Era de tarde, en un hogar de clase una mujer esperaba que su marido llegara del trabajo, su hija había ido por una mochila que había olvidado en el auto, al salir de casa una camioneta paró a mitad de la calle, un sujeto bajo de ella, cargo a la joven la cual intento luchar pero no pudo hacer mucho pues era casi imposible que alguien como ella luchara con alguien que la doblaba en tamaño y fuerza.
Los secuestradores no sabían que el padre de la joven los había observado, pero sabía que sería tonto de su parte bajar del auto e intentar luchar con ellos pues sabía que no iba uno solo y el no podría hacerle frente a dos o tres hombres, decidió seguirlos y dar aviso a la policía.
En la camioneta, unos diez minutos después del rapto los hombres se percataron que un auto los seguía, el chófer piso el acelerador con todas sus fuerzas y por el retrovisor observó como el auto se perdía a lo lejos.
El señor, al darse cuenta que no quedaba ningún rastro de la camioneta decidió regresar a casa, le contó lo que había sucedido a su familia, fue cuando se dio cuenta que quizá no volvería a ver a su única hija, sus lagrimas brotaron pues pensó en todo lo que la había hecho sufrir, de que había convertido su vida en un infierno. Lo único que le quedó fue prometerle a si mismo que no imporba cuantos años pasaran el la encontraría, le pediría perdón y le daría la vida que se merece.
La familia dio aviso a las autoridades, estos dijeron que harían todo lo posible por encontrarla, pero no era verdad pues alguien con mucho dinero había pagado para que hicieran como si no uviera pasado nada.