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Mateo Vargas se dirigía a Valle de Bravo con una rara orquídea, cargado de esperanza, pues su prometida Sofía, supuestamente, estaba allí internada por una grave enfermedad degenerativa. Pero al llegar al lujoso resort que ella llamaba "clínica", unas risas y unas palabras despreocupadas de Sofía, su amiga Isa y un tal Leo Montes, destrozaron su mundo revelando una cruel verdad. Escuchó con horror cómo Sofía confesaba que su "enfermedad" era una farsa, una "excusa" para unas vacaciones previas a la boda, un "último aliento de libertad" lejos de su "predecible" prometido, mientras alardeaba de que él, "un tonto", siempre regresaría, y más tarde, su amante, un artista manipulador, le provocó una caída que destrozó su mano. El corazón de Mateo se hizo pedazos: ¿cómo pudo ser tan ingenuo, cómo la mujer que creyó amar con tanta pureza podía ser tan calculadora y cruel? En un hospital, donde Sofía se quejó de sus propias "crisis nerviosas" mientras su mano herida sangraba, Mateo tomó la decisión final: el hombre que había sido estaba muerto, renacería como Martín Herrera, un nombre sin pasado, sin ella, en una vida nueva al otro lado del mundo.