Llegó a la mesa donde se encontraba sentado junto a la mesa repleta de comida. Le hizo una señal para detener a los hombres que le acompañaban a la reunión. De sobra sabía que el viejo no quería intrusos en su mesa, pero no eran tiempos para ir solo.
-Basilio... veo que está usted mejor de lo que esperaba.
Había sobrevivido a un ataque de Pedro Manchillas en la casa de Barbate.
-Zeus, tengo más vidas que un gato- bromeó el viejo, hizo un gesto para que le acompañase a la mesa-. Vamos, desayuna algo.
Zeus tomó asiento frente a él, pero descartó la invitación. Tenía el estómago cerrado. Porque, hacía mucho tiempo que ambas familias perdieron contacto y le extrañaba ese repentino llamado del viejo.
-Prefiero que vaya al grano, no tengo mucho tiempo. ¿Para qué me llamó con tanta urgencia?
-Los jóvenes y sus excusas - rió el viejo sacudiendo la cabeza -. Pero está bien, seré lo más conciso posible. Primero, quiero darte el pésame por tu padre. Hubiese ido a su funeral, pero como comprenderás estaba ocupado, salvando mi vida.
Zeus pudo notar cierto sarcasmo en su tono. Admitía que era un buen cínico.
-Si, ya supe que los Manchillas te atacaron ese mismo día del entierro.
-Así es. La libré por muy poco - admitió con sinceridad -. Pero estoy seguro que para la próxima no tendré la misma suerte. Tengo que admitir que, ya no soy lo que era... He perdido a muchos hombres, territorios, valores y poder... solo me queda morir con dignidad. Por eso quiero pedirte algo importante para mí antes de que me vaya al otro mundo.
El hecho de que Basilio Salvatierra reconociera su caída, ya era una cruel humillación. Pero poco le importaba a Zeus, no quería nada que ver con los Salvatierra porque sabía de sobra qué ese apellido estaba maldito y a él le iba muy bien solo, por ahora.
-Basilio, le voy a confesar algo. Mi padre puede que le deba la vida, pero yo no. Yo a usted no le debo nada. Así que le voy a...
Se hizo un silencio atroz. Uno de sus hombres, hizo un brusco movimiento tratando de sacar el arma, pero una bala le atravesó el cráneo. Zeus se llevó un brazo a la cabeza, la otra mano voló a la parte trasera del pantalón y sacó su revólver. Al girarse, el viejo se colocó delante de él, sin pensarlo dos veces. La espalda le rebotó en su pecho. La sangre salpicó a todas direcciones. Zeus odiaba eso, soltó un gruñido. El viejo se desplomaba en su regazo, al mismo tiempo que apuntaba y disparaba a los intrusos. Entre los pocos hombres de Basilio y los suyos pudieron tomar el control de la situación. Había tres hombres francotiradores, pero al ver que ellos respondieron a plomo y a granadas, huyeron. Ya habían cumplido el trabajo, mataron al viejo Salvatierra y no tenía nada más que hacer ahí.
Zeus bajó la mirada, Basilio jadeaba...
-Escúchame - tosió escupiendo sangre -. Ahora si me debes la vida - bromeó el cínico, tomó aire y prosiguió, a pesar de que Zeus presionando el agujero de su pecho le pedía silencio. -. Han vuelto antes de que hablara contigo... En mi bolsillo tengo algo para ti. Te lo entrego a cambio de que cuides a mi nieta, Casandra... no la dejes sola- volvió a toser con el semblante blanco.
-Vamos, la va a proteger usted mismo... aguante...
-Zeus... cuidala o vendré del infierno hacerte pagar tu traición ¡cuidala! - las lágrimas brotaban de sus pequeños ojos, era la primera vez que le veía así, vulnerable -. Ustedes dos, recuperen el poder...
-¡Aaahh! -ni hizo falta cerrarle los ojos, Basilio los cerró por sí solo.
Soltó un gruñido frustrado. Maldecía al viejo por morirse en sus brazos. Por obligarlo a ver su muerte. Por verse obligado a deberle la vida y por acceder a su última voluntad. Lo último que Zeus necesitaba era oír el nombre de Casandra. Pero ese viejo sabía que había reglas que él no rompería, le debía la vida.
Metió la mano en los bolsillos hasta que lo encontró. Un sobre doblado y salpicado en sangre. Por suerte pudo rescatar lo que contenía en su interior. Sus dedos hicieron el recorrido de la bendición. Se levantó y salió de allí con los pocos hombres que sobrevivieron. Era cruel dejarle allí tirado, pero consideraba que lo que acaba de hacer el viejo, no tenía nombre. Primero había traicionado a su padre y luego se atrevió a pedirle que cuidara a Casandra, la niña bonita del narcotráfico.