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6 de Enero. Una simple fecha para muchos, pero no para Arami y Alejo. Unas vacaciones de verano te pueden cambiar la vida, puedes conocer el amor. ¿El problema? Los amores de veranos suelen ser efímeros, terminan cuando las vacaciones lo hacen. ¿Ambos tendrán la oportunidad de amarse? ¿Será su amor, amor verdadero? ¿Lograrán superar la distancia de toda una vida y amarse para siempre?
Estaba emocionada, finalmente faltaba poco para mis muy esperadas vacaciones, podríamos descansar de toda la locura del año y los muchos dolores de cabeza que pasamos ¿Quién diría que el último año de secundaria costaría tanto?
Nos habían dicho que sería el año en el que más disfrutaremos, que las únicas preocupaciones que tendríamos sería organizarnos para asistir a todas las fiestas, aunque la realidad había sido totalmente diferente, pero no fue porque no tuvimos la oportunidad sino porque no descuidaremos nuestras vidas escolares por algo tan absurdo como irnos de juerga.
Mis amigas y yo teníamos planes para el futuro y eran sueños que no echaríamos a perder por disfrutar de un último año cuando bien lo podríamos hacer al finalizar las clases. La universidad nos esperaba y por lo menos yo, necesitaba de las buenas notas para obtener la beca completa.
Pero a pesar de no haber disfrutado el año, con las chicas decidimos organizar algo digno para nuestro verano. Unas vacaciones en la playa donde pasaremos el mayor tiempo posible, incluso si teníamos suerte podríamos vivir alguna aventura de verano.
– ¡Chicas repasemos! – Cony nos gritaba con su pequeño cuaderno rojo en mano.
Constanza Meyer es una de mis mejores amigas y también la más insufrible de ellas. La chica tenía un trastorno compulsivo obsesivo con las listas y tenerlo todo organizado y chequeado en su bendito cuaderno, era algo vital para ella. En nuestro grupo de amigas ella cumplía el rol de madre ya que era la que nos cuidaba y nos recordaba las cosas importantes de las cuales no debíamos olvidar.
– Amiga ya lo repasamos ayer... – digo algo cansada, necesitaba dormir la siesta para poder dirigirnos luego a nuestro viaje.
La noche anterior nos habíamos desvelado organizando todas las cosas que necesitaríamos en la playa, por supuesto la única que había tenido todas las cosas preparadas y listas desde hacía un par de días fue Cony, pero junto con Anabelle somos expertas en dejar todo para último momento.
– Pero ayer no llamé para confirmar la cabaña, hoy sí.
– Bueno, pero era lo único que faltaba puedes tacharlo de tu lista y ya está. Ahora quiero que te calles porque me dormiré y más vale que lo haga si no quieres terminar debajo de un camión durante el viaje.
Sí, sabía estaba siendo un tanto ruda con mi amiga, pero tenía sueño y cuando me encuentro cansada tengo un muy mal humor. Debía dormir porque yo soy la conductora designada y nadie más manejaría por mí. Debía de entenderlo si pretendía llegar sana y entera a destino, además era la única con permiso de conducir, como no tenía opción debía de respetar mi decisión.
La conocía lo suficiente igual a Any sabía que apenas nos pusiéramos en marcha e hiciera un par de kilómetros caerían rendidas y me dejarían sola y aburrida todo el camino. Siempre hacían lo mismo, soy la conductora asignada desde que obtuve mi permiso y siempre nos transportaba a todas partes, por lo que conocía mejor que nadie sus hábitos. Aunque esta sería nuestro primer viaje por ruta donde nos alejamos bastante de la ciudad, debía de estar muy descansada y despierta en serio, porque no solo me encontraba exhausta también estaba nerviosa por el viaje.
– Cony – dice Any con su voz suave tratando de calmar la situación – Arami tiene razón, debemos dejar que descanse, podremos dormir en el auto.
"Ya lo sabía" pienso frustrada.
Cony asiente, muy poco convencida, pero con su ceño desapareciendo rápidamente, me mira, me sonríe y sigue anotando cosas en su cuaderno. Era increíble el poder de manipulación que Any tenía sobre nosotras, ella siempre lograba conciliarnos cuando algo ocurría. Siempre creíamos que sería una asombrosa abogada ya que siempre encontraba la forma de solucionar cualquier problema que surgía ya sea en el círculo de la amistad como fuera de esta.
– Ok, vayamos a la sala entonces.
Luego de mi merecida siesta decidimos ponernos en marcha e irnos finalmente. Agradecí que las chicas cargaran todas las cosas en el auto mientras dormía por lo que no debía preocuparme por ese detalle, fue incluso mucho más fácil y rápido iniciar el viaje cuando llegó el momento.
La idea era poder llegar al atardecer o empezando la noche así podríamos llegar a instalarnos y dormir. El viaje llevaría un par de horas y no tenía en mente ir a gran velocidad, total los lugares que habíamos planeado visitar solo las podríamos hacer en el día.
Una vez en marcha las cosas fueron tranquilas, cuando ya estuvimos bastante alejadas de la ciudad ya me encontraba sola, tal y como lo predije. Mis amigas dormían como unas morsas, no tuve más remedio que poner algo de música para que pudiera acompañarme en el resto del viaje y fuera mi compañera de ruta.
Tras hacer unos kilómetros en paz disfrutando de la soledad en la ruta agradeciendo el haber decidido viajar en este horario porque no se encontraba nadie y nos evitamos inconvenientes, iba escuchando Maroon 5 y cantando todas las canciones hasta que en un minuto una camioneta se nos adelantó.
¿El problema?
El imbécil se colocó justo enfrente mío no permitiendo que pudiera acelerar, tras mantenerse de esta manera unos minutos aceleró, pero luego cuando iba a sobrepasarlo se colocó a mi lado. Por un momento tuve miedo, mil cosas se me aparecieron en la mente. Por impulso aceleré, cuando creí haberlo dejado atrás resulta que no fue así. Lo tenía pegado en la parte de atrás.
Ya el miedo había abandonado mi cuerpo, no. Lo que sentía era una rabia infinita.
Durante toda esta absurda persecución me fue imposible verle el rostro al conductor, tenía los vidrios tintados. Entonces pensé, aunque no yo no pueda verlo él a mí sí. Mis vidrios no estaban tintados e iba con la ventana baja. Así que haría algo para quizás molestarlo también.
Me coloqué a la par suyo y bajé aún más los vidrios ya que quería que pudiera verlo bien, saqué la mano y les hice un gesto obsceno con mi dedo medio. Aproveché el momento justo en el que vi que bajaban la velocidad para acelerar con todo y finalmente dejarlos atrás. Lo cual pareció ser que funcionó ya que iba mirando y mirando en el espejo esperando verlos y no fue así.
Disfrutaba de mi triunfo en silencio ya que durante todo esto mis amigas, por supuesto, estuvieron ausentes porque aún se encontraban en el país de los sueños. Ellas jamás se habían enterado de absolutamente nada de lo que ocurría, aunque en varias oportunidades había maldecido en voz alta.
Aunque el karma había planeado cobrarme todos los insultos y mis gestos ya que, a pesar de haber recorrido un par de kilómetros, pero aun faltando un poco más trayecto. Sentí una explosión debajo del auto e inmediatamente comencé a perder el control de este.
Una rueda había pinchado. Cuando pude recuperar el control lo logré estacionar en un costado de la ruta y bajé a ver los daños. Para mi sorpresa no solo había pinchado una sino dos ruedas. Sí, en definitiva, el karma se las estaba cobrando todas.
Fui a despertar a mis amigas, que con explosión y todo seguían en el quinto sueño ¡Malditas! ¿Cómo es que logran tener el sueño tan pesado?
Ya había comenzado a imaginar lo que haríamos, era tarde y teníamos solo una rueda de respaldo. Podríamos cambiar una, pero ¿Cómo haríamos con la otra? Para esto necesitaba que bajaran del auto entre el peso de ellas más los bolsos ni el gato resistiría, además debían de pensar ellas también en buscar alguna solución a este problema.
– ¡Chicas! Arriba. Vamos, tenemos un pequeño gran problema.
– Problemas, hermosa – Un susurro prácticamente en mi oído, casi muero infartada.
Nuevamente, todo un panorama de posibilidades se me cruzó por la mente, no puede ser. Nos iban a robar. En cuestión de segundos y sin pensarlo dos veces me doy vuelta tan rápidamente que tomé por completo desprevenido al sujeto y le práctico una llave manteniéndolo inmovilizado en el suelo.
Cuando miro bien al atacante que en realidad se trataba de un chico que aullaba de dolor mientras arrodillado como estaba en el suelo buscaba como zafar su brazo de mi agarre, pero empeorando aún más el dolor. ¡Que estúpido! Si se bruscamente podría hasta sacárselo de lugar.
Entonces me di cuenta que quizás no se estaría tratando de un posible ladrón. Vestía ropa cara y de diseñador, de lejos se podía ver la buena calidad de esas telas. Escuché unas risas que provenían de un lugar no muy lejos de donde nos encontrábamos, cuando giró para ver. Detrás de mi auto se encontraba la misma camioneta de hace un rato, estacionada en un costado. De él habían salido otros tres chicos los cuales se tomaban del estómago del ataque de risa que estaban teniendo.
– ¡Suéltame! ¿Es que estás loca o qué?
– Cómo... ¿Qué fue lo que dijiste? – digo subiendo un par de octavas el tono de mi voz. Lo solté, pero seguía lista para darle un buen golpe si es que era necesario y al parecer el idiota lo quería.
– Tú estás loca ¿Por qué me lastimaste así? – me dice mientras giraba su brazo y se ponía de píe.
Otra vez mi rabia ebullía, resurgió tras no poder creer. Él me había dicho loca dos veces y no olvido que primero me asustó tanto que nos vi tirada en una zanja sin nada de nuestras cosas porque creí que nos robaría. ¿Qué clase de estúpido era este?
Claramente no tenía idea frente a quien estaba, mi mal humor había estado presente desde hacía rato cuando esa camioneta del demonio había aparecido, teniendo en cuenta el mal momento que me hizo pasar, el susto y ahora que me estuviera diciendo loca. No ayudaba a que mi humor cambiara, todo lo contrario, lo único que podía imaginarme era verlo tirado en el suelo gritando de dolor.
Pero lo pensé mejor y decidí que haría algo con esa estúpida boca que no paraba de decir cosas que quizás no las había pensado muy bien antes. Con un rápido y certero movimiento le dio un golpe en la boca del estómago, allí no se lesionaría fuertemente, pero sufriría una sensación desesperante de falta de aire. Eso ayudará a que pienses bien las cosas antes de decirlas.
– Fíjate bien la próxima a quien le dices loca, idiota. Como verás no estoy precisamente con el humor suficiente como para lidiar con tipos como tú.
– ¿Qué le hiciste? – gritaban sus amigos mientras venían en busca de su amigo, ahora no se estaban riendo.
– Yo si fuera ustedes chicos no me acercaría, créanme no tienen oportunidad alguna en su contra – Era la voz de Constanza, la miré y vi que se encontraba muy despierta observando todo el espectáculo, había bajado del auto y se encontraba recostado contra la puerta del copiloto – ¿Te estás divirtiendo amiga y no nos avisas?
– Este idiota me colmó la paciencia, creí nos asaltaría y luego me dijo loca. Dos veces. No podía dejarlo simplemente así.
– Seguro que no – dice mientras ríe.
– Espera, yo no iba a asaltarte, quería ayudarte – escucho que el chico me dice, su voz un tanto agitada por el golpe.
– ¿Ayudarme? – pregunto completamente confundida.
– Sí. Vi que tenías problemas y tras la broma de hoy, vi que era la oportunidad de disculparme por el mal momento. Aunque ahora creo que ya estamos a mano.
No puede ser.
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