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Cuentos de romance y de terror.
Siempre quise soñé con ser bailarina. Por eso me prepare desde muy joven desde los ocho años en la danza clásica, con el objetivo de cuando cumpla quince poder entrar a un ballet estable y así hasta llegar hasta ser primera bailarina.
Todos los días al salir de la escuela, tomaba mis clases de baile con una maestra muy conocida que había sido primera bailarina en su tiempo, tres horas por día y clases de francés dos veces por semana de dos horas. Además de llevar una dieta estricta en el que solo podía comer, frutas, verduras y poa carne. Me esforzaba al máximo, cuidando hasta los más mínimos detalles, tenía que ser perfecta, tenía que serlo para lograr mi objetivo.
El verano en el que yo acababa de cumplir quince años se realizaron las audiciones para formar parte del ballet estable de la compañía nacional de danza del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. Se trataban de unas pruebas muy exigentes, para las que venía preparándome hacia tres años.
Me hicieron varias pruebas y entrevistas con la promesa de que me llamarían en dos semanas, por si acaso quedaba seleccionada. No me hice demasiadas ilusiones, entrar a esas compañías de baile tan prestigiosas es muy difícil aun cuando uno ha trabajado tanto por lograrlo.
Pero sucedió que pasando las dos semanas ellos me llamaron y no solo eso, me dijeron que habían quedado tan maravillados con mi presentación que el elenco tomo la decisión de elegirme como remplazante de la primera bailarina de la obra que iban a preparar llamada "Giselle"
Salte de la emoción, corriendo con una sonrisa dibujada en mi rostro, por toda mi casa ante semejante noticia, por fin mis anhelos se estaban materializando y no solo eso. Participaría en una de los ballets más importantes y famosos, que además era mi ballet favorito como segunda bailarina, siendo esta mi primera experiencia en un ballet estable.
Esa tarde me alisté, me vestí y me hice mi rodete de bailarina bien apretado, guarde mi maya en el bolso y me prepare para ir al teatro. El teatro era un sueño, estatuas de mármol, cuadros, el techo estaba decorado con pinturas renacentistas y las paredes pintadas de un color oro brillante, era precioso y me sentí como en mi lugar. Pero había algo raro, sentía como si el ambiente estuviera pesado, era como el presentimiento de que algo no estaba bien. Pero igual lo ignore, concentrándome nada más que en las coreografías que tendría por delante
Al fin tenía mi oportunidad por lo que me esforcé aún más, tenía que ser perfecta, empecé a quedarme en el teatro para practicar hasta largas horas de la noche, siendo siempre la última en irme a casa
Un día emocionado por la música y el baile, terminé mis practicas demasiado tarde y cansada, era la una de la mañana, hora de volver a mi casa.
Me preparé y caminé hacia la salida secándome el sudor de mi cara con una toalla, el teatro estaba silencioso solo se escuchaban mis pasoso y a lo lejos, una melodía, alguien esta tocando el piano. La pieza la conozco y la he practicado tanto, es la danza de las Wuillis, de Giselle. Su música es impecable, igual a la de los pianistas del ballet
No lo entendía, los músicos son los primeros en irse del teatro, además es raro que todavía quede alguien en el teatro además de mí. Pero alguien debe de ser ¿Quién es el que toca el piano y de esa manera tan profesional?
La melodía viene del escenario. Lo dudé unos minutos, pero al final me acerqué para ver quién era el que tocaba el piano del teatro a estas horas de la noche.
Cuando abrí la puerta y me asomé, encontré este instrumento, cuyas teclas se movían solas sin que nadie las esté tocando.
Espantada me fui corriendo y casi me atropella un auto en el camino a mi casa.
Al día siguiente les dije a mis profesores sobre lo que me había acontecido en el teatro la noche anterior. Mi profesora de técnica clásica se puso seria y me explico la razón por la cual paso esto:
En el año 1980 cuando el teatro tenía poco tiempo de ser inaugurado, un apuesto mozo trabajaba como pianista principal contratado para importantes operas, orquestas y ballets. Él se llamaba Alexsandro era un mozo enfermizo que estaba profundamente enamorado de una moza de clase alta que lo ignoraba por ser el de familia humilde. Cuando la moza se casó, Alexsandro entro en una profunda depresión, dejo de comer y su cara se empalideció y su cuerpo empezó a enflaquecer. El, aun así, no dejaba de venir al teatro todos los días, quedándose hasta largas horas de la noche tocaba en el piano las melodías más tristes. Hasta que un día, mientras estaba tocado para un ballet Alexsandro falleció arriba de su piano querido. Desde entonces su espíritu anda rondando en el teatro, observando a los artistas y por la noche se puede escuchar a Alexsandro, deleitándonos con su exquisita música una vez más de quien fue su único compañero.
Me sentí tan conmovida por la historia de ese pobre joven. Creo que me hubiera gustado haberlo conocido antes de su muerte. A partir de entonces empecé a terminar mis prácticas en el teatro siempre a la hora de la noche en la que Alexsandro comenzaba a tocar, para poder observar a ese pianista invisible unos minutos arrimándome a la puerta del escenario.
A partir de entonces, eventos extraños me empezaron a ocurrir al llegar al teatro. Escalofríos repentinos, sensaciones de que alguien me seguía, una fría briza soplaba mi cara, en dos ocasiones sentí una mano apretándome el brazo, sin que nadie me allá tocado
Esto me daba miedo y me distraía en mis clases de baile, por lo que deje de observar al espíritu tocando el piano, pero las experiencias no acababan, sino al contrario.
Un día mientras me preparaba para salir a escena terminando de maquillarme frente al espejo. La figura de un joven de rasgos europeos, rubio de ojos azules, con ropa de la época del 1900 y una mirada triste se posó a mi lado. Grite sobresaltada y la imagen desapareció. Luego mis compañeras me llamaron para que vaya al escenario, porque era mi turno de bailar.
Tenía que ir a bailar, me esforcé en dar lo mejor de mi sobre el escenario como siempre, tratando de olvidar esa imagen en el espejo, la música sonaba sobresaltando el piano entre los demás instrumentos y el ambiente estaba pesado, podía sentirlo.
La lámpara araña del techo se estaba moviendo sola, esto hizo que me confundiera en los pasos. Razón por la cual mi profesora mi profesora me pidió que me sentara, trate de advertirles que la lámpara se estaba moviendo de una manera extraña, pero nadie me hizo caso, hasta que se cayó encima de la bailarina principal.
Fue una tragedia, un escándalo, los artistas y personal del teatro se juntaron en la sala del escenario para asombrarse de lo sucedido. Nunca una lámpara se había caído del techo del teatro y menos una tan segura como la araña de techo. Por suerte la bailarina no sufrió graves heridas, pero tuvo que permanecer en reposo, lo que me convirtió en primera bailarina.
Estaba furiosa, todo esto lo había provocado el, fue capaz de lastimar a una bailarina y me preguntaba ¿Por qué lo hizo? Las sensaciones extrañas continuaban cada vez que entraba al teatro y si no hubiera sido por la pasión tan grande que siento por el baile y por la responsabilidad de tener el papel más importante en la compañía, esto me hubiera echo renunciar al ballet. Estaba aterrada, pero no me atrevía a hablar de esto con nadie.
Una tarde mientras estaba practicando mis giros pude sentir la textura de una mano acariciando mi barbilla y una voz en mi oído me susurró lentamente: baila
Esto me hizo tropezar cayendo entre las bambalinas. Me reincorporé enfadada y sin decir lo que me había pasado a mis compañeras, que pensaron que nada mas había cometido un error, pedí permiso para ir al baño con la excusa de que no me sentía bien.
Mi profesora me dijo que hacía tiempo me notaba muy pálida y nerviosa recomendándome que no me esforzara demasiado y preguntándome si aún quería seguir siendo primera bailarina. Me asusté por la posibilidad de perder mi papel en el ballet y le dije que sí y que prometía mejorar.
Encerrada en el baño le grite al fantasma con toda la furia:
´´ Déjame en paz, estoy cansada ¿Por qué me persigues? Déjame o muéstrame quien eres, si no lo haces y me sigues persiguiendo nada quiero tener que ver contigo y renunciare a la compañía de baile, me oíste Alexsandro"
Esto último que dije era mentira, pero necesitaba descargarme y expresar mi frustración. El día continuo como de costumbre, para mi sorpresa no siguió molestándome ese día por lo que pensé que lo había entendido.
Pero no fue así porque esa misma noche, mientras salía del teatro. Escuché la música de Alexsandro, eran las diez de la noche, no era tan tarde, pero él estaba tocando la misma melodía que sonaba la primera vez que lo oí: la danza de las Wuillis.
Trague saliva acercándome a la sala de espectáculos, mi corazón latía veloz. Me asomé a la puerta y entonces lo vi.
Allí estaba tocando el piano, una figura famélica, tapada con una capa negra de la cabeza a los pies, de su cuerpo lo único que se veían eran sus dedos de esqueleto tocando las teclas del piano.
Cuando me pare en la puerta el dejo de tocar y yo con paso lento fui entrando al escenario. Me pare frente a él viéndolo claramente. arecía como si me miraba, pero a la vez era como si no tuviera cabeza, adentro de su capa negra, había una oscuridad profunda como la noche. El levanto su dedo de esqueleto señalado el escenario como invitándome a bailar.
Impulsada como por una fuerza que iba más allá de mí voluntad, me subí al escenario. El empezó a tocar con el piano las canciones del ballet de Giselle, como si fuera mi pianista. Al hacerlo así, una fuerza se apodero de mi cuerpo por lo que no podía dejar de bailar, mientras el este tocando el piano.
Era algo sobrenatural, como un hechizo que me obligaba a bailar, aunque estaba agotada y quería irme. Mis músculos me dolían como nunca antes, mi boca estaba seca, mi vista nublada por estar bailando sin parar hace horas, estaba casi saliendo el sol, hice una pirueta en el aire luego de la cual caí desmayada al piso.
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