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Georgina "Gigi", ha sufrido una gran humillación pública, lo que la ha llevado a padecer una terrible fobia al exterior (Agorafobia). Cada segundo de la vida de Gigi está organizado en lo que ella llama "La Agenda del Grinch", la cual (según ella) evita que se deslice hacia la locura. Así es hasta que aparece el Dr Ethan Russel para poner su organizado y solitario mundo de cabeza, un psicólogo que se ha dado la tarea de sacarla de la oscuridad y traerla hacia la luz donde vive el resto de las personas. ¿El Dr Russel lo lograra? ¿La piel de Gigi lograra absorber niveles normales de vitamina D? ¿Obtendrá un bonito bronceado incluso? Toca leer para averiguar.
Gigi
¿Cuánto es el máximo tiempo que han permanecidos recluidos en sus casas?
Con los eventos que nos han acontecido últimamente como humanidad, dicha pregunta se ha vuelto complicada de responder. Yo les daré mi respuesta y ustedes dirán la suya en voz alta mientras leen esto; 7 años, esa es mi respuesta.
He estado cautiva tras las paredes de mi habitación por 7 años, resguardada por los barrotes más duros, resistentes y confiables que puedan existir; mi mente. He sido mi propia prisionera durante 7 largos años. Pero no piensen que soy rara, bueno... No soy tan rara como puedan suponerlo, soy en resumidas cuentas muy parecida a ustedes, solo que yo únicamente soy capaz de ver una pequeña porción del mundo.
Luego de 1 año de ser mi propia prisionera, descubrí que todo lo que me ocurría tenía un nombre bastante curioso, "agorafobia", del griego "ágora" que significa plaza o literalmente "lugar de encuentro" y "fobia" la cual viene de Fobos, la divinidad griega que causa un miedo tan grande e irracional en los hombres que hasta nuestros días su nombre sigue manteniendo su misma función.
Se preguntarán como termine aquí, lo cual es una historia bastante graciosa. Todo comenzó cuando cumplí 12 años. Hasta entonces, había mantenido la vida de cualquier niña de su edad. Iba a la escuela, al ballet y mantenía regularmente citas de juego con mis amigas de aquel entonces, de las cuales yo cumplía mi papel como líder absoluta del grupo, pero debemos recordar que sobre la cabeza de cada líder o monarca; pende una espada de un delgado hilo. Aquella espada y aquel hilo tenía un nombre, Samantha Kane.
Pero regresando a aquel día en el que mi vida como prisionera dio inicio, déjenme decirles que inicio como cualquier otro, Nana Beet me despertó temprano, cepillo mi cabello y me hizo el peinado en tendencia en aquel entonces, lo que consistía en una bella trenza francesa, adornada con una cinta de seda blanca, la cual hacía juego con el uniforme del caro colegio al que asistía. Luego de prepararme para afrontar el día, baje a desayunar, mi padre y Cordelia-- mi madrastra--me dirigieron sus elogios ocasionales, los cuales consistían en alabar los hermosos y cautivadores ojos herencia de mi madre.
Ya en el colegio, todo prosiguió con normalidad, asistimos a clase de literatura, la cual era impartida por la señorita Beckley, un as en la materia, pero era algo de suponerse, su poco atractivo seguramente le daba el suficiente tiempo libre para devorar libros. Ya en el receso de las 9:45, todas nos dirigimos a nuestro lugar de socialización habitual, la cual era la fuente en medio de un gran y hermoso jardín, entre aquellas bellas flores, aquel grupo de señoritas compartían sus infantiles impresiones sobre el mundo y todos los que se encontraban en él-- mi forma elegante de decirles que nos sentábamos a cotillear sobre todos nuestros conocidos-- Luego de un rato de esparcimiento y diversión; nos dirigimos a nuestro salón de clases por los anchos pasillos, mientras todos se apartaban de nuestro camino a medida que avanzábamos en él. A mitad de aquel pasillo, ocurrió aquel incidente que me confino aquí, solo puedo decirles que algo tibio y rojo bajo por una de mis piernas, dejando su rastro en forma de pequeñas gotas rojas en el suelo.
De un momento a otro, las miradas de admiración se convirtieron en bufos y el flash de los teléfonos celulares ilumino mi alrededor cegándome momentáneamente. Corrí al baño tan rápido como me fue posible, y en ese instante pude descubrir una gran verdad, al momento de tu caída; todos apartan su mirada para evitar caer contigo al intentar ayudarte a levantar.
Ya en el baño, intente limpiar la sangre que había bajado en un fino hilo rojo por mi pierna derecha, pero no importaba que tanto tallase frenéticamente, eso no iba a deshacer lo que había ocurrido. No podía seguir ahí, necesitaba escapar rápidamente y tal vez, solo tal vez; mañana nadie recordaría todo aquello-- Así pensé ingenuamente mientras intentaba sacar la mancha de vergüenza de mi falda- lo único que recuerdo de como termino aquel día fue que llame a Gordon- Nuestro chofer-- y ya en casa me encerré en mi habitación a llorar hasta que Nana Beet me despertó a la hora de la cena, la cual rechace rotundamente y proseguí alimentando aquel río que había nacido de mis lágrimas.
Al día siguiente, me negué a aceptar mi final y decidí borrar el día anterior de mi mente, pero ver aquella gran sombra gris bajo mis ojos servía como recordatorio de mis 5 horas de llanto, así que intente corregirlas con algo de maquillaje que había robado de Cordelia para la pijamada que íbamos a llevar acabo el fin de semana, para resolver momentáneamente mi nuevo predicamento sin involucrar a terceros, recurrí a la única fuente de información más o menos confiable que tenemos a la mano todos hoy día, lo que se traduce como "Google", lo que me hizo descubrir que aquellas cajitas rosas con pequeños empaques blancos en su interior eran las famosas "toallas sanitarias de ala doble" . Luego de tomar mi delicioso cereal de malvaviscos, miel y hojuelas de maíz, emprendí mi camino al colegio junto al fiel Gordon, el cual evitaba preguntar porque lo había llamado ayer, pero al ver mi mirada desde el retrovisor seguramente tenía vagas suposiciones que aquello había sido algo muy malo.
Ya frente al gran edificio, todo parecía transcurrir como de costumbre, así que me limite a agachar la cabeza intentando hacerme invisible a los ojos de los demás, cosa que funciono hasta que por no ver mi camino hasta el salón de clases me tropecé con Bobby Lane.
-Oigan, es la chica del video. - Grito Bobby Lane, quien parecía no recordar mi nombre, a pesar de que apenas ayer se me quedaba mirando como quien en su vida ha visto el mar y lo llevan a la playa por primera vez.
Todos dirigieron su mirada hacía mí y empecé a ser presa del pánico que iba subiendo desde la punta de mis pies hasta la punta de cada hebra de fino y sedoso pelo que conformaba mi cabellera oscura y brillante, muchos de los chicos en el pasillo llevaban en sus manos un vaso, cuyo contenido me fue relevado cuando empezaron a arrojarlo a sus pies, era soda de cereza, la cual, como todos sabemos es de un brillante rojo.
-Oops.- Dijo el chico larguirucho parado justo al lado de Bobby Lane, cuyo rostro me era desconocido hasta entonces, y aunque su nombre hoy día se me asemeja a un misterio tan grande como lo que se encuentre escondido al fondo de la posa de las marianas, nunca olvidaré la mirada burlona que me dirigió y como reía mostrando sus horribles dientes amarillos.
Todo lo que quería hacer en aquel momento era huir, pero no pude hacer más que convertir mi mano en un puño, intentando retener sino con valentía, al menos con furia las lágrimas que intentaban fluir por mis ojos.
Al entrar en el salón de clases, el grupo de chicas que hasta entonces pensé que eran mis amigas rodeaba a Samantha, quien seguramente en el preciso instante en que mi corona toco el suelo, o mejor dicho; en el preciso instante en el que todos vieron a una diosa sangrar, ella me había remplazado y arrebatado mis títulos, derechos y privilegios de líder.
-Gigi...- Dijo Samantha reprimiendo una de sus escandalosas risotadas. -Nosotras debemos irnos... Tú deberías permanecer... Quedarte aquí, es más seguro, ya sabes. - Agrego poniéndose de pie para retirarse mientras sus obreras la seguían.
Karen Douglas-James permaneció en su asiento habitual y me miraba fijamente como si sopesase confesarme algo que podría destruirme de una vez por todas, Samantha le arrojo una mirada y elevo una ceja para que Karen la siguiera, pero no abandono su asiento hasta que al fin Samantha y el resto de las chicas dejaron el salón.
-Siéntate. - Me dijo Karen dando dos palmaditas al espacio vacío junto a ella en el banco. - Debes mirar algo. - Agregó luego de que me senté junto a ella y nos quedamos mirándonos la una a la otra por un minuto tan largo que me hizo comprender al fin la relatividad del tiempo.
Karen saco su teléfono celular y me mostro que era aquello que le causaba tanta gracia a Samantha y a las demás. Se trataba de un vídeo perfectamente editado para hacerlo más cómico, en el que yo aparezco parada en medio del pasillo siendo observada por todos, de la nada hago erupción y la lava se extiende en el suelo, el vídeo tenía una duración de apenas 35 segundos, y aunque era cruel, solo era una partícula de sal en un mar de memes sobre mí.
-¿P-Por qué?.- Le pregunte a Karen, cuando en realidad deseaba preguntárselo al mundo que ahora me humillaba y me ridiculizaba con la mayor crueldad.
El día empeoro gradualmente. Todos me miraban, intentaban ocultar sus risas a mi pasar y más de uno descaradamente me pidió un selfi, porque todos querían una foto con la que decidieron bautizar en internet como "chica volcán" o "Lava-Girl". No pude soportar las 2 horas que me quedaban en el colegio, así que hice lo que tenía que hacer para preservar los restos de mí cordura; me fui caminando a casa en busca del único refugio que conocía, mi habitación, aquel sería mi último día de libertad antes de ocultarme de todos para siempre.
Me presento ante ti y extiendo una mano invisible para saludarte, soy Georgina "Gigi" Percy, y esta es mi historia.
Un exitoso CEO que llega desde el extranjero para descubrir los problemas de una de sus sucursales en Latinoamérica. Gracias a su amigo más fiel y gerente de la empresa, se infiltra como un empleado más para descubrir qué está fallando. Conoce a una de las empleadas, una madre sustituta que cuida a sus sobrinos y que, sin saber quién es realmente el nuevo señor gruñón, se enamora del pesado pasante. Mientras él se siente cada vez más atraído por ella, su jefe directo, también interesado en ella, se mete todo el tiempo en esa relación secreta. El CEO deberá lidiar con su identidad secreta, los problemas de la empresa y el creciente conflicto personal, todo mientras intenta ganarse el corazón de su compañera.
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