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Consigue un trabajo como niñera, sin saber que el padre del bebé es el hombre con quien pasó una noche inolvidable.
Consigue un trabajo como niñera, sin saber que el padre del bebé es el hombre con quien pasó una noche inolvidable.
La ciudad se extendía ante ella como un mar de luces y promesas. Clara había llegado hacía solo unos días, aún con la sensación de estar flotando entre la ansiedad por lo desconocido y el entusiasmo por las nuevas oportunidades. Había dejado atrás su hogar, su familia y su vida tranquila en el pueblo, buscando algo más, algo que nunca había experimentado: independencia, aventura, quizás hasta el amor. Pero todo eso estaba empañado por la incertidumbre de no saber exactamente qué esperar en esta nueva vida urbana.
Su apartamento, pequeño pero acogedor, estaba situado en el corazón de la ciudad, en un edificio que reflejaba el ritmo acelerado de la vida moderna. Con sus ventanas de cristal que daban al horizonte lleno de luces parpadeantes, el contraste con el cielo nocturno oscuro era fascinante. Clara pensaba en ello mientras se preparaba para lo que había sido su primera invitación social en la ciudad: una fiesta a la que su compañera de trabajo, Marta, le había insistido en asistir.
"Es solo una fiesta", le había dicho Marta en el trabajo ese mismo día. "No es como si fuera una oportunidad de hacer grandes contactos, pero es una excelente forma de relajarte. Además, ¿quién sabe? Tal vez conozcas a alguien interesante."
Clara no había tenido muchas expectativas, pero después de días de trabajo solitario y muchas horas frente a la computadora, pensó que un poco de distracción no le haría mal. Así que, con la mirada decidida, decidió ir, dejándose llevar por la idea de desconectar y conocer algo nuevo.
La fiesta era en un elegante apartamento en el centro, uno de esos lugares en los que las paredes blancas, el mobiliario minimalista y las luces suaves creaban una atmósfera sofisticada. Clara entró y fue recibida con sonrisas y un brillo casi automático en los ojos de los invitados, todos perfectamente vestidos y llenos de energía.
La música suave llenaba el espacio, acompañada de risas y conversaciones animadas. Clara se sintió algo fuera de lugar al principio, como si no encajara completamente, pero se obligó a relajar los hombros y a disfrutar del momento. Caminó por el apartamento, saludó a algunos desconocidos y se tomó una copa de vino, intentando absorber el ambiente sin preocuparse demasiado por su aparente torpeza social.
Fue entonces cuando lo vio. A través del reflejo en un espejo cercano, notó su presencia antes de verlo directamente. Un hombre alto, de figura imponente y una mirada que parecía penetrar todo a su alrededor, estaba de pie junto a la ventana, conversando animadamente con un grupo de personas. No era el tipo de hombre que podía pasar desapercibido. Su porte, seguro y elegante, contrastaba con la multitud que lo rodeaba.
Clara lo observó un momento sin darse cuenta de que ya estaba mirándolo. Sus ojos se cruzaron brevemente en ese reflejo. Y en ese instante, algo cambió. La intensidad de su mirada la atrapó, y ella, aunque intentó desviar la mirada, no pudo evitar sentir un cosquilleo en su pecho.
El hombre se apartó del grupo y comenzó a caminar hacia donde ella estaba, como si de alguna manera hubiera notado su presencia. Clara se sintió súbitamente nerviosa, como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto más denso. Decidió que no debía pensar demasiado en ello, pero sus pies no se movían. Él estaba demasiado cerca, demasiado cautivador. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca, una suave sonrisa apareció en su rostro.
-¿Te importa si te acompaño? -su voz era profunda, con un tono bajo que resonaba en sus oídos de una forma que parecía envolverla.
Clara levantó la vista para encontrarse con esos ojos oscuros, casi misteriosos. Aunque su interior le gritaba que no debía seguirle el juego, la verdad es que la curiosidad la impulsó a decir algo tan simple como:
-Claro.
El hombre no perdió tiempo y tomó la copa de vino de su mano, dándosela a un camarero cercano mientras su mano se posaba en la parte baja de su espalda, guiándola con suavidad hacia una esquina más tranquila de la fiesta. El gesto, tan sutil pero seguro, la hizo sentirse como si todo en el mundo se hubiera desvanecido, dejándolos a ambos en una burbuja de comodidad que se sintió única.
-Soy Sebastián -dijo con una sonrisa, tomando asiento junto a ella cuando llegaron a la mesa pequeña en la esquina del apartamento.
-Clara -respondió ella, sin poder evitar que sus labios se curvaran también en una sonrisa tímida.
-Entonces, Clara, ¿qué te trae a la ciudad? -preguntó Sebastián, inclinándose ligeramente hacia ella, mostrándose interesado de una manera que no pudo ignorar.
Clara vaciló un momento, su mente saltando de un pensamiento a otro, antes de decidirse a ser honesta.
-Busco algo... más. -Se encogió de hombros, intentando hacer que sonara más ligera de lo que realmente era. -¿Y tú?
-Yo... -Sebastián miró por un instante hacia el techo, como si reflexionara sobre la pregunta, antes de volver su mirada hacia ella, como si hubiera encontrado la respuesta perfecta. -Busco un poco de diversión.
El intercambio de palabras fue ligero, pero había algo en el aire que los conectaba de una manera inexplicable. Clara se dio cuenta de que, aunque no sabía nada de él, había una confianza implícita en su actitud que la atraía más de lo que podía controlar.
La conversación siguió con más risas y preguntas casuales, pero a medida que avanzaba la noche, Clara comenzó a perderse en él. La forma en que se inclinaba hacia ella mientras hablaba, cómo la hacía sentir como si estuviera en el centro de su atención, sin ninguna distracción del mundo exterior. Se sintió cautivada, hipnotizada por esa presencia tan fuerte que Sebastián emanaba.
La noche avanzaba y Clara se dio cuenta de que no quería que terminara. A su alrededor, la música se volvía cada vez más suave, la luz de las velas parpadeaba con suavidad, pero su mente seguía centrada en ese hombre, en la conexión tan inesperada y poderosa que había nacido entre ellos. Sin embargo, ambos sabían que la diversión que compartían era efímera.
Cuando la fiesta llegó a su fin, Sebastián se acercó a ella, dándole una ligera caricia en el brazo.
-Me gustaría verte de nuevo, Clara -dijo con una sonrisa, sus ojos aún fijos en los de ella.
Clara, con el corazón latiendo en su pecho, dudó por un momento. Pero en el fondo, sabía que no estaba lista para algo más. No con él, no en ese momento. Sonrió suavemente y negó con la cabeza.
-Nos despedimos aquí -respondió con voz suave, aunque su cuerpo deseara lo contrario.
Él la miró por un largo momento, como si leyera sus pensamientos, y luego simplemente asintió. Con una última mirada que dejó una marca en su alma, se dio la vuelta y se alejó, desapareciendo entre la multitud. Clara se quedó allí, sintiendo el eco de su presencia en cada rincón del apartamento. No intercambiaron números, no prometieron verse de nuevo. Solo una noche que quedaría grabada en su memoria como una chispa fugaz, una llama que se encendió con fuerza, pero que se extinguió tan rápidamente como había comenzado.
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