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La historia comienza con Claire Bonett, una estudiante de literatura que está haciendo una especialización en letras. Su maestro le pide de repente que escriba una historia y ella no sabe sobre que escribir. Su amiga le dice que si quiere inspirarse debería ir a un club a pasarlo bien. Ella al principio no quiere, pero luego con tanta insistencia acepta y termina yendo. A diferencia de su amiga que parece disfrutarlo todo, ella se siente rara y solitaria allí porque nunca había ido a uno, y se sorprende de todo lo que observa mientras recorre con su mirada todo lo que sucede en ese lugar. Claire termina extraviándose en un pasillo solitario de ese club luego de deambular alejándose del bullicio. Allí se tropieza con un hombre tanto intimidante como atractivo. Intenta esquivarlo, pero no lo consigue y así es que conoce por primera vez a Julian Callaghan el que se convertirá en la inspiración para la historia que debe escribir y en su atractivo villano, llevándola a vivir aventuras con las que nunca soñó experimentar.
―¿Qué te parece este?
Mi amiga Ivette levanta hacia mí un vestidito muy cortito color plata bastante luminoso y con un escote que casi llega al ombligo. Estamos en una de sus tantas faenas para conseguir un vestido nuevo para irse de fiesta.
―Demasiado escandaloso ―respondo y ella hace una mueca de sarcasmo.
―Por favor sé que no te va esta moda, aun así, dilo con más ánimos ―me riñe.
―Vamos Iv, no estoy de humor, además, sabes que no soy la indicada para decirte que usar en una fiesta. Se supone que eres tú.
―Vaya regaño, ¿y que es ahora si se puede saber? ―se queja, pero no deja el vestido, lo lleva con ella.
No sé por qué siempre me pregunta cuando tiene claro que ese estilo es propio de ella, sin embargo, me alegra que me pregunte.
―Es Geller ―contesto aburrida de solo recordar lo que me dijo y que no había contemplado hacer.
―¿Me vas a decir? ―me increpa haciendo pose de interesada.
―Quiere que escriba un libro ―respondo abrumada y ella se echa a reír―, no le veo la gracia ―la regaño yo ahora.
―Pensé que era algo peor. Además, que eres estudiante de letras eso debería de dársete bien.
―No confundas. No soy escritora, soy investigadora ―recalco mi abnegada función.
―¿Y cuál él es lío?, además que te encanta leer, así que creo que no sería nada malo que escribas tu propia historia. Solo sería darle un poco de más acción a lo aburrido de tus escritos.
―Ese es el problema, él no quiere que sea un libro basado en mis métodos de investigación científica, quiere algo literario. Según él como una manera de probar que puedo ser prolífica.
―Estoy de acuerdo con el viejo.
Ivette se burla de mí y ahora quiero ahorcarla a ella y al viejo.
―Ay, no me ayudas ―me quejo y ella se alza de hombros.
De inmediato ve otro vestido y eso es suficiente para que se le olvide lo que le dije y que me ha tenido frustrada desde que me lo pidiera el profesor. Ella grita de alegría porque ha encontrado un vestido parecido al plateado, de color azul eléctrico, y sin mangas. Él otro las tiene cortas. Lo toma del perchero y con uno en cada lado se los mide de frente.
―¿Dime cual me va mejor? ―Pongo los ojos en blanco y ella mira con sarcasmo―, bien, te ayudaré a resolver este trágico asunto.
―No creo que haya manera de resolverlo sin que tenga que sentarme a escribir, y ese no es el problema.
―¿Y entonces cuál es?
―Es que ha dicho que no quiere que sea nada académico, sino ficción, como una novela.
―No le veo la dificultad, si algo te caracteriza es que te encanta leer esos romances irreales.
―Sí, pero no novelas de romance soso como les llamas, sino esas cosas que se publican hoy en día.
―Erótica ―responde bastante sugestiva.
―Vamos, Iv.
―Hasta te pusiste colorada. ―Ella sí que se burla de mí―, está bien, te daré una idea y espero que la medites, a mí me encantaría.
―¿Qué siguieres?
―Que veas, que experimentes.
―No. ―Me niego con expresión rotunda.
―Sí ―replica ferviente.
―No, no voy a ir contigo.
―Sí, señorita, observar te ayudará un montón y experimentar, ni te digo. ―alardea.
―No estoy de acuerdo.
―Yo sí, y es una excelente idea, y aunque no me creas he escuchado que algunas autoras se inspiran en las cosas que ven o les sucede, puede pasar contigo y así sales de ese lío.
―Que no ―me mantengo
―Qué sí, así que vas a venir conmigo al club esta noche y no los pasaremos increíble.
―Eso menos, sabes que me aburro en esos lugares. No son lo mío.
―Eso es porque no te gusta salir de tu zona de confort y tampoco tienes nadie que te caliente por andar metida en tus proyectos. Así que estoy de acuerdo con tu profesor, eso te enseñará otras cositas más allá de tu laboratorio.
―Te odio, y no vas a convencerme.
―Y me vas a odiar más, porque te vas a poner el plateado.
―¡Olvídalo! ―replico espantada.
―No, olvídalo tú porque no puedes ir como una monja recatada a un lugar como ese y si quieres encontrar inspiración tienes que convertirte en ella.
―Estás loca, sabes que no vas a convencerme.
―Quizás, a lo mejor te servirá para distraerte y olvidar al menos por una noche que tienes que escribir un libro.
Odio a mi amiga cuando se pone en ese plan, sin embargo, creo que esta vez tiene razón.
Largo un derrotado suspiro.
―Está bien, y no iré porque crea que tienes razón con eso de la inspiración.
―Pero si con lo de la distracción, ¿verdad?
―Graciosa.
―¿Y bien? Te pondrás este ―dice extendiendo el vestido plateado hacia mí.
―Ni lo pienses.
―Yo creo que sí ―se ufana y yo niego con mi cabeza.
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