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Verónica no a tenido buenas relaciones amorosas en su pasado por lo que decide darse unas vacaciones y que mejor buscarse un trabajo de secretaria. En esos cinco meses todo iba bien hasta que su jefe le propone un contrato de casamiento. Fue fácil firmar un papel afirmando que están casados, pero nadie sabía que era para toda su vida. ¿Qué tiene de malo comenzar de nuevo?
Ser secretaría de Alexander Harrison era muy agotador ¿Por qué? Es muy fácil, todo lo quiere perfecto y sin ningún error. Era exigente con el trabajo, no lo culpaba. Había visto las consecuencias si no hacían las cosas como él quería.
Dos palabras: Era aterrador.
Teníamos una rutina desde hace más de cinco meses o más, no llevaba la cuenta. Trabajar con Alexander era interesante y aburrido, era lo mismo casi todo los días. Dependía de su humor, casi siempre estaba tranquilo y regalaba sonrisas y pequeñas charlas a todos. O también estaban los días donde estaba enojado, eran pocos pero igual sigue siendo jodidamente aterrador.
Era lunes y la misma rutina se repetía, ya arreglada y lista para ir a trabajar salí de mi habitación para ir a desayunar con mi mejor amiga,Tiffany. Compartía con ella este pequeño departamento desde que comencé a trabajar en la empresa Harrison desde hace unos meses. Fue como una bendición al que nos hayan aceptado las dos, ella en recepción y yo en el último piso siendo secretaria del jefe.
Al llegar a la cocina la encontré vacía y un papel pegado en el refrigerador.
"Me fui temprano, te dejé tu desayuno en el microondas ¡Es tú favorito! nos vemos entre un rato. T
Vote el papel en el basurero y agarre mi desayuno ya frío. Mire el reloj de mi muñeca viendo que faltaban más de una hora y media para entrar a la empresa de los Harrison.Tenía tiempo de comprar su chocolate caliente de todos los días y también comer mi desayuno tranquilamente. Comi mi desayuno en silencio tarareando aveces por el sabor, sabía bien, esta vez Tiffany se había esmerado y no había quemado la comida. Aprendía poco a poco, era un gran avance.
Mi celular timbro arruinando el ambiente silencioso de la cocina, solo suspire, ese tono lo conocia muy bien. Luis me había llamado. No le iba a contestar, claro que no. Algun día se cansaría de escribirme y llamarme. Algún día lo hará, ya debe de entender que ya a pasado más de dos meses, tenía que superarlo.
Ya cuando había terminando mi panques con miel el plato usado lo dejé en fregadero, en la tarde lo lavaria, ya no tenía tiempo. Me lave rápidamente los dientes en el baño y con mi abrigo, llaves y cartera en mano salí del departamento. Tuve que bajar más de cinco pisos porque el ascensor no servía desde hace más de tres días, no tenía ni idea cuando lo iban a arreglar. Al llegar a la pequeña recepción me despedí rápidamente del portero. Comer tranquilamente no fue una buena idea, si me saltaba algunos semáforos podía comprar el chocolate caliente y llegar temprano. Sonaba como un buen plan. Las calles estaban tranquilas y vacias para ser lunes, parecía que mi día cada vez mejoraba. Conmigo cantando Soap de Melanie Martinez y otro par de canciones que ponían en la radio llegue hasta la pequeña cafetería. Me sorprendí de lo abarrotado que estaba, desde la calle se podía ver la larga fila que había. Abrí la puerta de cristal mientras escuchando como sonaba una pequeña campana, todos de la cafetería se me quedaron mirando, los ignore. No tenía tiempo para pensar en posibles insultos que saldrían en mi boca si no me quitaban la mirada de encima. Me forme en la fila que gracias a Dios avanzaba rápido.
─Buenos días, un cafe negro y un chocolate caliente ─le digo a la chica de la caja, debe de tener unos dieciocho años, se ve que se acaba de levantar, un hilo de saliva todavía estaba en su barbilla.
─Buenos días, son tres dólares y sesenta y dos sentavos ─dijo tecleando algo en su caja registradora. Saqué dinero de mi cartera y se lo entregue.
─Gracias ─murmure cuando me entrego el recibo. Espere pacientemente mi pedido, bueno, pacientemente no en realidad. Mi pierna se movía constantemente viendo como la chica preparaba mi café. Cuando entrego el chocolate caliente y el café no tuve tiempo de agradecerle, salí apresurada de ahí de para ir a mi auto.
En menos de diez minutos estaba en la empresa Harrison. Dándole un último retoque a mis labios salí del auto con el café y chocolate en mis manos. Tuve que maniobrar hasta llegar a la recepción y que Lauren, una compañera de trabajo, me diera un papel rosa que según ella se lo había dado una tal Mendes y tenía que dárselo al jefe. Saludo en el camino hacia el ascensor algunos conocidos, sin ver por ningún lado a mi mejor amiga.
Subo al ascensor de empleados que esta más lleno que nunca, que más daba, no me podia quejar, o si no me despedían.
Necesito mucho este trabajo. Le había asegurado a mi mamá que este trabajo iba a ser diferente, ella podía hacerse cargo de sus empresa sola por ahora. Voy primero a la oficina de mi jefe, deje su chocolate en su escritorio y le abrí las cortinas para que entrará la luz.
Su oficina era grande, cuenta con un escritorio de madera rustica color negro, su comoda silla giratoria, las paredes eran de color gris igual que muchos adornos en la habitación. En una esquina había un pequeño bar en este había diferentes tipos de vinos que él señor disfrutaba en sus tiempos libres.
Mi ordenador que se encontraba afuera de la oficina era en forma de 'L' estaba en una esquina, a unos cuantos metros de la oficina de mi jefe. Guarde mi cartera en un cajón y mi café lo lleve a mis labios, me puse el auricular mientras prendia la computadora. Con un bolígrafo en mano y un bloc de notas en la otra escribía lo que había dejado pendiente del viernes.
─Vaya hoy no tiene casi nada─ frunci los labios. Eran pocos los días como este, había aveces que tenía que quedarme con el jefe hasta más de las nueve de la noche por el montón de trabajo que estaba pendiente.
El ascensor privado se había abierto, él jefe ya había llegado. Vestía con su típico traje elegante que se almodaban a su cuerpo, su cabello marrón casi rubio estaba desordenado. Había unos cuantos mechones que caian en su frente, sus ojos celestes estaban cubiertos por unos lentes de sol, casi podía sentir su intensa mirada, casi.
─Buenos días señor Harrison ─digo levantándome de mi silla.
─¿Qué tengo para hoy?
Hago un intento de no rodar los ojos mientras agarraba la carpeta. Estos eran los días que venía de mal humor, con razón traía lentes.
─A ver ─dije mirando mi carpeta─. Tiene una reunión al medio día con los socios Montenegro y a las dos de la tarde viene su padre ─lo mire por unos segundos en silencio, intentando descifrar su rostro neutro─. A las cuatro una reunión con su abogado. Eso es todo señor Harrison ─ chasqueo la lengua agarrando el pequeño papelito de color rosa que me había dado Lauren─. Casi se me olvida, la señorita Mendes le dejo una recado, le espera en el mismo departamento de siempre y que esta caliente por verlo─ frunci mis labios al terminar de decirlo.
Sus labios rosas estaban atrapados entre sus dientes, la punta de su pie golpeaba suavemente mi ordenador.
─Gracias señorita Evans, llama a la señorita Mendes y dígale que no voy a ir, gracias de nuevo ─pude notar que su cuerpo estaba tenso, se fue tan rápido de mi lado para ir a su oficina y encerrarse de un puertazo.
─Que raro ─susurro para mí misma.
XXX
Ya han pasado tres horas de lo sucedido, estaba arreglando unas libretas cuando entra una chica furiosa alta de cuerpo delgado, su cabello negro brillante estaba atado en una coleta alta, su rostro perfectamente maquillado tenía muecas de desagrado. Cuando estaba apunto de decirle a quien buscaba, entró a la oficina del jefe.
Se oyeron gritos en la oficina sólo pude escuchar "Me enseñaron fotos que tu tienes una puta amante", de ahí no oí más nada. En el piso todos se estaban volviendo locos, estaban atentos de lo que sucedía en esas cuatro paredes.
Había pasado quince minutos de mi internado seguir trabando e ignorar los gritos históricos de la chica que estaba encerrada con el jefe. Cuando todo parecía tranquilo, la chica había decidido salir de la oficina y daba largas zancadas con sus tacones hacia mi.
─Eres una zorra buscate el tuyo ─me dijo.
─¿Disculpe? ─dije un poco confundida.
─No te hagas la santa, se que te metiste con mi novio.
Miré a mi alrededor y ahora era yo la que estaba llamando la atención.
Simplemente genial.
Cuando intente hablar nuevamente me dio un cachetada, conté números en mi mente pero siguio con sus insultos y llegó colmar mi paciencia cuando mencionó a mi madre. Vi rojo, en serio.
─Creo que te metiste con la persona incorrecta ─le di una bofetada. Una muy fuerte al parecer, el golpe rezono en todo el piso y parecía que todos aguantaban su respiración.Su rostro maquillado se había girado al impacto de mi mano, las comisuras de su labio tenía un pequeño hilo de sangre y su mejilla estaba roja.
Estaba orgullosa de lo que había hecho. Dándome una última mirada enojada se fue echando humo del piso.
─Señorita Evans a mi oficina ─pude escuchar al jefe detrás de mi con un tono severo.
─Voy en un momento ─digo mientras agarró mi cartera, sabía que me va a despedir. Vamos, le acabo de pegar a su novia al frente de todos.
Tocó la puerta de su oficina y suena su "Adelante" , asomó mi cabeza para ver cuanto enojado estaba y parecía que no mucho. ¿Eso era buena señal, supongo?
─Pase señorita Evans ─su semblante era serio.
─Antes que me vaya a despedir yo voy renunciar, no tengo la culpa que ella me venga a pegar y ofender a mi madre al frente de todos. Se lo tiene merecido.
─Señorita ─intento hablar.
─No déjeme terminar ─aprete mi mandíbula─.Si la veo por la calle la arrastró, no sabe con quien se a metido ─digo enojada.
─Verónica no la voy a despedir ─me dio una mirada nerviosa─. Solo le quería dar la gracias y hacer un trato.
Lo mire extrañada mientras me acomodada mejor en la silla. Ignorando mi estómago que se había vuelto loco cuando menciono mi nombre.
─¿Por qué ella cree que yo soy su amante? ─dije confundida.
─No lo sé, disculpe por lo ocurrido ─se removió nervioso en su silla─. Gracias de nuevo y del trato...
─¿Que trato? ─pregunto confundida─. ¿Para que soy buena? ─sonrió apoyando mis manos en su escritorio.
─¿Se casaría conmigo?
¿Qué tan alto caerías por unos ojos azules? Rose no sabría responder con exactitud.
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