lo empezó a cuidar, a querer y a ayudar. Su hermana se convirtió en todo en una hermana, una mejor amiga incluso en una madre se mantenía lejos pero cerca era la definición perfecta de amistad e hermandad. Conocía los límites y los alcances de su hermano por eso siempre dejaba que resolviera sus problemas por su cuenta si él no podía vendría a ella y está muy feliz le ayudaría en eso habían basado su cariño y nadie se metía más allá de eso.
-¿Todo bien con Aina? -Preguntó reincorporándose para mirarlo atentamente.
-Hemos hablado y quizá nos demos un tiempo -Respondió el menor con algo de tristeza en sus ojos.
-Bueno... Si es la decisión que han tomado estará bien, ambos han pasado por mucho. -Agregó Maya con una sonrisa mientras acariciaba el cabello del contrario- Kail, ¿te han dicho que eres muy maduró para tu edad? -Ambos rieron burlonamente.
-¿Te han dicho que no sirves para dar halagos? -De un instante a otro una almohada voló directo a su rostro sacándole aún más carcajadas.
Se pasaron lo que restaba de la noche charlando, riendo, contando cosas de su niñez y más. Solo eran ellos en aquel apartamento uno que se había convertido en su hogar en su refugio donde el dinero no era el primer tema que se tocaba, incluso él pensaba que el dinero lo era todo.
Se dio cuenta que el dinero lo era todo con la persona correcta, si esa persona no estaba el dinero era solo papel y nada más.
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