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Emma Marmolejo era la típica buena niña, buena hija, buena estudiante, buena ciudadana, buena hermana, buena en todo; por eso, Fernanda Marmolejo, hermana menor de Emma, decidió ser lo que la otra no era, haciendo sufrir a los que no la querían por no lograr ser tan perfecta como su hermana, y dañando a su nada querida hermana, de paso. Pero las cosas no son como Fernanda las conoce, pues ella ni siquiera se interesa en ver más allá de lo que está frente a su nariz y, puede qué, para cuando se dé cuenta de cuál es la realidad, sea demasiado tarde para tener una vida normal. Emma y Fernanda son OPUESTOS, ¿o no?
Fernanda era la segunda de dos hijas, nació justo dieciséis años después que su hermana mayor, ella era un infortunado accidente que llegó a cambiar la vida de todos en la familia a la que ahora, sin haberlo pedido siquiera, pertenecía.
Fernanda llegó a arruinar la vida de su familia, lo podía notar sobre todo en la actitud de su madre, quien siempre la juzgaba y solo no le daba una oportunidad; su padre no creía en su existencia, al parecer, pues, a sus ojos, ella era un mueble más en la casa; Él solo no la veía, no le hablaba, no la quería.
Pero, muy a pesar de lo que sus dos padres pensaban, Fernanda siempre fue mucho mejor de lo que pudieron llegar a imaginar, aunque nunca quisieron darse cuenta, así que la joven dejó de intentar que la vieran, al menos por las buenas.
En su casa, la única que siempre la quiso fue Emma, su hermana, pero Fernanda la odiaba. Aunque al principio no fue así, al principio la quiso demasiado, pues, al principio, no imaginaba que ella era la raíz de todos sus males.
Cuando fue niña, Fernanda siempre estuvo tras de Emma, solo sus brazos que la amaban la confortaban en ese iceberg emocional en que vivía; cuando era pequeña, ella la adoraba, amaba dormir en su cama, amaba estar entre sus brazos, amaba tenerla cerca. Su hermana era tan perfecta que se convirtió en su ideal.
Su hermana realmente era perfecta, era impecable, era amable, era inteligente, era hermosa, era bondadosa, era insufriblemente perfecta.
Entonces, cuando Fernanda creció y se dio cuenta de que ni en sus más remotos sueños lograría ser la mitad de buena de lo que era su hermana, Fernanda la detestó y quiso destruirla, pues su madre comenzó a restregarle en la cara eso que era más que evidente, ella no era perfecta como su hermana.
Aunque nunca lo fue porque ni siquiera lo intentó. En plena adolescencia, Fernanda se dio cuenta de que, cuando ella hacía lo que sus padres realmente odiaban, ella obtenía justo lo que nunca le dieron: atención. Así que comenzó a llamar la atención de sus padres por tantos medios como estuvieron a su alcance.
Fernanda se convirtió en una rebelde sin causa, según ellos, pero ella tenía su causa, ella luchaba por obtener algo de esos que nunca le dieron nada.
Afortunadamente, la chica era mucho más de lo que nadie esperó de ella, era alguien demasiado inteligente que, a falta de amor externo, se proveyó de amor propio, lo que nunca le permitió hacer nada que le hiciera daño.
Se puso percings... falsos, se puso tatuajes... de henna, se pintó el cabello de tantos colores como se le ocurría y fingía pertenecer a cuanta banda se le aparecía.
Fernanda era un completo desastre, en apariencia, pues la música que no dejaba de escuchar en los auriculares que jamás se quitaba era música clásica disfrazada de rock, aunque no negaba que le gustaba el rock.
Ella era un completo desastre a los ojos que la miraban, a los ojos de esa familia en que, para infortunio de todos, le había tocado nacer, mucho más para el de ella, que tuvo que soportar desplantes, humillaciones, odio y la indiferencia que sus padres le regalaban.
Cuando su hermana cumplió veinticinco, Fernanda perdió un tanto más de ese poco amor que tenía, pues Emma debió hacerse cargo de mucha responsabilidad más, debió apoyar a la empresa de su padre.
Y, aunque desde algunos años atrás ella no tenía tanta atención de esa que idolatraba, debido a la universidad, tras entrar a trabajar, Emma tendría menos tiempo para ella; pero aun el poco tiempo que le restaba a esa joven, se lo dedicaba a la hermosa chiquilla que adoraba.
Para cuando Fernanda cumplió trece y su hermana veintinueve, la chica sintió perderlo todo, odiándola más, pues su hermana se casó, la dejó para hacer su propia familia, para tener sus propios hijos a los cuales amar, para alejar la poca luz que aún era para ella, dejándole sola en esa lúgubre casa que odiaría mucho más que nunca.
Y la odió por más de una razón: por dejarla sola y por ser infeliz al casarse por capricho de su madre. No podía perdonarla, no cuando su razón de ser feliz se había ido a ser infeliz, pues Emma no amaba a ese hombre que su madre le dio por marido.
Y es que, la razón del odio de Fernanda hacia Emma nunca fue no poder superar a su hermana, no era que Emma era perfecta y todos la amaban, ni siquiera era que su madre la amaba como a ella no; la razón de que Fernanda odiara a Emma era que la mayor no tenía voluntad de hacer lo que quería. Emma no podía ni siquiera elegir a quién amar, y lo peor es que no reprochaba por ello, solo seguía acatando las órdenes de su madre. La odiaba por ser una lambiscona cobarde.
Ella era Fernanda Marmolejo, la imposible adolescente de diecisiete años que hacía sufrir a todos los que eran su familia: a la mujer que no llamaba madre, sino Regina, al hombre que no llamaba, pero que llevaba por nombre Braulio, y a su no tan querida hermana mayor, Emma.
Las cosas en su vida eran horribles, y cada día pintaban para ir peor, muchas porque ella se las buscaba y otras tantas porque el destino lo quiso así. Ella era la chica inteligente que muchas cosas sabía, pero aún había muchas otras cosas que le faltaban por descubrir, cosas que cambiarían su vida, cosas que cambiarían demasiado las cosas..., pero eso ella no lo sabía, lo que estaba por pasar nadie, ni siquiera ella, lo imaginarían.
María Aragall tenía mala suerte, estaba segura de ello y, aunque en algún momento de su vida no lo creyó de esa manera, tarde se dio cuenta de que lo peor que le había pasado era haberse topado con ese chico guapo, agradable y millonario que sumaría a su vida una nueva historia con final triste y desesperanzador, ¿o no?
Maximiliano Santillana conoció a Marisa Altamirano en su peor momento, y al principio no entendió que su sobrina Mía se enamorara de ella, pero el tiempo le dio la respuesta, porque él también se enamoró.
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Alicia lo perdió todo en el pasado, incluso las ganas de pelear por mantener a su lado eso que le pertenecía. Dispuesta a rehacer su vida, siete años después, regresa a un lugar donde cree nada hay para ella. Y, sin siquiera desearlo, la vida le da lo que no se atrevió a soñar, una segunda oportunidad para recuperar lo que la vida le arrancó. Pero, para alcanzarla, tendrá que pelear con todas sus fuerzas para recuperar esa vida que es completamente de ella.
No podía aceptarlo, me dolía saberlo y me costó enfrentarlo pero al final entendí que TÚ y YO éramos LO QUE DEBÍA PASAR.
Stella Richard se casó con Rene Kingston en lugar de su hermana Sophia por algunas razones. Pero desde el principio, ella sabe que su matrimonio era solo un contrato por tiempo límite y una vez que se cumplió el tiempo, ella tenía que irse. Para RK, este matrimonio fue solo una carga, pero para ella fue un regalo de Dios. Porque RK era el hombre al que había amado toda su juventud... Entonces, mientras tanto de su matrimonio, Stella hizo todo lo posible para que este matrimonio funcionara. Pero el día que descubrió que estaba embarazada, su esposo le dio el papel de divorcio y le dijo... "No quiero a este niño. No olvides abortar". Estas palabras salen de su boca, como una bomba para Stella, y cambiaron su vida... Ella firmó su nombre en el papel de divorcio y salió de la casa... Porque ella no quiere estar con un hombre tan frío... Seis años después... RK compró la empresa en la que trabajaba Stella. Pero Stella hizo todo lo posible por no tener nada que ver con él... Porque ella tenía un hijo y no quería que él se enterara de él... Pero un día, cuando Stella recogió a su hijo de la escuela, él la vio... RK, "¿Cómo te atreves a tener un hijo con otro hombre?" Stella, "No creo que tenga nada que ver contigo". RK estaba a punto de decir más cuando su mirada se posó en el niño a su lado... Su rostro se veía igual que cuando era joven...
"¡Ahh!". Ella solo podía gemir, a pesar de que no amaba a ese hombre; de hecho, lo odiaba. Las manos del hombre recorrían todo su cuerpo. Ella jadeó cuando él comenzó a bajarle el cierre del vestido. Este terminaba en su cadera, así que terminó con la espalda y la cintura descubiertas. "No me toq... ¡mmm!". El hombre movió sus dedos por su espalda descubierta y presionó su cabeza contra una almohada. Los toques le provocaron escalofríos a la chica. "Haré que te olvides de sus toques, besos y todo lo demás. Cada vez que toques a otro hombre, solo podrás pensar en mí". ---- Ava Adler era una omega nerd. Los demás la molestaban porque pensaban que era fea y poco atractiva. Pero Ava amaba en secreto a un chico malo, Ian Dawson. Él era el futuro Alfa de la manada Mystic Shadow. Sin embargo, a él no le importaban las reglas ni las leyes, solo le gustaba coquetear con las chicas. Ava no era consciente de la arrogancia de Ian hasta que su destino se entrelazó con el del joven. Él la descuidó y la hirió profundamente. ¿Qué pasaría cuando Ava se convirtiera en una bella capaz de conquistar a cualquier chico y, al verla, Ian se arrepintiera de sus decisiones? ¿Y si ella tenía una identidad secreta que aún no había descubierto? ¿Y si cambiaban las tornas e Ian le suplicaba que no lo dejara?
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