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Madisyn se quedó de piedra al descubrir que no era hija biológica de sus padres. Luego la verdadera hija de esa familia le tendió una trampa, haciendo que la echaran de casa y se convirtiera en el hazmerreír de todos. Creyendo que era hija de campesinos, Madisyn se sorprendió al descubrir que su verdadero padre era el hombre más rico de la ciudad y que sus hermanos eran figuras de renombre en sus respectivos campos. Todos la colmaron de amor, solo para enterarse de que Madisyn tenía un próspero negocio propio. "¡Deja de molestarme!", dijo su exnovio. "Mi corazón solo pertenece a Jenna". "¿Quién te crees que eres? ¿Mi mujer siente algo por ti?", reclamó un misterioso magnate.
"Madisyn, te hemos criado durante años y nunca nos imaginamos que fueras capaz de tanta crueldad. Ya no podemos soportar tu presencia en esta casa. Debes irte de inmediato", declaró la imponente mujer frente a Madisyn Chapman, con una mirada llena de desdén y una expresión fría y amarga; su elegante y delicado atuendo contrastaba bruscamente con la dureza de sus palabras.
Mientras tanto, una joven que se parecía bastante a esta señora estaba sentada en el sofá, abrazándose con fuerza sus rodillas vendadas. Con los ojos llorosos, ella intervino: "Mamá, por favor, fue un accidente. Perdí el equilibrio y me caí por las escaleras. Ella no tuvo nada que ver".
Hace apenas media hora, Jenna Chapman, la hija biológica de los Chapman, se había caído por las escaleras. En ese momento, Madisyn era la única que se encontraba en el piso superior, así que todos creían que la había empujado...
Ahora, las miradas que los Chapman le dirigían estaban llenas de veneno y disgusto, un marcado contraste con su actitud de hace una semana, cuando se mostraron renuentes a separarse de ella.
Madisyn miró al suelo, mientras en sus ojos brillaba un destello de ironía.
Hubo una época en la que ella fue hija única de los Chapman y aunque nunca disfrutó del favoritismo parental, no le faltaba nada: sus necesidades básicas siempre estaban cubiertas.
Sin embargo, todo cambió cuando Jeffry Chapman, a quien ella consideraba su padre, sufrió un grave accidente y necesitó una transfusión de sangre. Las pruebas y exámenes médicos subsecuentes revelaron una impactante verdad: ella no era su hija biológica. Tras esa revelación, el hombre utilizó su extensa red de contactos para encontrar a su verdadera hija, Jenna.
Como la familia Chapman era una de las de mayor renombre en Gemond, la noticia no tardó en difundirse rápidamente. Para manejar la narrativa pública y preservar su reputación, ellos declararon su compromiso inquebrantable con la chica a la que habían criado por años. Afirmaron que la seguirían tratando como su hija por un tiempo, antes de devolverla con su verdadera familia.
No obstante, a puertas cerradas, sus planes eran muy diferentes. Solo estaban esperando a que la atención pública se desviara para deshacerse discretamente de ella.
Los Chapman culparon a Madisyn por todos los años de dificultades que había pasado su verdadera hija. Por esa razón, cuando esta llegó, sacaron a la usurpadora de su habitación y la relegaron a vivir en un trastero. No conforme con eso, la obligaron a realizar tareas domésticas, dejando en claro que su estatus estaba muy por debajo que el de los sirvientes.
Sin embargo, Jenna todavía quería sacarla de la casa, así que puso en marcha varios planes en su contra. Y sus padres se hicieron de la vista gorda; de hecho, apenas podían disimular su desdén por la chica a la que por años consideraron su hija.
Esos episodios acabaron con el afecto y las ilusiones que Madisyn tenía sobre su antigua familia; además, alimentaron su resolución para confrontar las injusticias que se le habían impuesto. Cuando la tensión estaba a punto de alcanzar su punto máximo, dijo con seguridad: "Me iré, pero no antes de aclarar las cosas. Me niego a seguir llevando la carga de tus malas acciones, Jenna".
La compostura de la aludida vaciló. Bajo la intensa y helada mirada de su acusadora, su cuerpo tembló visiblemente.
'¿Qué pasó con la chica que siempre era sumisa?', se preguntó, mientras un destello de maldad brillaba en sus pupilas.
'¡Maldita perra!'.
Ella era la heredera legítima de todos los bienes de la familia Chapman. En cambio, Madisyn no era más que una usurpadora que estuvo viviendo a sus costillas y disfrutando de sus lujos y comodidades.
En ese momento, tomó una decisión: tenía que expulsar a esa impostora de la familia.
"Madisyn, no tengo idea de lo que estás hablando. Desde que reclamé mi legítimo lugar, y nuestros padres me han dado el amor que me corresponde, he sentido tu inconformidad. Y a pesar de tus acciones, me he mantenido tolerante, pero hacerme esto a mis piernas... ¡¿Cómo pudiste?! Bailar es mi pasión, la expresión de mi alma. De haber sabido que querías tanto el puesto para la competencia nacional, me habría retirado de la competencia", declaró Jenna, con la voz teñida de confusión.
Su insinuación era clara: la había saboteado por celos.
La mirada de Phyllis Chapman, madre de la lastimada, se endureció al escuchar eso. Luego, habló en un tono lleno de desdén: "Hija, tú tienes un talento notable que Madisyn nunca podría igualar. Te ganaste tu lugar en la competencia nacional a pulso". Luego, se volvió a la otra y le dijo bruscamente: "¡Tú! ¡Empaca tus cosas y vete de inmediato!".
Parecía que la expresión usualmente sombría de Madisyn solo alimentaba su desprecio. En contraste, Jenna, siempre dócil y talentosa, brillaba intensamente a sus ojos. No tenía dudas de que era una verdadera Chapman.
En medio del drama que se desarrollaba, Jeffry finalmente rompió su silencio y habló con un tono de marcada decepción. "Madisyn, habíamos aceptado tenerte aquí hasta que el escrutinio público disminuyera, pero ante el terrible resentimiento que le tienes a nuestra hija, no nos dejas otra opción. Te devolveremos con tu verdadera familia hoy mismo".
En los ojos de Jenna brilló un destello de triunfo al escuchar que su padre hablaba de la inminente partida de la oportunista. En cambio, el rostro de la expulsada se mantuvo inescrutable mientras subía las escaleras para recoger sus pertenencias.
"¿Y si quiere llevarse todo?", preguntó después de un rato la hija de los Chapman, pues la prolongada estancia de la defenestrada en el piso de arriba la inquietó. Después de todo, cualquier cosa de valor que hubiera en esa casa le pertenecía a ella. No permitiría que una impostora se llevara parte de su riqueza.
Eventualmente, Madisyn reapareció. Bajaba las escaleras lentamente, con movimientos calmados y medidos. Cargaba una discreta bolsa negra. Durante su descenso, recorrió con su fría mirada la sala, lo que fue suficiente para que Jeffry se sintiera inquieto y desviara la mirada.
"¿Eso es todo lo que empacaste? ¿Qué llevas ahí? Muéstramelo", exigió Phyllis con sospecha; había fruncido el ceño al ver el raquítico equipaje.
En el acto, su esposo alzó la mano para detener su interrogatorio y dijo: "Déjala en paz". Estaba seguro de que solo se estaba llevando la tarjeta bancaria que le dio, en la que únicamente había cien mil dólares.
"Si tienes que revisarla, adelante", declaró la imperturbable Madisyn colocando, sin ápice de duda, su bolsa sobre la mesa.
Phyllis, incapaz de ocultar su desconfianza, no perdió la oportunidad de burlarse. "Tal vez te estás llevando algo valioso", murmuró, mientras abría el bolso. Sin embargo, adentro solo encontró un cuaderno, algunas semillas y un pequeño fajo de billetes, nada de los objetos de valor que tanto le habían preocupado.
Con el rostro rojo por la vergüenza debido a su falsa acusación, se enderezó y añadió con brusquedad: "Le pediré al chofer que te lleve a tu casa".
Jeffry, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros, metió la mano en su bolsillo y sacó una tarjeta. "Madisyn, cuando regreses, escucha a tus padres. Sí, son agricultores, pero... son buenas personas, gente sencilla. Deberías ayudarlos".
Ella contempló la tarjeta que le ofrecían con sus hermosos ojos. No perdió la calma al responder suavemente: "Cada uno tiene que cumplir con su propio destino". Acto seguido, empujó la tarjeta hacia el hombre; luego añadió: "Sin embargo, antes de irme, las cosas se tienen que aclarar. Jenna, ¿cómo fue que te caíste por las escaleras? Esta es tu última oportunidad para decir la verdad".
A la aludida le hirvió la sangre, enfurecida por la serena compostura de esa impostora, pues parecía elevarla por encima de los demás, a pesar de sus humildes orígenes.
¡Madisyn no era de una familia rica! ¡Solo era la hija de unos agricultores!
"¿Qué estás insinuando? ¿Que me aventé por las escaleras? Mis piernas son mi vida; son esenciales para que pueda bailar. ¿Por qué querría lesionarlas?", soltó, poniéndose más emocionada con cada palabra que salía de su boca, hasta que comenzó a llorar dramáticamente y colapsó en los brazos de Phyllis.
Justo en ese momento, un jarrón salió volando por los aires, directamente hacia Jenna, interrumpiendo su espectáculo. Sorprendida, la joven se puso de pie de un salto.
El silencio se instaló en la habitación, mientras todos la veían con sorpresa, incluidos sus padres.
Su agilidad había sido sorprendente, ¡¿pero no había dicho que no podía levantarse debido a sus heridas?!
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Lucia Meller es mi vida, me enseño amar, me enseñó a adorarla, me mostró el mundo de forma diferente, le di todo lo que la vida me ofrecía, y se ha ido; se llevó mi vida, mi amor, dejándome el corazón y el alma hecha pedazos. Ahora me duele respirar, me duele amar, me duele la vida. La quiero, jamás podré volver amar a alguien como la ame a ella; la quiero de vuelta, la quiero conmigo, a mi lado donde pertenece; pero por más que la busco no la encuentro, es como si la vida me la hubiera arrebatado y eso me duele, ella me enseñó que se puede matar a un hombre, aunque se conserve la vida, sin embargo, me canse, no puedo llorar por alguien que no me quiere amar y aunque duele, hoy después de casi dos años le digo adiós a mi sirena; después de todo soy Gabriel Ziegermman. Un año desde que me aparte de Gabriel y mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, amar a ese hombre es lo mejor que me ha pasado en la vida, a él le debo el hecho que hoy esté viva y tener a mi lado a mi mayor tesoro, él me enseñó que lo que se desea con el alma se obtiene, pero también me enseñó que amar duele, que su amor duele, a él le debo el dolor más grande, porque dejo de amarme, no fui suficiente para él, me enseñó que su madre, su exnovia y su destino no están conmigo, y aun así lo quiero de vuelta, sé que sus prioridades cambiaron; yo solo pedía una verdad sin embargo él prefirió engañarme y dejarme.Lo quiero olvidar y lo quiero conmigo, aunque no se lo merezca, pero como hago si amar ese hombre es mi arte. Ahora estoy de vuelta y lo único que quiero es tenerlo a kilómetros de distancia, porque me enseñó que yo también tengo derecho a cambiar mis prioridades. Novela registrada N ISBN 978-958-49-7259-0 Está prohibida su adaptación o distribución sin autorización de su autor. Todos los derechos reservados all rights reserved
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