/0/15070/coverbig.jpg?v=826938fa2d6147a359ff89b8580da6c0)
Valentina es una joven mujer ejemplar e idealizada, que lleva tiempo reprimiendo un lado oscuro. Sin embargo, una mañana, al mirarse al espejo, se dará cuenta de un fenómeno que cambiará su vida para siempre: no puede seguir ocultando su verdadero ser. Su personalidad, totalmente opuesta, se manifestará de maneras inusuales y le dará una gran lección.
Siempre he sido lo que me han pedido: seguir expectativas y estereotipos ya marcados por la sociedad. No me daba cuenta del daño que me hacía.
Seguí las instrucciones y órdenes al pie de la letra, hice cada cosa que me pedían. Sin embargo, siempre me sentí completamente vacía, sin rumbo ni dirección. No sabía a dónde me dirigía, solo lo que todo el mundo esperaba de mí y quería.
Mi día a día era rutinario. Cuando era pequeña, iba a la escuela caminando por las aceras, lo cual disfrutaba mientras corría y brincaba en uno que otro charco. Al llegar, saludaba a todo el mundo con una sonrisa, impaciente por entrar a clases, y me despedía de mi mamá con un beso en la mejilla.
Pero ahora debía levantarme al menos tres horas antes de la hora de entrada a mi trabajo, el cual no elegí por gusto o pasión, sino porque mi familia consideraba que era el más adecuado dada la situación económica de la que provenía.
Jamás fuimos pobres del todo, pero ricos tampoco. Nuestra situación era, digamos, estable.
Sin embargo, cuando notaron en mí una oportunidad de mejorar esa situación, no lo dudaron ni un instante, forzándome a estudiar y a trabajar en algo que me hace sentir miserable cada día de mi existencia.
Jamás me rehusé a nada, pues al ver lo felices que eran, me sometía a cualquier orden y deseo que me daban. Nunca pensé en mí.
Pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás; no podía hacer nada para cambiar mi vida actual.
Ni siquiera había logrado la independencia que esperaba tener a mi edad. No había podido dejar de vivir en la casa de mis padres. No había podido hacerlo ya que apoyaba la economía de mi familia casi al cien por ciento.
Mi salario, el cual no era muy alto, pero tampoco muy bajo, se dirigía a los gastos de la casa, servicios básicos, comida, medicinas, etc. Mientras que apenas lograba resguardar una pequeña cantidad destinada a mi traslado de casa al trabajo y del trabajo a la casa.
Me sentía abrumada, las obligaciones económicas rondaban mi cabeza todo el tiempo, las órdenes y quejas constantes de mis padres se repetían una y otra vez dentro de mí. Me angustiaba no poder conseguir suficiente dinero para cubrir los gastos.
Cada vez me sentía más incómoda en mi trabajo, me aburría tener que hacer lo mismo todos los días, llevaba a cabo mis labores casi en modo automático, ya no hacía las cosas conscientemente, sino que las hacía y ya.
"Parecía que mi vida estaba condenada a estar plagada de miseria, sufrimiento y frustración por completo."
"Quizás todo hubiera terminado así, de no ser por aquellos hechos sobre naturales que acontecieron una mañana que parecía solo una más, una mañana común y corriente como todas las demás.
Aquel día tenía muchas cosas que hacer en mi trabajo. Debía entregar reportes de cada área del último mes, sacar copias para la junta ejecutiva de la empresa. No había modo ni manera de que algo lograra mejorar mi día.
Así mismo, me levanté con serenidad, me dirigí al baño y, mirándome al espejo, me quejé de mí y de mi vida como cada día.
-Dios, ya no puedo. Cada día espero que sea mejor y solo se vuelve peor."
De repente, ocurrió lo que menos esperaba. Mientras me veía en el espejo y lavaba mi rostro, noté que mi reflejo lucía exactamente como yo, pero no seguía mis movimientos.
El reflejo parecía tener vida propia. Se movía de forma independiente y, aparentemente, tenía control sobre sí mismo.
-Claro, cada día esperas lo mismo; sin embargo, nunca haces nada diferente.
Aquello me dejó helada. No podía creer lo que veía. Mi reflejo me estaba respondiendo. No podía moverme; lo intentaba, pero mi cuerpo no reaccionaba. Mi piel se erizó, como si me hubiera dado un aire helado.
-¿Qué pasa, Valentina? ¿No me reconoces? Soy tú, pero mejorada.
Aquella respuesta me tensó los nervios y me permitió salir del trance en el que me encontraba.
¿Cuánto tiempo llevas ahí?
Aquella joven me miró extrañada, como si me estuviera analizando de pies a cabeza.
¿Es en serio? Vale, llevo aquí desde el día en que te pusiste frente al espejo. He escuchado cada queja, cada sueño y deseo que has dicho frente al espejo.
Entonces, estaría frente a la persona o ser que más me conocía en la vida. Eso podría ser algo muy bueno. Aunque, de todas maneras, algo no me cuadraba por parte de aquel ente.
Si en verdad conocía y sabía todas las cosas que he dicho frente al espejo desde hace tiempo, entonces sabría cuáles eran mis mayores sueños y también mis peores miedos. Todo lo que me daba felicidad, así como mis más grandes defectos.
Verme al espejo y hablarme bonito no era una de mis fortalezas, sino todo lo contrario.
Siempre que me miraba al espejo, me destruía. Mental y psicológicamente. Pero lo peor era que se suponía que lo hacía para que nadie me escuchara, y resultaba que sí había alguien que lo hacía.
Me daba terror saber que eso fuera posible, pero se hacía tarde y no podía arriesgarme a llegar tarde.
Por eso, me apresuré a prepararme lo más rápido posible. Salí del baño y me puse a hacer todo lo necesario antes de salir.
Mientras caminaba por la calle esperando a que pasara un taxi, no dejaba de pensar en lo ocurrido en el baño.
¿Habrá sido real o solo era mi imaginación jugándome una mala pasada?
Por ahora, no podía saberlo ni averiguarlo.
Se suponía que debía centrarme en hacer bien mi trabajo y no llegar tarde; de lo contrario, mi jefe descontaría el tiempo de mi sueldo, que de por sí ya era limitado.
Estaba harta de esta situación. Caminé a toda prisa una vez que el taxi me dejó a unos metros de la empresa, tratando de llegar a tiempo. Apenas faltaban unos minutos para la hora de entrada marcada.
-Buenos días, señorita Valentina. Llega justo a tiempo.
Mi jefe ya estaba esperándome frente a mi lugar de trabajo.
-Así es, señor. ¿Necesita algo?
Me miró de arriba abajo, como si me escaneara, y con una expresión de superioridad me respondió:
-Solo quería asegurarme de que llegara a tiempo.
Por supuesto, si había alguien que aumentaba mi desagrado por mi empleo, era mi jefe: un hombre con el orgullo por las nubes, un sentido de superioridad extremo y una imagen casi perfectamente alineada, aunque egocéntrica. Ordenaba demasiado y hacía poco; sus relaciones personales parecían ser más importantes que cumplir con su trabajo. Además, se volvía insoportable cuando no lograba lo que quería con la chica o mujer en la que había puesto los ojos. Me parecía desproporcionado lo que trabajaba a lo que ganaba e injusto para los que si trabajábamos realmente .
"
Clarissa Chapman, un día, al entregar preservativos a una habitación de hotel, descubrió que su cliente era su... ¿prometido? ¡Atrapó a su prometido y media hermana en la cama! ¡Solo entonces Clarissa se dio cuenta de que su novio de seis años la había engañado! ¿Qué es más ridículo? Su padre dijo que era porque ella no era atractiva y su hermana lo merecía más. Dejó a su prometido idiota, ¡se encontró con su Sr. Correcto en una aventura de una noche! Espera... ¿por qué este hombre se veía exactamente parecido al CEO multimillonario - Anderson Jordan en la televisión? Anderson era de muchas cosas, guapo, considerado y leal. Nunca imaginó que un apuesto como Anderson se enamoraría de ella, hasta ese día... Su familia de pesadilla la encontró, tratando de arrastrarla al pasado miserable... otra vez...
"El ex y la mejor amiga le arruinaron la vida a Eliza. Hacía 5 años, no iba bien el trabajo del novio de Eliza y ella le ayudó costara lo que costara. En el mismo momento, la mejor amiga de Eliza le aconsejó que sirviera como madre sustituta. Sin embargo, cuando su novio se hacía famoso, él abandonó a Eliza. Pues ella no era virgen y se quedaba embarazada de bebé de los demás, lo cual resultaba una excusa para romper con Eliza. Desesperada, Eliza aceptó el matrimonio arreglado con el señor Valentine, un billonario feo al que le gustaba torturar a las mujeres. Decían que las dos novias se murieron en la cama. Eliza no sabía que era el señor Valentine con quien tenía bebés. Ella tenía un esposo guapo y unos gemelos lindos. "
Durante tres arduos años, Emily se esforzó por ser la esposa perfecta de Braiden, pero él todavía se mantenía distante con ella. Cuando él le pidió el divorcio por otra mujer, Emily desapareció. Sin embargo, cuando reapareció más tarde, se convirtió en su última fantasía. Despidiendo a su ex con una sonrisa burlona, ella le desafió: "¿Te interesa una colaboración? ¿Quién te crees que eres?". Los hombres no le servían para nada; Emily prefería la independencia. Mientras Braiden la cortejaba sin descanso, descubrió las identidades secretas de Emily: hacker de alto nivel, chef, médica, talladora de jade, corredora clandestina... Cada descubrimiento aumentaba el desconcierto de Braiden. ¿Por qué los conocimientos de Emily parecían ilimitados? El mensaje de Emily era claro: destacaba en todos los aspectos.
"Estuve enamorada del CEO dominante, Credence Scott, durante diez años. ¡Y finalmente me casé con él! Se suponía que yo era una mujer feliz que se casaba con la persona que amaba. Sin embargo, Credence me odiaba. En nuestro matrimonio de cuatro años, rara vez se acostó conmigo y me culpó por matar a su padre. Nunca hice eso. ¡Fue mi hermana, Rosalie, quien me había tendido una trampa! La parte más desconsolada fue que Credence nunca creyó en mí. Bien, será mejor que acabe con mi vida. Pero fue entonces cuando Credence me reveló su ternura... "
Durante sus tres años de matrimonio con Colton, Allison ocultó su verdadera identidad y se esforzó de todo corazón para apoyarlo. Sin embargo, fue traicionada y abandonada por su esposo infiel. Desanimada, ella se propuso redescubrir su verdadero yo: una perfumista de talento, el cerebro de una famosa agencia de inteligencia y la heredera de una red secreta de hackers. Al darse cuenta de sus errores, Colton expresó su arrepentimiento: "Sé que metí la pata. Por favor, dame otra oportunidad". Sin embargo, Kellan, un magnate que se suponía que era discapacitado, se levantó de su silla de ruedas, tomó la mano de Allison y se burló desdeñosamente: "¿Quieres que te acepte de nuevo? Sigue soñando".
Ethan siempre consideró a Nyla una mentirosa, mientras que ella lo veía a él distante e insensible. Nyla había acariciado la idea de que Ethan la quería, pero se sintió fríamente rechazada cuando se dio cuenta de que su lugar en el corazón de él era insignificante. Como ya no podía soportar su frialdad, dio un paso atrás, solo para que él cambiara inesperadamente de actitud. Ella le desafió: "Si confías tan poco en mí, ¿por qué me tienes cerca?". Ethan, que antes se había comportado con orgullo, ahora estaba ante ella y le suplicó desesperado: "Nyla, he cometido errores. Por favor, no te alejes de mí".