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El viento recorre mi rostro mientras cabalgó en mi caballo, siempre me gustó sentirme libre, libre de todo lo que me rodea o de mi familia, cabalgar para mí es mi pase a la libertad de ser lo que de verdad quiero, venir aquí, a la hacienda de mis padres es volver a sentirme viva, esta es mi vida una que daría lo que fuera para que siempre fuera así pero no, en algún momento tengo que volver a la realidad.
Sofia.
Es el último día de clases, tal vez todos esperan llegar este momento y yo lo hacía en algún momento de mi vida, todo cambio con la muerte de mi padre, me vine a estudiar Legos de casa solo para no pasar tiempo en casa de mi madre, ella se volvió una mujer complicada y más cuando se casó con el mano derecha de mi padre, sé que el oculta algo, en fin, las cosas nunca volvieron a ser las mismas, la confianza murió con ella así que lo que para mucho es volver a ver a sus padres y estar felices, para mí es una tortura, volver a casa, saber que mi padre no va a estar esperando por mí, que todos me vean como a una desconocida, nada de eso me gusta y me hace sentir hasta incómoda, mi vida cambio gracias a mi mamá, ella no pensó en mí, solo en ella, no tenía que casarse a solo meses de la muerte de él , nada de esto tenía que haber pasado pero paso, paso y no pude hacer nada para impedirlo.
- ¡Sofia! -el grito de Ana me saca de mis pensamientos por completo- ¿Qué pasa? llevo hablándote un buen rato y no me contestas -suspire.
- Lo siento, solo estaba pensando en mi regreso al rancho -hizo una mueca.
- ¿Cómo lo llevas? -sonríe- Si mis padres tuvieran un rancho yo sería muy feliz -yo también lo era, cuando uno vivía y la otra no se casaba con otro.
- Ana yo también fui feliz, pero la felicidad no dura para siempre, mi madre se casó con un hombre ambicioso que por si fuera poco solo le importa el -suspire- Las cosas cambiaron mucho, ahora mi padre no está para protegerme y mi padrastro no me da buena vibra, más bien, me da miedo, por eso no quiero volver -suspira- Es la verdad, odio volver.
- Tienes que volver Sofí, llevas un año negando ir, no lo hagas por ellos, tu Nana te habla todas las mañanas preguntando si está vez vas a poder ir -suspire- Sabemos que le mentiste antes, diciendo que no podías por cosas de la escuela, tuviste que comenzar a trabajar en las vacaciones para pagar donde quedarte solo por qué no quieres volver -eso era cierto- La realidad es que tú no tienes la necesidad de trabajar, eres más rica que la mayoría de aquí -vaya que era cierto- pero te gusta que te traten como lo más humilde.
- Nadie puede entender algo por lo cual no ha pasado -yo lo creía así.
- ¿Qué pasa si te acompaño este verano? -sabía que ella siempre quiso ir.
- Sabes que no la harás, tienes que salir de vacaciones con tu familia -todos los veranos se iban a las playas, por el caribe.
- Puedo ir y regresar para ir contigo, las vacaciones por el caribe no pasan de dos semanas, así que solo estarás días, dos semanas a lo mucho, sola en ese rancho y después llegó yo, lo prometo, tienes que ver a tu Nana -era cierto, mi Nana era una mujer mayor y yo tenía que verla a como dé lugar.
- Está bien, voy a ir -suspira con alivió- Solo espero que está vez si vaya alguien por mi -murmuro.
Una de las razones por las cuales no volví, fue que nunca pasaban por mí a la estación de carros, no, para ellos siempre fue más importante sus cosas, me dejaban a qué llegara como pudiera, cuando lograba llegar tampoco era como que me recibían de la mejor forma, me trataban con la punto del pie, por eso siempre volvía antes de terminar el verano, para no estar más tiempo en esa casa.
- Así me gusta, este verano nos vamos al rancho -aplaude toda emocionada .
Las clases pasaban como cada día de la semana, el instituto se sentía más libre ahora, sabíamos que se acabaron los encierros o maltratos de parte de la dirección, hoy todos podíamos hacer lo que quisiéramos y no tendría consecuencias porque era el último día para hoy mismo salir a casa, sonaba tan bonito y abrumador a la misma vez.
Las clases terminan y el último timbre suena anunciando la salida, abrazos de despedida se ven en todos lados, amigas que se separan solo por un corto tiempo.
- Hasta pronto Sofia -me saluda otra de mis compañeras.
- Hasta pronto -le respondo y salgo.
Camino a paso seguro a la salida, hoy nos quedamos aquí, o al menos unos pocos, varios salen hoy mismo, yo tenía que hacer unas llamadas, para que me esperaran.
- Nana -hable tranquila- ¿Mañana podrían mandar por mí a la estación de carros? -su grito de emoción me hizo saber que estaba tomando una buena decisión.
- Claro mi niña, voy a mandar por usted -sonaba tan contenta.
- Nana una consulta -no sabía si debía preguntar- ¿Mi mamá está en casa?
- Claro niña, ella ahora mismo está en la cocina, junto a mí -hizo silencio- ¿Quiere hablar con ella? -escuche claro cuando le dijo que no.
- No, yo solo hablo para saber de ti Nana, eres como mi madre, pregunte por ella solo para saber si estará mañana cuando llegue -en parte era verdad, solo en parte por qué en el fondo esperaba un poco de afecto de su parte.
- No sabría decirte ¿quieres que le pregunté? -suspire y murmure un simple "si".
Se escuchaba silencio, nadie decía nada, esto era una tortura, ¿siempre iba a ser lo mismo? no lo sabía, la verdad nadie sabría eso.
- Niña -su voz sonó apagada- Ella no estará y no habrá quien vaya por usted -lo tenía decidido, iría a como dé lugar.
- ¿Que novedad cierto? -me reí sin gracia- No te preocupes María, yo voy a llegar a verte, solo a ti -aclare- Pero te puedo asegurar que muchas cosas van a comenzar a cambiar -nos despedimos y colgó la llamada.
Claro que las cosas cambiarían, era mayor de edad, el testamento de mi padre fue claro, mientras no cumpliera mis dieciocho años, ella era la dueña, la cosa cambia cuando eso pasara, pues resulta que todo pasaría a mí, bien pensado padre, a veces creo que él sabía cosas que nadie más pudo ver, lo cierto es que si antes no me animé a nada de esto es por qué guardaba la pequeña esperanza de que me demostrara amor, tan solo eso pedía de parte de mi madre pero tal parece que pedía mucho.
Comencé a organizar mis maletas, llevaba ropa de campo, camisas de manga y sin manga, pantalones de mezclilla, botas y tenis, solo puse uno o dos vestidos de fiesta y cosas elegantes, uno nunca sabe, pero mi mayoría de ropa era así, sencilla, me gustaba vestir tranquila, si bien aquí no usaba esto siempre guarde y compraba algo para este momento, imagino que mi corazón en el fondo esperaba volver a casa, para bien o para mal es mi casa.
- Nana todo esto lo hago por ti, quiero verte y saber que estás bien, aun cuando siempre me dices que lo estás -estaba mirando una foto de ella- Eres como mi mamá -suspire.
Los recuerdos llegaban a mi mente mientras me acostaba a dormir, las veces que mi padre me cuido en mi enfermedad, el día de que accidente, saber que el ya no iba a estar más en mi vida hizo un antes y después, no se cuando me quedé dormida, solo sé que desperté igual de inquieta y con miles de pensamientos en mi mente.
- Sofia relájate, solo vas unos días y vuelves -me hablé a mí misma- Lo haces por Nana, por nadie más -me levanté de la cama.
Me metí a la ducha me comencé a bañar y después a buscar mi ropa, me coloque unos pantalones celeste de mezclilla, una blusa de tiras rosa y una camisa blanca encima de esta, unos tenis blancos, no me puse nada de maquillaje, me hice una coleta alta, tome mi maleta y salí rumbo al aeropuerto, tenía que tomar un avión para luego llegar a un pueblo cercano y después tomar un autobús que me dejaría en la estación, esperando a que llegarán por mí, claro está, en caso de que mi Nana logrará encontrar a alguien que venga a buscarme.
Al llegar al aeropuerto, estaba lleno, ¡dios todos tenían que querer viajar hoy! debía ser una broma del destino, a mí me gustaba la soledad y ahora estar rodeada de tanta gente me estaba complicado todo.
Horas después estaba en el avión, camino a mi hermoso pueblito, estaba tranquila, por primera vez en años me sentía así, tranquila, era como saber que estaba haciendo lo correcto y en cierto modo creo que lo estaba haciendo, luego de llegar al aeropuerto de destino camine por una pequeña banqueta para tomar el autobús, después de tener los boletos subí al camión y al chófer le enseñe los boletos para que me dejara subir, una vez arriba me acomode del lado de la ventanilla, mis maletas iban en la parte de abajo del carro, algo así como una cajuela pero muy grande.
- ¿Usted a dónde va? -me pregunta un joven, quizás un poco más mayor que yo.
- A la hacienda El Huracán -así se llenaba dónde pase gran parte de mi infancia.
- Vaya, eres algo de la señora Minerva -mi madre.
- Es mi madre -murmuro bajo- Sofía González -sonríe.
- ¿Eres hija del señor Gustavo? -su pregunta sonaba cautelosa.
- Si -murmure incomoda- ¿Tú eres? -le pregunté.
- Emanuel -sonríe mientras me da la mano- Emanuel Lombardo, tu vecino de hacienda -afirme, tomando su mano.
- Un gusto -íbamos en el mismo lado de asientos.
Al llegar a la estación cada uno salió por su lado, como era de esperarse, nadie llegó por mí, así que tendría que verlo por mi cuenta, tenía que ver el maldito modo de llegar, todo por qué a la señora se le antojo algo que hacer para evitar que vinieran por mí.
- Parece que nadie ha venido por usted -suspire para voltear a verlo.
- Que novedad -hable sarcástica.
- Puedes venir conmigo, mi hermana me viene a buscar, debe de estar por llegar -me quede pensando un momento, no era mala idea ir con ellos.
- Te lo agradecería mucho -no mentía, estaba cansada, ya eran muchas horas de viaje y quería descansar.
A veces el amor aparece de la manera más inesperada y en la forma de la persona menos pensada. Para Daniel, la vida a sus 40 años es una rutina entre sus tres hijos y su cargo de CEO de la empresa familiar. El fallecimiento de su esposa lo deja inmerso en la tristeza; creando, con el correr de los años, una coraza fría a su alrededor. Deanna tiene una vida normal, trabaja medio tiempo y estudia en la Universidad de Artes porque quiere lograr su sueño: cantar en la ópera. Solo le falta un año para terminar su carrera cuando su amigo Harry le pide ayuda desesperado. Una antigua regla familiar le impide casarse con su novia, la cual está embarazada. Para hacerlo, Daniel, su hermano, debe casarse primero. Para ayudarlo con su problema Daniel y Deanna acceden a fingir una relación y un matrimonio. Son tan opuestos que la atracción es inevitable. Él encuentra en ella la calidez que faltaba en su vida y Deanna el amor luego de una ruptura desastrosa. Finalmente, Daniel puede volver a tener una familia. Pero hay muchos intereses ocultos que buscan separarlos y alejarlos. El viaje es difícil, deben enfrentarse no solo a terceros que les complicaran las cosas, sino también a sus propios miedos e inseguridades. No es sencillo equilibrar 15 años de diferencia. Pero el corazón tiene razones que la misma razón nunca entenderá.
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