/0/16662/coverbig.jpg?v=41fa03fcc257188ef48ab579bde970b7)
A los ojos de la sociedad, Sonya es simplemente la sobrina del dueño de un burdel de renombre. Sin embargo, en secreto, lleva una doble vida como médica, atendiendo a personas de bajos recursos y a mujeres de alta sociedad que han sufrido abusos o buscan interrumpir un embarazo no deseado. Su vida, aunque caótica, la satisface profundamente. El destino interviene cuando Sonya conoce al joven rey William, quien recientemente ha asumido el trono. William está gravemente enfermo, y su salud se deteriora rápidamente sin una explicación clara. La noticia de su enfermedad podría desencadenar su destitución, especialmente porque aún no tiene un heredero. En un desesperado intento por mantener su condición en secreto, William recurre a los servicios médicos de Sonya, y para justificar su presencia en la corte, finge que ella es su nueva concubina. Al principio, la relación entre William y Sonya es distante y profesional. Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, comienzan a surgir sentimientos mutuos. Mientras Sonya lucha por encontrar una cura para el enigmático mal de William, un reino rival acecha, decidido a arrebatarle el trono y a su fascinante concubina. ¿Podrá Sonya salvar al rey sin que ambos sucumban a las intrigas palaciegas y las amenazas externas?
La primera vez que lo hizo sintió mucho miedo, sobre todo, por si la descubrían. Pero pronto entendió que, si se vestía de mucama y llevaba un par de cosas en sus manos, ni la miraban.
Hacía cinco años que se dedicaba a atender a las personas tanto de bajos recursos como a las damas nobles que la solicitaban en secreto. Fue sencillo hacerse conocer, ya que, por casualidad, una de las mozas que trabajaba en el burdel descubrió que estaba estudiando medicina en secreto y, al poco tiempo, la llevó ante una condesa que necesitaba atención urgente. La joven había sido violada y luego brutalmente golpeada por su flamante marido. En ese momento, el destino de Sonya quedó marcado para un buen futuro... o al menos eso creía hasta hoy en día.
Ahora, ella se encontraba metiéndose a hurtadillas en otra mansión con el mismo fin, pero diferente paciente. Aún no sabía de qué se trataba; nunca lo sabía hasta verlas, así que por las dudas siempre llevaba su bolsa con todo lo que creía que podría necesitar. Aunque usualmente trataba embarazos y problemas de salud que su misma familia provocaba en sus paciente.
―Mi lady la está esperando en su habitación, a esta hora nadie las va a molestar. De todas formas, tenga cuidado. Le dije a los demás que tú serás momentáneamente mi reemplazo porque mi ama me mandó a buscarle algo. Así que ten cuidado con lo que dices ―le advirtió la dama de compañía, quien le señaló el lugar al que debía ir.
―Gracias ―dijo Sonya, observando el lugar.
Fueron hasta la parte trasera de la mansión, lugar que usaba la servidumbre para entrar y salir sin que nadie los viera y así limpiar toda la mansión sin molestar a nadie. La doncella la dejó sola al final y Sonya recorrió el sitio que le había señalado hasta llegar a una puerta grande de color blanco y adornada con oro. No se detuvo a pensar si era oro de verdad o solo pintura; la mayoría de los ricos ostentaban oro de verdad. Golpeó con delicadeza la puerta y desde adentro escuchó un apenas audible <
Dentro de la habitación había una mujer de unos treinta años. Estaba sentada frente a un hermoso tocador, lleno de maquillaje y perfumes. La mujer se encontraba peinándose su larga melena rubia, vestida ya con su ropa de dormir. Todo en la habitación estaba adornado de blanco y oro, incluso el vestido de ella era de un blanco impoluto. El lugar por completo estaba en orden, limpio y desprendía riqueza por donde mirase.
Se quedó parada en medio de la habitación, sin decir nada, esperando que su paciente rompiera el silencio. Aún no se habían visto cara a cara, aunque Sonya podía ver el reflejo de la dama en el espejo. Sin duda, era una mujer muy hermosa. Delgada, pálida y de rasgos muy delicados, una belleza que todo hombre desearía tener entre sus brazos.
―Entiendo que eres... médico ―dijo al fin la mujer, dejando su cepillo en la mesa y levantándose por fin de su asiento.
―Sí, señora.
―Bien, te llamé por ese motivo. Aunque es obvio que lo diga, claro. Te han recomendado muy bien, dicen que eres discreta y guardas el secreto. Necesito eso, que todo lo que vaya a ocurrir entre nosotras quede entre nosotras. ¿Sí? No hace falta que te diga lo que puede ocurrir si le dices a alguien, ¿verdad? ―preguntó, yendo hasta un armario que se encontraba oculto en la pared. Lo abrió y de él sacó un pequeño cofre. Caminó con paso tranquilo hasta acercarse a Sonya.
― Sí, señora. Sepa que jamás diré nada. Soy su confidente ―le aseguró, agarrando el cofre. No lo abrió, lo haría una vez que estuviera en el burdel. El pago siempre lo decidían sus pacientes. A veces eran monedas y otras veces joyas... hasta una vez recibió diamantes.
― Perfecto... Hace semanas me encuentro mal. Tengo náuseas, mareos... Me siento más cansada de lo usual. Pienso que por ahí es porque me estuve alimentando mal. Pero un comentario de una amiga, la que te recomendó, me puso los pelos de punta. Así que quiero sacarme de dudas.
― ¿Cuándo fue su último sangrado? ―preguntó con tranquilidad Sonya.
― Sinceramente, no lo recuerdo. No suelo llevar la cuenta, mi doncella sí. A ella debería preguntarle...
― Bueno, no se preocupe. Sin embargo, ¿ha tenido algún sangrado recientemente? Aunque haya sido poco o de un color débil, distinto al de siempre, con duración mínima. ¿Algo diferente a lo de los demás?
― Sí, eso sí. Fue de un color débil y me duró dos días. ¿Tiene algo que ver? Pensé que era por el estrés, así que no le di importancia.
― Puede ser, pero necesito revisarla. ¿Podría por favor acostarse en la cama? ―le pidió con amabilidad.
Sonya ya se daba una idea de lo que era, pero no podía afirmarlo así nada más. El leve abultamiento de su vientre la delataba, aunque en otros podía pasar desapercibido aún. Vio cómo la mujer se puso levemente nerviosa, siguió la instrucción y se acostó. Sonya dejó su maleta a su lado y se arrodilló al frente de ella. Luego de pedir permiso, le levantó la falda del vestido. Tocó con delicadeza, pero con mano firme, su bajo vientre y sintió una "bolita".
― Está embarazada, de cuatro semanas ―dijo al fin.
La mujer empezó a llorar. Sonya no dijo nada.
―No puede ser... en serio que nos cuidamos... tomé esas semillas que me recomendaron, me dijeron que funcionaba... no lo entiendo ―lloraba la mujer.
Sabía perfectamente de qué semillas hablaba e intuía que no las preparaba como debía. Algo que la iba a asesorar luego.
―Mi marido se fue al Este hace cinco meses... ¿entiende? ¿Qué le voy a decir cuando vuelva? ¡Él me matará! ¡No puedo tener a este bebé! ―dijo con desesperación.
―Puedo... puedo ayudarla a interrumpir el embarazo. Sin embargo, debo decirle que hay muchos riesgos...
―No creo que sean tan graves como los que me esperan con mi marido ―la detuvo, sentándose de golpe.
―En serio, son graves. Puede morir desangrada o de una infección. El mismo procedimiento puede convertirse en un trauma incluso ―siempre intentaba ser sincera, los problemas psicológicos que podían experimentar, podían ser igual de difíciles de tratar, aún más cuando no se creía en la salud mental.
―No me importa eso, cargaré con las consecuencias de mis actos. No quiero a este bebé, por favor. Haga lo que sea para que no sepan de mi estado ―le suplicó, agarrando sus manos.
Sonya la miró y asintió con la cabeza.
―Iré a preparar las cosas que necesito. Por favor, usted también debería prepararse para lo que se viene. No quiero darle miedo, pero esto será doloroso ―le informó.
Salió de la habitación y fue a la cocina por agua, tenía que preparar un té de plantas y semillas para inducir el parto, además necesitaría agua para ayudarla asearse después.
Ya era de noche, la mayoría de los sirvientes se habían retirado y solo quedaban aquellos de guardia que estaban por si venía algún invitado inesperado. Cuando entró a la gran cocina, había una joven sentada en una silla cerca del fuego, tejiendo.
―Perdón, mi lady necesita agua. Dice que no se siente bien y quiere darse un baño caliente para relajarse, así que necesito llevarle agua ―explicó, quedándose parada a la mitad de la habitación.
La joven asintió con la cabeza y la llevó a la parte de atrás, donde había barriles llenos de agua fresca. Sonya siempre podía ver la comodidad que tenían los ricos, mientras las personas de bajos recursos debían salir por su agua al río sin importar la hora. Tener barriles en casa era costoso, por los químicos que se necesitaban para limpiarlos y así evitar que el moho contaminara el agua. La verdad, solo necesitaba un balde lo suficientemente grande. Así que se llevó uno y, sin decir nada, salió hacia donde estaba la dama.
La mujer estaba caminando de un lado a otro, apretándose las manos, claramente nerviosa. El miedo se reflejaba en su cara.
―Quiero decirle que habrá sangre, sin duda. Necesito que en el momento en que sienta mal, deberá posicionarse encima de una fuente, para evitar manchar algo. Deberemos cubrir el lugar con alguna prenda oscura, para evitar que la sangre traspase ―a veces, las mujeres solían sangrar mucho en las primeras horas. Luego continuaban sangrado por un par de días más, pero con menor abundancia. Tendría que idearle una dieta que fuera nutricional para compensar la pérdida de sangre.
―Mi marido me regaló este vestido cuando cumplimos dos años de matrimonio. Es de seda, lo mandó a buscar desde el Oeste. Lo usé una sola vez... puede funcionar ―el vestido era precioso, con una cola larga y con muchos vuelos. ― Podemos poner otro vestido debajo, por las dudas, y luego tirar todo...
Sonya comenzó a preparar el té y una vez que lo tuvo todo mezclado, lo dejó infusionar en agua caliente. La mujer se encontraba sentada, mirando cada movimiento que ella hacía, sin decir nada.
―Bébalo todo. Es amargo y fuerte, trate de no vomitarlo. A las horas, sentirá dolor y será el momento de expulsarlo. Es probable que grite, ¿alguien podrá escucharla? ―los gritos eran más por la desesperación y la angustia que sentían que por otra cosa, pero eso no se lo dijo.
― No... no creo...
―Bien, no quiero meterle miedo. Disculpe si lo hago.
Volvieron a estar en silencio. Así como lo había previsto, a las horas la mujer comenzó a sentir dolor, a sudar y sentir náuseas. Con ayuda de Sonya, llegó al lugar que habían preparado en el suelo y se posicionó encima del fuentón con agua acuclillada. Sonya había preparado todo lo que necesitaría, todo al alcance de su mano.
―Cuando le diga, debe pujar, hágalo. El cuerpo es sabio, él sabrá que hacer ―le informó Sonya.
El proceso fue largo, la mujer sangró mucho. Pero al final, pudo expulsarlo. Sonya sacó el fuentón con rapidez para que la mujer no viera nada. Aunque terminó desmayándose al llegar a la cama. La revisó, estaba más pálida y fría. La limpió lo más rápido que podía, y luego la abrigó. Le puso muchas vendas a forma de apósito para evitar que manchara la cama, ya no sangraba como antes a causa de que le había dado otro té para controlar que no se desangrara. Iba a estar varios días sintiéndose muy mal, así que le había preparado varias infusiones que debía tomarlas en su debido tiempo. Por las dudas, le dejó todo escrito, así como el debido uso de las semillas que anularían la concepción en un futuro. Aunque tenía miedo de que no pudiera concebir después de eso, un aborto era un tratamiento invasivo, y la concepción podría ser de baja a nula.
Cuando llegó la dama de compañía, no hizo preguntas, sólo escuchó atentamente los consejos y a qué debía estar atenta.
― Si la fiebre no baja en tres días, llámame.
Había sido una noche larga, era tal su deseo de llegar a su cama, que cuando salió de la habitación, prácticamente corrió a la salida. Apenas estaba saliendo el sol, así que debía darse prisa antes de que la vieran. Primero debía deshacerse de la ropa luego descansaría.
En el corazón de la Inglaterra victoriana, Eveline Harrow arrastra la sombra de su escandalosa reputación: conocida como la rosa de la muerte, ha sobrevivido a cuatro matrimonios breves, casándose con nobles enfermos a punto de morir para asegurarse su herencia. Obligada a abandonar Londres para proteger el honor de su familia, Evangeline es enviada a la majestuosa mansión Monderlai, sin imaginar que allí su vida tomaría un rumbo inesperado. Entre las frías paredes de la propiedad, conoce a Elliot Monderlai, un hombre tan hermético como herido, que reniega del amor tras una amarga traición. Su dureza y su indiferencia despiertan en Evangeline no solo el desafío, sino un deseo que no había sentido jamás. Sin embargo, el destino introduce un tercer elemento en el juego: Victor Pembroke, el carismático y rebelde primo de Elliot, quien también se siente atraído por la luminosa y desafiante Evangeline. Entre tensiones, miradas furtivas y roces prohibidos, Evangeline se verá envuelta en un triángulo amoroso donde deberá enfrentarse a sus propios miedos: ¿qué es el amor verdadero? ¿Un refugio, una trampa o simplemente un anhelo imposible? ¿Puede la pasión ser más fuerte que las heridas del pasado? Una historia de romance histórico apasionado, donde el amor, el deseo y el dolor bailan al borde del abismo. Porque en ocasiones, no se trata de a quién amas, sino de en qué momento eres capaz de amar.
En un Egipto glorioso donde el poder de los dioses y la ambición de los hombres se entrelazan, el destino de dos imperios pende de un hilo. Valeria, hija de una de las familias más influyentes de Roma, ha sido criada para brillar en los salones de mármol, no para caminar entre las arenas ardientes de un reino extranjero. Sin embargo, su vida da un vuelco cuando su padre la envía a sellar un frágil tratado de paz: deberá convertirse en esposa del joven faraón Asim, un soberano endurecido por la soledad del poder y por la devoción a su tierra sagrada. Entre intrigas palaciegas, conspiraciones mortales y choques culturales que amenazan con quebrarla, Valeria deberá aprender a sobrevivir en un mundo que no la espera con los brazos abiertos. Mientras su corazón y su deber luchan en un pulso peligroso, la pasión entre ella y Asim florece contra todas las prohibiciones. Pero el amor puede ser tan letal como la traición. Y en la tierra de los dioses, incluso los corazones más nobles pueden ser reclamados por la arena. ¿Podrá Valeria convertirse en algo más que una pieza de ajedrez? ¿O será devorada por un imperio que nunca perdona la debilidad?
En las heladas tierras del norte, donde la política se mezcla con la tradición y el peligro acecha detrás de cada mirada cortesana, Regina es enviada para cumplir su destino: convertirse en la esposa del Rey Kael. Pero nada es como imaginó. Mientras se adapta a una cultura donde incluso las reinas trabajan a la par del pueblo, Regina debe ganarse el respeto de una corte que no la quiere. Entre velos, secretos y traiciones, una presencia inesperada despierta en ella emociones prohibidas: Yael, su misterioso guardián, que pondrá a prueba su razón y su corazón. Entre intrigas palaciegas, celos encubiertos y enemigos dispuestos a destruirla, Regina deberá encontrar su lugar... o perderlo todo. Una historia de amor, poder, y dignidad que florece en la nieve. ¿Podrá una mujer criada entre deberes y silencios conquistar un reino que la espera con sospechas?
Yelena descubrió que no era la hija biológica de sus padres. Después de darse cuenta de que intentaban venderla por conseguir una inversión, la enviaron a su lugar de nacimiento. Allí descubrió que en realidad era la heredera de una familia opulenta. Su verdadera familia la colmó de amor y adoración. Ante la envidia de su supuesta hermana, Yelena superó todas las adversidades y se vengó, al tiempo que demostraba su talento. Pronto llamó la atención del soltero más codiciado de la ciudad. Él acorraló a Yelena y la inmovilizó contra la pared. "Es hora de revelar tu verdadera identidad, querida".
Como simple asistenta, enviar un mensaje al CEO en plena noche para solicitar películas pornográficas fue un movimiento audaz. Como era de esperar, Bethany no recibió ninguna película. Sin embargo, el CEO le respondió que, aunque no tenía películas para compartir, podía ofrecerle una demostración en directo. Tras una noche llena de pasión, Bethany estaba segura de que perdería su trabajo. Pero en lugar de eso, su jefe le propuso: "Cásate conmigo. Por favor, considéralo". "Sr. Bates, está bromeando, ¿verdad?".
Acusada de asesinato, la madre de Sylvia Todd fue considerada una traidora por toda la manada, condenando a Sylvia a vivir el resto de su vida sola y humillada como una humilde esclava. Lo único que quería la chica era demostrar la inocencia de su madre de alguna manera, pero el destino nunca parecía estar de su lado. A pesar de todo, Sylvia nunca perdió la esperanza. Como el futuro rey licántropo de todos los hombres lobo, Rufus Duncan poseía un gran poder y estatus, pero tenía una inexplicable reputación de ser cruel, sanguinario y despiadado. Sin que todo el mundo lo supiera, había sido maldecido hacía mucho tiempo y se veía obligado a transformarse en un monstruo asesino cada luna llena. Aunque el destino no siempre favorecía a los dos, unió a Sylvia y Rufus como pareja predestinada. ¿Se hará justicia para la madre de Sylvia? ¿Podrán ella y Rufus desafiar todas las normas sociales y permanecer juntos? ¿Tendrán estas dos almas desafortunadas un final feliz?
Durante sus tres años de matrimonio con Colton, Allison ocultó su verdadera identidad y se esforzó de todo corazón para apoyarlo. Sin embargo, fue traicionada y abandonada por su esposo infiel. Desanimada, ella se propuso redescubrir su verdadero yo: una perfumista de talento, el cerebro de una famosa agencia de inteligencia y la heredera de una red secreta de hackers. Al darse cuenta de sus errores, Colton expresó su arrepentimiento: "Sé que metí la pata. Por favor, dame otra oportunidad". Sin embargo, Kellan, un magnate que se suponía que era discapacitado, se levantó de su silla de ruedas, tomó la mano de Allison y se burló desdeñosamente: "¿Quieres que te acepte de nuevo? Sigue soñando".
Hace mucho tiempo, dos reinos convivían en paz. El reino de Salem y el reino de Mombana ... Todo marchó bien hasta el día en que falleció el rey de Mombana y un nuevo monarca asumió el mando, el Príncipe Cone, quien siempre tenía sed de más poder y más y más. Después de su coronación, atacó a Salem. El ataque fue tan inesperado que Salem nunca se preparó para él. Fueron tomados con la guardia baja. El rey y la reina fueron asesinados, el príncipe fue llevado a la esclavitud. La gente de Salem que sobrevivió a la guerra fue esclavizada, sus tierras les fueron arrebatadas. Sus mujeres fueron convertidas en esclavas sexuales. Lo perdieron todo. El mal aconteció en la tierra de Salem en forma de Prince Cone, y el príncipe de Salem, Lucien, en su esclavitud se llenó de tanta rabia y juró venganza. *** *** Diez años después, Lucien, de treinta años, y su gente asaltaron un golpe y escaparon de la esclavitud. Se escondieron y se recuperaron. Entrenaron día y noche bajo el liderazgo del intrépido y frío Lucien, quien fue impulsado con todo en él para recuperar su tierra y tomar la tierra de Mombana también. Les tomó cinco años antes de que tendieran una emboscada y atacaran a Mombana. Mataron al príncipe Cone y lo reclamaron todo. Mientras gritaban su victoria, los hombres de Lucien encontraron e inmovilizaron a la orgullosa princesa de Mombana, Danika, la hija del príncipe Cone. Mientras Lucien la miraba con los ojos más fríos que alguien pueda poseer, sintió la victoria por primera vez. Caminó hacia la princesa con el collar de esclavo que había fabricado durante diez años y con un movimiento rápido, la sujetó del cuello. Luego, inclinó su barbilla hacia arriba, mirando a los ojos más azules y el rostro más hermoso jamás creado, le dio una sonrisa fría. "Eres mi adquisición. Mi esclava. Mi esclava sexual. Mi propiedad. Te pagaré con creces todo lo que tú y tu padre me hicieron a mí y a mi gente", dijo él secamente. El odio puro, la frialdad y la victoria era la única emoción en su rostro.
Durante siete años, Jillian estaba enamorada de Bryan con pasión inquebrantable, pero él permaneció distante, con sus emociones herméticamente selladas. Descorazonada, ella se marchó al extranjero tras graduarse de la universidad. Tres años después, Jillian, ahora una abogada de éxito, se sentó provocativamente en el regazo del hombre. Con una sonrisa juguetona, le espetó: "¿Qué te pasa, Bryan? ¿Eres impotente?". Bryan ya no podía contenerse. Con un rápido movimiento, la tomó en brazos y la arrojó sobre la cama. A la mañana siguiente, cuando él se despertó, Jillian esbozó una sonrisa traviesa. "Solo es una aventura, ¿de acuerdo?".