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Brenda es una mujer de grandes valores, y expectactivas, es graduada de una de las mejores universidades de Florida con honores. Miembro de una familia muy numerosa pero ejemplar. Por otro lado, su jefe; Ignacio Valente es un hombre salvajemente sexy, con indescriptible inteligencia, personalidad poderosamente atractiva y cautivadora. Miembro de una de las familias más finamente adineradas fichados como guerreros. ¿En la oficina podría cumplirse el hecho de un completo cliché entre: El Jefe y La Secretaria?. Para saber la respuesta, los invito a adentrarse a esta hermosa historia llena de amor, intrigas, engaños, entre otras curiosas cosas... ●Respetar los derechos de autor. ●Cero plagio. ●Contenido para adulto. ●Romance. ●Para todo público: (leer bajo tu propio criterio)
BRENDA
PRÓLOGO
Tres años antes...
El aparato del demonio no dejaba de sonar. Me removí un poco sobre mis sábanas para tomarlo, estiro lo más que puedo para alcanzar mi teléfono que reposa sobre mi mesa de noche, al tocar en esa zona no hallé nada, levanto perezosamente la cabeza achinando un poco mis ojos por culpa de la luz del día que entra por las persianas.
-¿Bueno?. -dije al contestar.
-¿Brenda que haces aún durmiendo?
-¿Margo?... -pronuncié aturdida por su voz. -¿Para qué me llamas?
-¡Tienes una entrevista de trabajo hoy tonta! -me levanté de golpe al escucharla.
-Diablos...
Salto de la cama tirando el celular en ella, camino con prisa hasta mi baño, me recojo el cabello en un moño desastroso, lavo mis dientes con prisa y tomo el enjuague bucal. Arrojé mi ropa por todo el piso del baño sin preocuparme, después tendría tiempo de recogerla, tomé una ducha de gato y salté de una vez a mi armario.
Tomé lo primero que vi. Me regañaba mentalmente por quedarme dormida, habían pasado ya tres semanas sin tener trabajo y mi amiga Margo me había comentado ayer en la noche sobre uno que pedían con urgencia una secretaria capacitada en el área laboral, con buena disciplina, inteligente y currículum excepcional, todo al pie de la letra.
Por suerte tengo todo eso, excepto mi vestimenta, creo que tendrán una muy peculiar imagen sobre mi al ver lo que llevo puesto pero que más da, la ropa no da el trabajo; no en empresas importantes como la de Corporación Valente's.
Por fin lista salí como alma que se lleva el diablo. Necesitaba un café con ultra urgencia, aún me creía dormida pero el estrés y la adrenalina me mantenían despierta.
-¡Taxi! -grité al estar por fuera de mi edificio. Se detuvo a pocos metros de mi y subí, le indiqué al taxista adónde debía llevarme y en menos de cinco minutos estaba en las afueras del edificio Valente's.
He oído mucho sobre esta Corporación, es una compañía adinerada que a pasado por una larga línea del linaje Valente. El presidente de la compañía es el hermano mayor de los Valente, la cabeza de la familia es una mujer cuya edad es tipo confidencial para los medios de comunicación, sé que hay más mujeres en la familia que hombres, por ende es que el Vicepresidente es un hombre importante que lleva por nombre: Ignacio Valente.
Ese hombre es del demonio, no lo conozco, y espero no trabajar para él. Oí gracias a los medios que es un rompe corazones, casanova, inteligente, pulcro en su trabajo, y por supuesto, no busca compromiso, aún.
-Buenos días vengo...
-En el último piso. -comentó sin verme tan siquiera la recepcionista, se ocupaba más en ver lo que sea en su computadora que a mi. Le di las gracias y proseguí.
Tomé el ascensor, quedé impresionada al ver que este edificio estaba compuesto por ochenta pisos. Madre Santa, en donde vivo apenas y tenía cinco...
Reaccioné y presioné el botón del último piso, al estar a punto de cerrarse las puertas de metal unas manos se interpusieron en el proceso de cerrar. Al abrirse entra un hombre joven contemporáneo a mi edad. Me le quedo viendo cuando se ubica en el amplio espacio del ascensor, en serio que saben como gastar dinero, aquí podrían entrar hasta veinte personas a la vez.
El sujeto que entró se percata de mi mirada, así que disimulo mirando a la siguiente persona que se hallaba al lado de él, cuando ya no me veía me entretuve detallando su vestuario, no llevaba traje, así que no era ejecutivo, tenía en su cabeza un gorro de lana negro, audífonos colgando de su nuca hasta su pecho, una remera roja que lo cubría una chaqueta sin mangas abierta, color negra, de calzado tenía puesto unas botas grandes con agujetas.
El sonido del ascensor llegando a su destino me saca de mis pensamientos, miré al frente y entraban más personas al ascensor. Me empujan un poco logrando pegar mi cuerpo al espejo que decoraba el espacio. Se sentía frío el espejo, me estremezco al sentir mi espalda chocar contra el cristal.
Al dar por finalizada la entrada de las personas, el ascensor continuó con su curso, se fue deteniendo en cada piso que subía, reduciendo el número de personas que antes se hallaban en el ascensor. En todo ese trayecto ninguna persona decía nada, las pocas que quedaban al parecer iban al mismo piso que yo, al igual que el hombre simpático del gorro.
Se abrieron las puertas del ascensor, fueron saliendo las primeras personas, después iba a salir yo pero el hombre choca su hombro conmigo.
-Disculpe, pase usted. -sonríe sin separar sus labios. Hago un gesto con mi cabeza agradeciéndole.
Caminé antes que él, habían muchas personas en cubículos charlando, unos trabajando en sus computadoras, habían unas cuantas mujeres platicando cerca de la cafetera al fondo, el último piso era impresionante, lo más seguro es que en todos los otros pisos hallan más personas trabajando.
-Hola... Me puedes decir dónde... -intento hablarle a alguien pero todos pasan de largo evitando mi pregunta.
-Hola, ¿vienes para la entrevista? -giro sobre mis talones encarando a una chica pelinegra.
-Sí, gracias por no ignorarme. -comenté riendo un poco, ella sonríe animadamente.
-Ven conmigo, es por aquí. -camina hacia unas escaleras.
¿Hay otro piso?.
-Tienes que formarte en la fila, todas ellas vinieron también por el mismo puesto así que... deberás de esperar hasta que termine con ellas. -explicó, sin dejar de verme fijamente, parecía una mujer que en verdad se tomaba su trabajo en serio. Me agradó.
Asentí y me formé detrás de la última mujer que se encontraba en la fila, la pelinegra terminó por dejarme y subir las escaleras, desde aquí no podía visualizar bien hacia donde había girado, si a la izquierda o a la derecha, aunque no me preocupa, de todas formas esta fila me llevaría a dónde tengo que ir.
-¿Llevas mucho aquí? -le pregunto a la chica delante de mi.
Ella me mira por sobre su hombro, se voltea completamente hacia mí observando mi atuendo de arriba a bajo, hasta que planta su mirada en mi rostro.
-Desde las seis. -formuló, con un tono monótono.
-Entiendo...
Lo que entiendo es que esta fila va muy lento, y no tuve tiempo de probar bocado, mierda, ahora tengo que esperar a que me pasen. Me entretengo mirando mis papeles, revisaba si todo estaba en orden, tal parece si está todo bien. Vuelvo mi mirada a la chica al sentir que me miran, y efectivamente era ella la que me veía con ojos críticos.
-¿Algún problema? -espeté, llevando mi carpeta a mi axila.
-Ninguno. Excepto que no soporto tu ropa. -dice, como si me conociera de toda la vida y le hubiera pedido su opinión por mi ropa.
Me di un solo vistazo desde mis zapatos bajos hasta mi camisa amarilla. Observo a la chica con una ceja arqueada.
-¿Y?
-No es de mi incumbencia pero... Si quieres un consejo; te diría que esa ropa que traes no es la adecuada para una entrevista como esta.
-¿Y cómo qué clase de entrevista es ésta? -inquirí rígida por lo entrometida que es.
-Una en la que hasta con tu vestuario debes de impresionar. -finalizó sonriendo de lo mejor.
Apreté mis labios sintiendo los latidos de mi corazón en mis oídos, faltaba más, por supuesto tenía que dejarme humillar de una completa desconocida. Y tan sólo ¿por mi ropa? ¿en serio?.
Le doy la espalda al verla sonreír triunfante, prefiero que crea que ha ganado que dejarme ver irritada.
Al subir la mirada quedé helada porque por el ascensor iba saliendo un hombre realmente atractivo, era rubio con reflejos castaños, ojos oscuros intensos, una mandíbula bien afeitada y marcada, el traje que llevaba le quedaba como anillo al dedo marcando sus fuertes y enunciados brazos. Dejo de observarlo cuando lo veo caminar a nuestra dirección, bajo la mirada por inercia al sentir sus ojos apuntar hacia nosotras. Tan solo pude ver sus finos zapatos negros pasar por en medio de mi campo de visión.
Intenté levantar de nuevo la mirada pero observando al otro lado de donde nos encontrábamos, continué observando todo e inevitablemente miré las escaleras.
¿Realmente ese era uno de nuestros jefes?. O por lo menos si llego a conseguir el empleo lo será.
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