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Joelle pensó que podría cambiar el corazón de Adrian después de tres años de matrimonio, pero cuando se dio cuenta de que ya pertenecía a otra mujer, ya era demasiado tarde. "Dame un bebé y te liberaré". Sin embargo, el día en que Joelle se puso de parto, Adrian viajaba con su amante en su jet privado. "No me importa a quién ames. Ahora ya he pagado lo que te debo. A partir de ahora, no tenemos nada que ver el uno con el otro". No mucho después de que Joelle se fuera, Adrian se encontró suplicando de rodillas: "Por favor, vuelve conmigo".
Joelle Miller examinó minuciosamente el feed de Twitter de Rebecca Lloyd, estudiando con mucha atención cada video.
"¿Lo ven? Él siempre guarda para mí la parte más jugosa de una sandía".
"Incluso cuando llega tarde a casa, siempre me trae algo".
"¡Y miren esta sorpresa! Recogió de la iglesia un amuleto de bendición para mí".
Rebecca, la protagonista de los videos, irradiaba ternura y delicadeza con su sencillo vestido blanco. Si bien no era tan bella, tenía una genuina sencillez y una sonrisa encantadora.
Joelle estaba observando la pantalla como si fuera una espía, ansiosa por ver el rostro del novio de Rebecca.
Esas alegres narraciones sobre su vida con su novio fueron más que suficientes para hundirla en la tristeza.
Había descubierto que, en los días importantes, Nochebuena, San Valentín e incluso el cumpleaños de Joelle, Rebecca estaba con Adrian Miller, su supuesto esposo, quien se había ausentado de todos esos días durante los últimos tres años.
El nombre de usuario era "Cuenta Regresiva Hacia la Muerte", la única cuenta a la que Joelle seguía.
Justo cuando reflexionaba sobre el siniestro nombre, la puerta del baño se abrió.
En la habitación poco iluminada apareció Adrian. Sus anchos hombros se estrechaban a una cintura delgada, vestido solo con una toalla que le envolvía las caderas. Gotas de agua caían de su cabello.
A pesar de la tenue iluminación, sus atractivos rasgos permanecían intactos.
Joelle cerró instintivamente su celular y le dio una mirada reflexiva. Hacía mucho tiempo desde la última vez que lo vio.
Esa noche él no estaba ahí por decisión propia.
Su abuela, Irene Miller, estaba enferma y, como quería un bisnieto con desesperación, lo obligó a regresar. De lo contrario, tal vez nunca hubiera venido.
Durante sus tres años de matrimonio, Adrian pasaba la mayor parte del tiempo en Villas Oak, por lo que rara vez estaba en casa.
Todos sabían que en realidad no amaba a Joelle.
Estaba atrapada en un matrimonio por conveniencia.
"Solo te voy a dar una oportunidad. El destino dirá si quedas embarazada o no", declaró Adrian con una voz resonante.
¿Qué quería decir?
Antes de que Joelle pudiera seguir pensando, Adrian la agarró del tobillo y la atrajo hacia él. Su sombra se cernió sobre la pequeña figura de la mujer.
De repente, él se quitó la toalla y le separó las piernas tirando fuertemente de sus rodillas.
De repente, se escuchó un desgarro.
Adrian le quitó fácilmente el vestido, exponiendo sus senos de una manera degradante.
Joelle palideció ante su crueldad, su cuerpo se tensó de miedo.
"¡Adrian! Basta, no quiero...".
Empezó a luchar frenéticamente. Era una completa humillación verse obligada a vivir en esa situación con el hombre que amaba.
Adrian hizo una mueca de desprecio. "Te atreviste a drogarme una vez, así que debiste haberlo visto venir. Solo aguántalo".
Ante esas duras palabras, los ojos de Joelle se llenaron de lágrimas y sus pestañas bailaron como mariposas heridas. Mirando su rostro severo, dijo con voz temblorosa: "Estaba borracha en ese entonces. Yo no quise... ¡Ah!".
Pero sus protestas fueron interrumpidas por un grito agudo. Joelle agarró con fuerza y angustia las sábanas de la cama.
Adrian le sujetó las muñecas por encima de la cabeza. Tenía un rostro carente de expresión mientras se cernía sobre ella.
Sus embestidas eran violentas y profundas mientras se movía con fuerza, hicieron que ella se estremeciera.
El intenso dolor la estaba abrumando. Su resistencia se desvaneció a medida que la desesperación se apoderaba de ella. Estaba tirada ahí, deseando el olvido.
Tras satisfacer sus deseos, Adrian se levantó con la respiración entrecortada. Agarró una toalla del suelo y se envolvió con ella. "Has aprendido que hacerte la difícil es mucho más interesante que quedarse tirada como un pez muerto", comentó con rencor.
Después de ducharse, se marchó sin mirar atrás, como si no quisiera quedarse más tiempo ahí.
Sus rutinarias duchas antes y después del acto parecían limpiarla de él, como si fuera una mancha en su conciencia.
Joelle no entendía qué papel tenía en su vida. ¿Solo era un juguete para su placer?
¿O una herramienta para cumplir las expectativas de su familia de tener un heredero?
La ventana estaba completamente abierta, por lo que entraba un gélido y cortante viento.
A Joelle se le erizaron los pelos de la nuca y se arropó más con su manta.
No solo temblaba de frío, sino que sentía su corazón desgarrado, y el implacable viento azotaba su herida abierta.
Ahora no conocía en absoluto al hombre que había adorado durante casi ocho años.
Tres años atrás, en un lujoso banquete organizado por la familia Miller, Joelle bebió demasiado vino. Cuando se despertó, estaba desnuda en la cama con Adrian.
Antes de que pudiera asimilar lo que estaba pasando, su hermano y varios miembros de su familia irrumpieron en la habitación.
Ya no podía revertir lo sucedido. La abuela de Adrian tomó las riendas y organizó su matrimonio.
Desde entonces, él estaba convencido de que Joelle lo había drogado para que tuvieran relaciones sexuales.
A ella le desconcertaba su profunda animosidad, por más que creyera que lo había drogado. Después de todo, habían crecido juntos.
Pero ahora lo entendía todo.
Para él, ella no era más que la nefasta mujer que había saboteado su relación con Rebecca.
A menudo pensaba en lo perfecto que él se veía en los videos de Rebecca, siempre tan gentil y atento. Probablemente nunca le mostraría esa misma ternura.
No sabía cuánto tiempo había permanecido ahí, pero en medio de su aturdimiento, hizo a un lado la manta, salió de la cama y arrastró su dolorido cuerpo hacia el baño.
De pie bajo la ducha, tembló cuando el agua fría cayó sobre ella.
Al mirarse en el espejo, vio su rostro pálido y fantasmal, así como su cuerpo marcado por moretones.
No pudo contener más las lágrimas y sucumbió a un ataque de sollozos.
Esa noche no pudo dormir bien.
Tuvo sueños sobre el pasado, cuando ella y Adrian no estaban en malos términos.
Debido a su angustia, Joelle se levantó inusualmente temprano.
Después de lavarse, se puso ropa de casa y bajó las escaleras.
Leah Jenkins, la empleada doméstica con muchos años de servicio, la vio bajar y rápidamente puso la mesa con el desayuno, ya que conocía sus preferencias dietéticas.
Joelle se tomó su tiempo para comer lentamente.
"Señora Miller, ¿por qué anoche no convenció a su esposo para que se quedara? No viene a casa a menudo", comentó Leah con simpatía.
Había sido sirvienta de la familia Miller durante muchos años, por lo que había visto cómo los dos se convertían de amigos de la infancia a enemigos.
Joelle se mostró incómoda, pero lo ocultó con una sonrisa serena.
"Lo intenté, pero no quiso quedarse".
Incluso si pudiera mantener a Adrian cerca, él tenía el corazón en otra parte.
Más concretamente, en Villas Oak, el hogar de la mujer que realmente amaba.
Leah dudó y agregó con cautela: "Tal vez sea porque el señor Miller está muy ocupado con la empresa. Dirigir una compañía tan grande requiere mucho tiempo".
Tres años atrás, le habían reasignado para cuidar de Joelle, así que entendía los entresijos de ese matrimonio mejor que nadie.
Su perspicacia trajo consigo una sincera simpatía hacia ella.
Las pestañas de Joelle temblaron mientras mordisqueaba su tostada. Sus ojos se llenaron de lágrimas debido a la tensión emocional.
Sí, Adrian estaba muy ocupado, pero siempre tenía tiempo para Rebecca. Frecuentaba la Iglesia Redención en busca de un amuleto de bendición para ella.
A pesar de su apretada agenda, siempre pasaba las vacaciones con ella.
De repente, su celular rompió el silencio.
Cuando Leah salió del comedor, Joelle agarró el dispositivo y vio que era una llamada de su mejor amiga, Katherine Nash.
"Katherine, quiero el divorcio", confesó con voz ronca.
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