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Dante Jackson creció sin conocer a su padre, Benjamín Miller, pero siempre sintió una conexión inexplicable con él. Cuando su madre, Alice, enferma de cáncer, revela que Benjamín es su padre, Dante comienza a descubrir oscuros secretos familiares. Alice, quien conoció a Benjamín en un bar años atrás durante una noche de pasión, nunca le dijo sobre Dante, temiendo las repercusiones con su otra familia. A medida que Dante investiga su origen, descubre que Benjamín, además de ser un hombre poderoso, estuvo involucrado en actividades corruptas, incluyendo lavado de dinero, para asegurar su riqueza. Mientras se adentra en el mundo de la empresa de su padre, Dante se enfrenta a traiciones y conflictos, mientras el pasado y el presente se entrelazan. En su búsqueda por entender su legado, Dante debe decidir qué hacer con la verdad sobre su familia, su propio destino y el oscuro legado de corrupción.
Resumen: Este capítulo se centra en Benjamin, quien se enfrenta a una crisis empresarial sin precedentes. Desesperado por salvar su empresa, se ve obligado a considerar una solución que implica una colaboración con Tomás, un mafioso que le ofrece una forma de lavar dinero a cambio de su ayuda. Tras darse cuenta de que no tiene otras opciones, Benjamin acepta la oferta, y en su camino hacia el bar donde se encuentran, comienza a reflexionar sobre su vida, sus decisiones y lo que ha perdido a lo largo del tiempo.
La oficina de Benjamin estaba sumida en un aire tenso, y las pilas de papeles sobre su escritorio parecían multiplicarse a medida que avanzaba la tarde. Había llegado temprano para tratar de poner en orden sus finanzas, pero las cifras simplemente no cerraban. Los informes de pérdidas seguían apilándose, y los correos electrónicos de los inversionistas reclamaban respuestas inmediatas. Su empresa, que había sido el orgullo de su padre, estaba al borde de la quiebra.
Benjamin se dejó caer en su silla, mirando los papeles dispersos en su escritorio, pensando en todo lo que había perdido. Había heredado la empresa con la esperanza de mantenerla fuerte, de crecer, pero todo lo que había logrado hasta ahora se desmoronaba lentamente. Sabía que los bancos pronto se quedarían con todo lo que había construido.
Fue entonces cuando sonó el teléfono.
El número que aparecía en la pantalla era el de Tomás, un hombre con quien Benjamin había hecho negocios turbios en el pasado. Tomás era conocido en ciertos círculos por sus operaciones ilegales, pero en ese momento, Benjamin no podía permitirse ser selectivo.
"Benjamin, necesito que me escuches," dijo Tomás al otro lado del teléfono, su voz grave y segura. "Sé que las cosas no están bien con tu empresa. Yo puedo ayudarte. Puedo ofrecerte una solución que te permitirá salir de este agujero."
Benjamin cerró los ojos por un momento. Sabía lo que Tomás estaba sugiriendo. El lavado de dinero. Un negocio sucio que implicaba asumir un riesgo monumental, pero al mismo tiempo, una salida rápida. En su desesperación, todo parecía tentador.
"¿Qué tienes en mente?" preguntó Benjamin, sin rodeos.
"Te ayudaré a que tu empresa se recupere, pero necesitas hacer un trato conmigo," respondió Tomás. "Yo te doy lo que necesitas para cubrir tus pérdidas, pero a cambio, tú te encargas de mover algo de dinero a través de mis canales. Nada grande, solo lo suficiente para que los números cuadren y los inversionistas se calmen."
Benjamin sabía que aceptar este trato podría significar el fin de su reputación y su carrera. Pero, al mismo tiempo, no podía ver otra salida. Los acreedores lo presionaban, y las opciones legales ya no parecían viables. Tomás le estaba ofreciendo una salvación, aunque a un precio.
"Está bien," dijo Benjamin, sabiendo que no tenía vuelta atrás. "¿Dónde nos encontramos?"
Tomás le dio una dirección. Un bar en las afueras de la ciudad, un lugar oscuro y apartado, donde él se encontraba con otros hombres de negocios, algunos conocidos, otros no tanto. Ese sería el lugar donde discutirían los detalles de la operación.
Benjamin colgó el teléfono y se quedó mirando la pantalla en blanco de su computadora por unos momentos. ¿Realmente iba a hacer esto? Pero la respuesta era clara: sí, lo haría. No tenía otra opción.
Se levantó de su escritorio, cerró los papeles y guardó todo en su maletín. Salió de la oficina, sin mirar atrás, y se dirigió al coche. Mientras conducía, su mente se llenaba de preguntas, pero todas parecían irrelevantes en ese momento. Sólo había una cosa que importaba: salvar la empresa.
Al llegar al bar, las luces tenues y el ambiente cargado de humo lo recibieron con una sensación incómoda de familiaridad. El bar no había cambiado en los años que llevaba sin visitarlo. Había algo en ese lugar que lo hacía sentirse incómodo, como si estuviera a punto de cruzar una línea de la que no podría regresar.
Tomás estaba allí, esperándolo, sentado en una mesa apartada, con una mirada fría y calculadora. Benjamin se acercó a la mesa, y sin mediar muchas palabras, se sentó frente a él. Sabía lo que estaba por hacer, y aunque su instinto le decía que debía dar un paso atrás, también sabía que no podía permitirse otro fracaso.
"¿Lo harás?" preguntó Tomás, con una sonrisa de satisfacción. "¿Te atreves a salvar tu empresa?"
Benjamin asintió, mirando a los ojos de Tomás. Sabía que, a partir de ese momento, su vida tomaría un giro peligroso. Pero, por alguna razón, no podía detenerse. No quería pensar en las consecuencias, no quería considerar lo que perdería.
"Sí," respondió con firmeza. "
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