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¿Alguna vez has pensado que podrías enamorarte de un amigo de tu hermano mayor? Pues eso me ha pasado a mí. Me llamo Heather y, desde que en la adolescencia las hormonas hicieron presencia en mi cuerpo, éste me ha dicho por todos los medios posibles que Stefan es el hombre de mi vida. Él es uno de los dos mejores amigos de mi hermano Aiden y me ha robado el corazón. Sin embargo, me lo partió el día que decidí pedirle que viniera conmigo al baile de mi graduación. Su contestación se me quedó tan grabada en la mente que intenté por todos los medios hacerle caso y olvidarlo, pero no pude, y cuando tuve un pequeño accidente que me borró la memoria, desperté recordándole, aunque de una manera muy diferente.
Nindram, Adanac. 26 de junio de 2010
El verano ya ha llegado. He terminado mis últimos exámenes que me harán graduarme del instituto y en unos pocos días será el baile.
Salgo de mi casa hacia el jardín trasero ataviada con el bikini, dejo la toalla en el suelo, cerca del bordillo de la piscina, y me tiro de cabeza al agua para refrescarme.
Me quedo bocarriba, disfrutando de la tranquilidad hasta que mi hermana y mi hermano aparezcan para pasar el tiempo juntos antes de que cada uno escoja su camino.
Mi hermana gemela y yo nos iremos a la academia de policía mientras mi hermano se marchará para hacer la formación necesaria para entrar en el GEMAT (Grupo Especial de Mar, Aire y Tierra). Este grupo pertenece a una unidad especial del ejército dedicada a los trabajos más peligrosos que la policía no puede hacer por no tener ni el entrenamiento ni los medios necesarios para ello.
Escucho el murmullo de las voces cuando salen al jardín y sonrío. Estoy a punto de ponerme de pie para saludarlos cuando tres bombas me rodean, casi ahogándome con toda el agua que han echado hacia mí.
Las tres cabezas salen a la superficie y veo a mi hermano y sus dos mejores amigos sonriéndome. Mis ojos pasan de uno a otro, observándoles con atención. Van a pasar muchos meses o, incluso años, que no voy a poder verlos a diario como hasta ahora, así que, quiero memorizar todo lo que pueda para no olvidarme de ellos, sobre todo de Stefan.
Desde que comencé mi adolescencia y las hormonas hicieron presencia en mi organismo, no dejé de fijarme en él. Stefan es el chico que tiene todo lo que me gusta en un hombre, sin embargo, hay un problemilla: él solo me ve como la hermana pequeña de uno de sus mejores amigos. Cree que solo soy una niña ingenua que no sabe en realidad lo que quiere. Me lo dejó bastante claro cuando le pedí que viniera conmigo al baile de graduación.
En fin, estoy un poco molesta con él, aunque me es imposible enfadarme.
-Regresa de la nube, hermanita. Tenemos que aprovechar este verano al máximo antes de separarnos -me dice mi hermano al acercarse a mí para darme un abrazo y una ahogadilla traicionera después.
-Esto es la guerra. ¡Chicas, ayudarme! -grito cuando saco la cabeza del agua.
Mi hermana gemela Hayley y nuestra amiga Samanta se tiran a la piscina dispuestas a echarme una mano y acabar con ellos.
Peleamos con todas nuestras fuerzas, aun así, acabamos las tres bajo el agua más de una vez. Están fuertes. El entrenamiento del ejército los ha esculpido para parecer dioses que han bajado del cielo para castigar al género femenino de todo el planeta.
Salgo de la piscina con cansancio y me enrollo en la toalla para secarme un poco e ir a la cocina a por unos sándwiches y algo de beber.
Estoy ocupándome de los bocadillos cuando llaman al timbre de la puerta. Me limpio los dedos con una servilleta y me dirijo a la entrada para saber quién viene de visita.
-¿Mason? ¿Qué haces aquí? -le pregunto a uno de mis compañeros de clase desde que estábamos en el colegio.
-Quería preguntarte una cosa -me coge de las manos, respira hondo y me dice-: ¿Quieres venir al baile conmigo?
Mis ojos se abren por la sorpresa y escucho que alguien se queda parado en el arco de la cocina. Bajo la cabeza y miro de reojo a nuestro espectador. Stefan nos está observando con los sándwiches en las manos. Alzo la mirada hacia mi compañero, le dedico una sonrisa y asiento con la cabeza.
-Por supuesto que iré contigo al baile -contesto al hacer fuerzas para que mi voz no tiemble al saber que mi amor platónico está vigilando mis movimientos.
-Te recogeré a las nueve -responde Mason con una gran sonrisa de oreja a oreja en los labios y los ojos brillando de felicidad.
Me deja un beso en cada mano, me abraza y se va saltando de alegría. Cierro la puerta, doy media vuelta y me enfrento a Stefan. Paso por su lado para coger los refrescos del frigorífico con la cabeza bien alta y una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Se puede saber qué haces ahí? -le regaño disimulando mi alegría.
-He venido a ayudarte con los sándwiches -me habla después de unos segundos en silencio en los que no se mueve del sitio ni aparta su vista de la puerta.
-Estupendo, gracias. Vamos, estamos todos hambrientos.
Agarro varias latas de refresco y salgo al jardín para que ni mis hermanos ni mis amigos desfallezcan por deshidratación.
Cuando llego hasta ellos, para variar, mi hermano y Samanta están discutiendo. Se llevan como el perro y el gato.
Dejo los refrescos en la mesa de cristal y mimbre rodeada de varias sillas y me siento entre mi hermano y mi amiga. Cojo un bocadillo que Stefan deja en el centro de la mesa y le doy un pequeño mordisco. Me lo como mientras le cuento a mi hermana y a mi amiga lo que ha pasado con Mason. No dejo de sonreír e ignoro al amigo de mi hermano. Qué más da, eso es lo que él quería, ¿no? Me dijo que le olvidara, pues eso haré, olvidarle.
En cierta medida, el chico tiene razón. Soy joven y la vida aún puede sorprenderme. Puedo encontrar al hombre de mi vida en cualquier parte y no voy a desperdiciar ni un minuto más soñando con un amor no correspondido.
***
Ha llegado el día del baile y estoy muy nerviosa. La hora de que Mason me recoja está cerca y mis manos tiemblan entre el miedo y los nervios. Respiro hondo y sacudo los brazos para calmarme. «Todo va a salir bien», pienso al mirarme en el espejo de mi habitación.
-Mis amores, estáis preciosas -nos comenta nuestra madre a mi hermana y a mí con lágrimas resbalando por sus mejillas.
La abrazamos con fuerza y le dejamos un beso para que deje de llorar y no nos contagie su llanto. Sé que está triste por todo lo que viene después del baile y, aunque no está muy de acuerdo con la profesión que hemos escogido, nos apoya.
-No te preocupes, mamá. Seguro que se nos va a pasar el tiempo rápidamente y, cuando menos te lo esperes, estaremos de vuelta para darte dolor de cabeza con nuestras locuras -le dice mi hermana secando sus lágrimas con el dedo pulgar.
-Estoy convencida de ello, mis amores.
El timbre suena en la planta baja de la casa. Hayley y yo damos un brinco y los nervios vuelven a nosotras. Respiramos hondo con las manos cogidas y salimos de la habitación para bajar las escaleras y quedarnos petrificadas a mitad de camino al ver a la visita.
Los cuerpos de Stefan e Ian, los mejores amigos de nuestro hermano mayor Aiden, están en el hueco de la puerta con las bocas abiertas y los ojos clavados en nosotras.
Dejo salir el aire que he estado conteniendo, me doy media vuelta y subo las escaleras para esperar a mi pareja en mi habitación. Pongo la mano en el pomo y el timbre vuelve a retumbar en la casa. Mis piernas tiemblan como un flan al saber que ahora sí, ahí está él.
Los tacones de nuestros zapatos resuenan mientras descendemos los escalones despacio y otra vez hemos bajado para nada. Delante de nuestros ojos aparece Samanta. Parece un ángel que ha caído del cielo con ese vestido blanco largo, ceñido a sus curvas y con escote de corazón. Lleva su pelo negro recogido en un moño alto y se ha pintado los labios de rojo para que destaquen con su blanca piel.
-Vaya, estás hermosa, amiga -la halagamos mi hermana y yo al acercarnos a ella para abrazarla con fuerza.
-Es una noche especial. No se puede ir con vaqueros y una sudadera -nos responde con una sonrisa en los labios.
Estamos subiendo la autoestima de una a otra cuando Mason, Caleb, la pareja de mi hermana, y Benjamín, el amigo de Samanta, aparecen en el hueco de la puerta abierta con unas pulseras de flores en las manos. Se quedan paralizados al mirarnos de arriba abajo con sorpresa y empiezan a temblar cuando mi padre hace presencia en la estancia para despedirse de nosotras y divertirse un poco a costa de nuestros amigos.
-Espero que las cuidéis como se merecen -les advierte mi padre al dejarnos un beso en la mejilla a las tres.
-Por supuesto, señor -contestan casi con una reverencia.
Extienden sus manos hacia nosotras, nos ponen las pulseras florales en las muñecas y nos guían hasta la limusina que han alquilado para esa noche especial.
***
La limusina es impresionante y está repleta de botellas de champán y flores. Nos sentamos y el chófer pone rumbo hacia el instituto. El baile nos espera y la noche también.
Las tres hemos hecho un pacto: nos divertiríamos esta noche al máximo y dejaríamos que pasara lo que tuviera que pasar entre nuestras parejas y nosotras.
Bailamos como si no hubiera un mañana y casi son las doce de la noche cuando los chicos nos acompañan en el vehículo hasta la puerta de nuestra casa.
Mason y Caleb se apean de la limusina para escoltarnos a mi hermana y a mí hasta la puerta de entrada. Los dos nos tienen las manos agarradas y clavan sus ojos en los nuestros.
Mi pareja me dedica una sonrisa, me acaricia la mejilla y se inclina hacia mí para dejarme un tierno y suave beso en los labios. El beso se está intensificando cuando la puerta de la casa se abre y aparecen los rostros serios de mi hermano y sus dos amigos. Los tres cruzan los brazos a la altura del pecho al contemplar nuestros rostros sonrojados y nuestras respiraciones agitadas.
-Parece que hemos llegado en el momento idóneo -comenta Aiden mirando a uno y después a otro.
-Tranquilo, solo ha sido un beso, un magnífico beso -contesta Mason desviando su mirada hacia mí con una sonrisa en los labios.
-Más os vale que solo haya sido eso.
-Venga ya, hermano. No seas como papá, por favor -le dice Hayley dejando otro beso a Caleb en los labios, aparta a nuestros guardaespaldas con un empujón para entrar en la casa y sube las escaleras despacio.
-Hasta mañana, Mason -me despido de mi pareja y sigo a mi hermana.
Nos cambiamos y nos quedamos hablando durante un buen rato por teléfono con Samanta para quedar e ir a la playa con nuestros compañeros de clase.
***
Nuestro día en la playa está siendo perfecto hasta que, por casualidad, mi hermano y sus amigos aparecen. Se sientan en sus toallas, a solo unos pocos metros de nuestro grupo, y puedo ver cómo nos observan con el rabillo del ojo. «Se están pasando de protectores estos tres», pienso resoplando con fastidio.
Me levanto para ir al agua junto a Mason y jugamos a la pelota con los demás. Cuando estoy cansada, me tumbo en la toalla boca abajo, me desabrocho las cuerdas del bikini para que no se me queden las marcas blancas y le pido a mi compañero que me eche un poco de crema.
Siento sus suaves manos por mi espalda con los ojos cerrados y presiento que alguien me está observando. Levanto los párpados y me encuentro con la mirada azul verdosa de Stefan. Su mandíbula está tensa y su ceño fruncido. «¿Y a éste qué le pasa?», me pregunto extrañada.
Las manos de Mason bajan hasta la parte baja de mi espalda, muy cerca de mi trasero, y vuelvo a cerrar los ojos con una sonrisa en mis labios para disfrutar del pequeño masaje.
Vemos todos juntos el anochecer desde la orilla de la playa y recogemos para irnos. Yo estoy un poco rezagada enrollando la toalla para meterla en la mochila y Stefan se acerca a mí.
-Felicidades -me dice con las manos metidas en los bolsillos de las bermudas.
-¿Por qué? -le inquiero confundida.
-Por tu graduación y tu acceso a la academia. No me he dado cuenta de felicitarte antes.
-No te preocupes. Sé que te alegras por mí, aunque no lo demuestres.
-Bueno, eres la hermana pequeña de uno de mis dos mejores amigos...
-Sí, lo sé -lo interrumpo furiosa-. Supongo que ahora podré hacer lo que no he podido al tenerte tan cerca.
-¿El qué?
-Olvidarte. Eso es lo que me dijiste cuando te invité a ir al baile conmigo, ¿no? Tranquilo, vas a deshacerte de mí -me pongo la mochila en el hombro y me encamino hacia donde están mis compañeros, pero Stefan me agarra del brazo para detenerme.
Sus ojos se clavan en los míos, fijos, sin pestañear. Abre la boca para decir algo, sin embargo, me suelta y se aleja de mí sin decir ni una palabra.
Una lágrima rezagada resbala por mi mejilla y, en ese mismo instante, estoy totalmente segura de que nunca pasará nada entre nosotros. Su lealtad para con mi hermano es más fuerte que los sentimientos que pueda llegar a tener por mí, si es que alguna vez ha sentido algo.
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