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Madeline Romanoff. Ese es su nombre, aunque la sociedad prefiere conocerla como la hermana rebelde, la que va de fiesta en fiesta, se droga y tiene sexo con varios a la vez. En pocas palabras la decepción de la familia. Un concepto, muy pero muy alejado de la realidad, puesto que, Madeline es todo un ángel caído del cielo, ella, por obligación de sus padres, tiene que hacerse pasar por quien hace todo eso. Cyara, su hermana gemela y a quien la sociedad considera como un ejemplo a seguir y por si fuera poco es la adoración de sus padres. Para colmo la segunda familia más rica del país, ¡está en quiebra! Y quien deberá salvarlos será Madeline, aunque... Quizá no sea así y le terminen dando el empujón para llevar a cabo la Inevitable Venganza que anhelaba tanto por las terribles humillaciones de su familia.
Temprano por la mañana, la emblemática Madeline Romanoff despertaba y se vestía de forma animada, había despertado con un buen humor.
Silbando, bajo por las escaleras esperanzada, solo para encontrarse con sus padres, quienes la miraban fijamente y no con buena cara, esos gestos destruyeron el gran humor con el que la joven había despertado.
-Rápido -exigió Rosse, su madre-. Tu hermana es noticia nacional, sal a dar la cara y di que eras tú.
Resoplo e intento calmarse, pues en su cabeza se comenzaban a formar millones de maneras para insultarla y mandarla por un tubo.
-¿Qué tengo que decir? -se limitó a decir.
-Dirás que fuiste tú quien salió de fiesta anoche, bebiste de más, no tenías idea de lo que hacías y por eso actuabas así.
-¡Pero ya, que no tenemos todo el día! -esta vez fue Eduardo, su padre.
Resignada camino hasta la entrada principal, la cual permitía vislumbrar los innumerables flashes de las cámaras.
Respiro varias veces y una vez calmada se dignó a abrir la puerta y dar la cara.
Tan pronto como la puerta se abrió los reporteros la cubrieron toda además de estresarla con tantas preguntas.
-Lo único que tengo que decir es que no era mi hermana Cyara, era yo quien estaba en ese bar, estaba demasiado ebria y no sabía lo que hacía. Agradeciera que no se me juzgase por eso.
Ni bien termino de decir aquellas palabras retrocedió hasta entrar de nuevo a la casa sin dar oportunidad alguna a los medios de decir algo.
Justo cuando estaba por subir las escaleras, la voz de su padre prominente desde la sala la hizo devolverse hasta dicho lugar.
-Madeline... -la simple mención la hizo tener escalofríos.
-¿Si?
Ambos padres se miraron cómplices dejando así a las hijas bastante confundidas.
-Estamos en quiebra -soltó sin más.
Cyara al momento (y como era de esperarse), reacciono gritando y llorando mientras que Madeline se limitó a quedarse callada.
-¡¿Cómo es posible!? ¡¿Que vamos a hacer ahora!?
Tanto el padre como la madre trataron de calmar el ataque que la gemela teniendo siendo imposible hacerlo.
-Tranquila hijita -Rosse trataba de consolarla, la sentó con cuidado en el sillón y la abrazo con fuerza, Cyara lloraba descontroladamente siendo insoportable para Madeline.
-Tenemos una solución -declaro Eduardo.
-¡¿Cual es!? -grito Cyara.
Madeline quien se había mantenido en silencio, observo con curiosidad a su padre queriendo saber también cuál era la dichosa solución.
-Hemos concretado un matrimonio con la familia Allen...
-¡Imposible! -Cyara volvió a gritar histérica desprendiéndose de los brazos de su madre.
-Son la única familia que puede ayudarnos, su dote nos salvara. Ellos aceptaron pagar todo, solo quieren su dote.
-No voy a casarme con Adam -declaro llorando.
-Cálmate hija de mi corazón, sabemos cómo es el hijo de los Allen y de ninguna manera permitiremos que alguien como el este contigo.
-Por eso será Madeline quien se case con Adam.
-¡No, de ninguna manera! -la susodicha hablo por primera vez.
-Nadie te está preguntando -frio su padre respondió-. le hemos dado tu dote ya, las invitaciones serán enviados mañana y la boda será en un par de días.
-¡Me niego!
¡Boom! La cachetada resonó por toda la sala.
Era Rosse quien se había levantado para pegarle.
-Te niegues o no te vas a casar con él, se lo debes a tu hermana y a nosotros por haber dado a luz una bastarda.
Los ojos se le empañaron y la furia se apodero de ella, provocando que le volteara el rostro a su madre con una cachetada.
Esa había sido la gota que derramo el vaso.
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