/0/10728/coverbig.jpg?v=db99c0cfbabb1ea6012e130ef4f12c33)
Cloe Jones se había casado únicamente para salvar a su familia, porque despreciaba a su marido.
Cloe Jones se había casado únicamente para salvar a su familia, porque despreciaba a su marido.
Era demasiado tarde para una visita de cumplido. Cloe Jones cruzó el recibidor intranquila, el sonido de sus tacones sobre el polvoriento terrazo resonaba en el espacio vacío mientras la premonición de que algo no iba bien provocaba estragos en sus nervios. Volvió a sonar la campana y tuvo que reprimir las ganas de gritar a quien fuera que llamaba. Cloe nunca gritaba a las puertas, ni siquiera cuando estaba agotada por tener que decidir qué reliquias familiares sacaba a subasta. Dudó un momento frente al pomo de la puerta mientras respiraba hondo para tratar de calmarse y pensar con lógica.
No tenían que ser necesariamente malas noticias. Antes o después su racha de mala suerte tenía que cambiar, ¿por qué no esa noche? Abrió la puerta y su mala suerte se convirtió en peor.
- ¡Usted!
Marco Harris se apoyó en el marco de la puerta con un brazo por encima de la altura de su cabeza y el torso cubierto de negro. Ella tuvo que hacer un gran esfuerzo para no retroceder ante el empuje de su presencia. En medio de la mancha de luz de la entrada parecía más una prolongación del oscuro cielo nocturno que un hombre. Llevaba el pelo negro hasta los hombros, recogido en una coleta que no le restaba masculinidad y acentuaba su aspecto de bucanero, pero lo que impresionaba era el brillo de triunfo en los ojos negros. Cloe sintió pánico y tuvo que contenerse para no cerrar de un portazo. Hizo el esfuerzo de mantenerse de pie, con la barbilla levantada. A pesar de los tacones, los ojos de él quedaban unos centímetros por encima de los de ella.
- ¿Qué quiere?
- Estoy sorprendido.
Dijo con un tono como si le divirtiera el esfuerzo de ella por parecer más alta.
- Casi esperaba que me diera con la puerta en las narices.
- Entonces no es necesario que le diga que no es bienvenido.
- Pero aquí estoy.
Tres palabras, sólo tres palabras, pero que pronunciadas con su acento, parecían una amenaza. Sintió como si el miedo tejiera una tela de araña en sus venas.
- ¿Por qué?
- Qué delicioso volver a verla, Cloe...
Dijo él, ignorando su pregunta y enfatizando así la falta de cortesía por parte de ella, pero ser amable no preocupaba en ese momento a Cloe, no cuando el acento de Marco parecía devorar su nombre. Sintió que un escalofrío la recorría.
- Créame.
Se las arregló para mantener el tono de voz adecuado.
- El placer es sólo suyo.
Él rió con un sonido grave que de algún modo hizo vibrar la piel de Cloe.
- Sí.
Se mostró de cuerdo Marco sin mostrar ningún arrepentimiento en su mirada mientras la recorría de arriba abajo. Desde los ojos, a través de sus curvas hasta llegar a las botas de cuero rosa y después volvía de nuevo hasta los ojos. Finalmente los ojos de Marco se detuvieron en los de ella y la miró con calor, posesivo. Lo único de lo que Cloe fue capaz fue de seguir respirando.
- También es un placer para mí.
Murmuró él. Sintió que una ola de rabia la llenaba. ¿Cómo se atrevía a mirarla de ese modo, como si fuera suya? ¡No tenía derecho! Marco estaba muy equivocado si pensaba que podría poseerla. Nunca se acercaría a ella. A pesar de todo, Marco no pudo evitar cruzarse de brazos.
- Todavía no me ha dicho por qué está aquí.
- He venido a ver a su padre.
- Lo dudo. Tengo serias dudas de que mi padre quiera volver a verlo, no después de lo que ha hecho para socavar sus negocios y arruinar nuestras vidas.
Él se encogió de hombros de un modo que mostraba que le daba igual lo que ella pensara, lo que la puso aún más furiosa.
- Sus dudas no son mi problema. Mis negocios, sí, y en este momento me está dando consejos sobre cómo llevarlos. Así que, si se aparta a un lado...
Ella tensó los músculos sin apartarse un centímetro.
- Es muy tarde. Y aunque no lo fuera, está perdiendo el tiempo. Usted es la última persona en el mundo con la que mi padre querría hacer negocios.
Marco apretó la mandíbula mientras se inclinaba para estar más cerca de ella.
- Es evidente que no tiene ni idea de lo que su padre es capaz.
Su aliento le rozó en la cara, y la mezcla de testosterona y café tuvo un potente efecto sobre ella. ¿Era crueldad? Por primera vez el miedo se hizo tangible. Ya no era sólo con su visión o el sonido de sus duras palabras con lo que tenía que enfrentarse, se encontraba con que era su misma esencia la que asaltaba sus oídos, sus sentidos, ponía a prueba su equilibrio. Y eso era demasiado. A pesar de la fresca noche de otoño, sentía calor, sudaba mientras sentía como cada músculo se preparaba para huir o luchar. ¿Qué había llevado a ese hombre allí esa noche? ¿Por qué había llegado a pensar que ella le dejaría entrar en su casa después de que había hecho todo lo posible para arruinar a su familia y con ella, dos siglos de historia? En ese momento no importaba porque había una cosa de la que ella se había dado cuenta de modo instintivo: Fuera lo que fuera lo que ese hombre estaba haciendo allí, no era algo bueno. La respuesta era tan sencilla como preocupante. Marco Harris no cruzaría el umbral de la puerta, no mientras ella tuviera una escopeta.
- Cloe, ¿quién es, querida?
Sorprendentemente su madre estaba despierta todavía, pero ella sólo giró ligeramente la cabeza en la dirección de su voz. De ninguna manera iba a apartar la vista del oscuro castigo que tenía delante de ella.
- Nada importante. Ya me ocupo yo.
Y con una oleada de satisfacción buscó el pomo para intentar cerrar la puerta de la casa. Ni siquiera consiguió empezar. Como un relámpago, la mano de Marco apareció y detuvo la pesada puerta, después la empujó y la puso fuera del alcance de ella.
- ¿Qué hace?
Gritó ella con una mezcla de furia y conmoción mientras la puerta se abría hasta más allá de su alcance, dejándolo a él en medio del hueco como si de una negra araña se tratara.
- ¡Cloe!
Gritó su madre.
- ¡Deja entrar al señor Harris!
Se volvió completamente para mirar a su madre.
- No puedes estar hablando en serio. No después...
- Estoy hablando en serio.
La anciana salió con poco más que un murmullo, llevaba un brazo cruzado encima del pecho y los dedos de la otra mano alrededor de la garganta.
- Tu padre lo ha estado esperando. Pase, señor Harris, Andrew lo espera en la biblioteca. Disculpe por la falta de educación de mi hija.
Cloe retrocedió como si le hubieran dado una bofetada en la cara.
- Está bien.
Dijo él, pasando al lado de Cloe.
- Creo que no hay nada que me guste más que una mujer con carácter.
La madre cerró los ojos un momento y pareció como si se mareara.
- Bien.
Dijo la anciana después de recobrar la compostura y evitando la mirada de preocupación de su hija.
- Si me acompaña, señor Harris...
- ¿Qué está pasando?
Caroline Jones se volvió a mirar a su hija, o casi, fijando su mirada en un punto por encima del hombro de Cloe.
- Quizás deberías cerrar la puerta, querida, hace frío esta noche. Después podrías llevar a los hombres café y brandy. Estoy segura de que tendrán mucho de que hablar.
Con la voz gélida de mi padre, una orden se clava en el aire, punzante: "Al otro lado de esa puerta está el hombre con el que te vas a casar". Un escalofrío me perfora la médula, helando mi sangre. De repente, el rompecabezas de mi pesadilla encaja con una claridad brutal. El vestido, tan inmaculado como misterioso, colgando en mi armario. La invitación, aparentemente inocente, ahora se revela como una sentencia. Esto no es una cena. Esto es mi boda. ¡Mi maldita boda! El resonar sordo de las puertas al abrirse es el tañido de una campana fúnebre. Y allí, irguiéndose sobre el altar, una silueta imponente, esculpida en músculo y tatuajes, una amenaza palpable, se alza. Luca Vitiello. El monstruo que he maldecido desde que mi lengua pudo articular su nombre. Es más viejo, con una frialdad que congela el alma, desesperado por un heredero. Y yo, la ofrenda envuelta en seda, soy el sello de una alianza empapada en sangre. Mi destino, sellado. Mi vida, consumida.
Obligada por la culpa y el peso del legado familiar, Sandra Monarc se ve forzada a regresar al pasado que juró dejar atrás para siempre. Tras años de construir una nueva vida lejos del dolor de la muerte de sus padres, la locura de su tío y la ruina de la empresa de su abuelo, el destino la confronta con una decisión imposible: salvar el negocio familiar y el sustento de miles de empleados. Lo que parecía un desafío monumental se convierte en una misión aún más ardua cuando se da cuenta de que para lograrlo, no solo debe enfrentar a Dante Fletcher, el multimillonario que le rompió el corazón, sino que se espera que se case y forje una familia con él. ¿Podrá superar los fantasmas de su pasado y forjar un futuro, o se verá atrapada en un dilema que la destrozará por completo?
Un tirano de día, un playboy de noche. Esa es la reputación que precede a Robert Hoffman. Vive la vida como quiere, sin importarle la opinión de los demás. No le importa nadie, es completamente impenitente y no tiene ningún deseo de cambiar. Susana Smith trabaja para Robert como su asistente personal. Lo desprecia a él y a su ética cuestionable, pero soporta toda la basura que le dice, porque necesita el trabajo. Su objetivo final es mucho más importante que el abuso diario y las exigencias que tolera de su desagradable y tirano jefe. Hasta que un día, él le pide algo que nunca esperó. Un nuevo rol con un contrato personal: prometida en lugar de asistente personal.
El aire en la mansión Osborn se densificó con la tensión de un odio ancestral, reavivado por el regreso de Zane Levent. Multimillonario, marcado por la prisión y exprometido de Sandra, la hermana de Samanta, su sola presencia era una afrenta personal. Pero el destino, cruel y caprichoso, tenía planes más oscuros para Zane y Samanta: un matrimonio forzado que la obligaba a vivir bajo el mismo techo que su némesis, para simular un amor que no sentía. Cada mirada robada, cada roce accidental, era una tortura, una precaria danza entre el resentimiento y una innegable chispa de atracción prohibida que se negaba a morir. Ocultaba sus propios abismos. Un acosador invisible acechaba en las sombras, convirtiendo cada día en un ejercicio de terror silencioso. Y luego estaba la red de engaños que los unía, una madeja de secretos tan enredada que temía que, al desenredarla, los consumiría a ambos. Lo más desgarrador era que Zane, ajeno a la amenaza que se cernía sobre Samanta, ahora también era un objetivo. Mientras que su único objetivo era sobrevivir a la tormenta que los envolvía, él, con esa sonrisa arrogante y esos ojos que la veían como un simple obstáculo, parecía empeñado en cumplir su misión: convertir su vida en un infierno. En ese juego mortal, ¿podría el amor, tan imposible, encontrar una grieta en las ruinas del odio?
Kevin Costner es el tipo de hombre que consigue lo que quiere, así que cuando decide que me quiere como niñera de su hijo, me hace una oferta que no puedo rechazar. Es una oportunidad increíble trabajar con niños como siempre quise, pero vivir bajo el mismo techo que este hombre enigmático es más difícil de lo que pensé que sería. Él es el director ejecutivo multimillonario de una empresa de inversiones, y yo me crié en hogares de acogida y uso marcadores Sharpie para pintar las marcas de mis zapatos. No tenemos nada en común... o al menos eso es lo que supongo.
Un accidente fatal dejó a Clara viuda. Su esposo Román había fallecido dejando a Clara embarazada y con incertidumbre. El hermano de Román, Raúl está dispuesto a ayudarla y que su hijo por nacer crezca con un padre. Raúl le propone un matrimonio falso, pero eso no es todo, la primera regla es: No enamorarse. Raúl y Clara viven juntos, pero no revueltos, hasta que Clara sufre otro accidente y queda con amnesia. No recuerda absolutamente nada, sólo que Raúl es su marido y el hombre que ama. Hasta que recobra la memoria y recuerda que Raúl es sólo su marido por contrato, pero cuando recuerda todo ya es demasiado tarde porque Raúl se ha aprovechado de la situación aún odiándola y viéndola como una simple mujer y la esposa de su hermano muerto.
Stella alguna vez disfrutó de la devoción de Marc, pero su crueldad oculta la lastimó profundamente. Mientras él enviaba mensajes coquetos a su amante, ella quemó la foto de bodas frente a él. Con el pecho apretado y los ojos encendidos, Stella le dio una bofetada. Luego borró todo rastro de su identidad, se unió a una misión de investigación confidencial, desapareció sin dejar rastro y le dejó una bomba secreta. El día del lanzamiento, Stella se fue; esa misma mañana, el imperio de Marc se vino abajo. Todo lo que encontró fue el certificado de defunción de su esposa, y su corazón se hundió. Cuando volvieron a verse, fue en una gala. Stella, elegante, estaba junto a un magnate. Marc le suplicó que volviera. Ella, con una sonrisa burlona, respondió: "No me mereces, hombre".
Eliana se reunió con su familia, ahora devastada por circunstancias implacables: su padre estaba encarcelado, su madre gravemente enferma, sus seis hermanos abatidos y una hija falsa que había huido en busca de mejores oportunidades. Todos se burlaban de su desgracia. Pero, bajo su mando, Eliana convocó al Sindicato Onyx. Las barras se abrieron, la enfermedad desapareció y sus hermanos se levantaron: uno volvió a caminar, otros triunfaron en los negocios, la tecnología y el arte. Cuando la sociedad se burló de la "chica pueblerina", ella reveló que era una doctora prodigiosa, una pintora famosa, una hacker prodigio... En resumen, una reina oculta. Un poderoso magnate la abrazó con firmeza. "¿Una pueblerina? ¡Ella es mi prometida!". Eliana lo miró con desdén y objetó: "Ni en sueños". Decidido, él juró nunca dejarla ir.
Rena se acostó con Waylen una noche cuando estaba borracha. Y como ella necesitaba su ayuda mientras él se sentía atraído por su belleza juvenil, lo que se suponía que sería una aventura de una noche se convirtió en algo más. Todo iba bien hasta que Rena descubrió que el corazón de Waylen pertenecía a otra mujer. Cuando esa mujer regresó, dejó de volver a casa, dejándola sola por muchas noches. Finalmente, un día, la pobre chica recibió un cheque y unas palabras de despedida. Para sorpresa de Waylen, Rena solo sonrió y dijo: "Fue divertido mientras estuvimos juntos, Waylen. Pero espero que no nos volvamos a ver nunca más. Que tengas una buena vida". Sin embargo, por voluntad del destino, los dos se volvieron a encontrar. Al ver que Rena tenía a otro hombre a su lado, los ojos de Waylen ardieron de celos y gritó: "¿Cómo diablos lograste seguir adelante? ¡Pensé que solo me amabas a mí!". "¡Es pasado!", Rena se burló, "hay demasiados hombres en este mundo, Waylen. Además, tú fuiste quien pidió la ruptura. Ahora, si quieres salir conmigo, tendrás que hacer cola". Al día siguiente, Rena recibió un anillo de diamantes y un mensaje del banco de que alguien había transferido miles de millones a su cuenta. Waylen apareció, se arrodilló frente a ella y dijo: "¿Puedo saltarme la fila, Rena? Todavía te quiero".
Tras dos años de matrimonio, Sadie por fin estaba embarazada, llena de esperanza y alegría. Pero su corazón rompió cuando Noah le pidió el divorcio. Durante un atentado fallido contra su vida, Sadie se encontró tendida en un charco de sangre, llamando desesperadamente a Noah para pedirle que la salvara a ella y al bebé. Pero sus llamadas quedaron sin respuesta. Destrozada por su traición, abandonó el país. Pasó el tiempo y Sadie estaba a punto de casarse por segunda vez. Noah apareció enloquecido y cayó de rodillas. "¿Cómo te atreves a casarte con otro después de haber dado a luz a mi hijo?".
"El amor aparece en los momentos más inesperados". Weldon se convirtió en otro hombre tras la muerte de su esposa. Se olvidó de las aventuras amorosas, y se enfocó en criar a su hijo. Todos pensaban que no le daría otra oportunidad al amor. Un día, su recién contratada médica familiar lo visitó. La doctora intentaba hacer su trabajo mientras Weldon no le quitaba los ojos de encima. Ella terminó con los pelos de punta por esa mirada y terminó huyendo de él. La situación pronto se salió de su control. Dos meses después, la médica familiar se convirtió en la nueva esposa de Weldon. Todos a su alrededor querían saber cómo logró que él superara el dolor y también se casara con ella. "Bueno, es sencillo. Le prometí darle dos hijos más siempre y cuando me pidiera matrimonio." La nueva esposa apareció con dos niños que eran copias exactas de Weldon. Esto causó rumores en el pueblo y generó aún más preguntas. ¿Quién era esta mujer? ¿Y cómo terminó con esos niños?
Jennifer Bennett, la legítima heredera de los Bennett, luchó denodadamente por el reconocimiento de su familia, solo para verse eclipsada por una impostora. Enfrentada a falsas acusaciones, acoso y humillación pública, Jennifer acabó renunciando a ganarse su aprobación. Con la promesa de superar la injusticia, ella se convirtió en la pesadilla de quienes la agraviaban. Los esfuerzos de la familia Bennett por doblegarla no hicieron sino alimentar su éxito, llevándola a la altura con la que sus rivales solo podían soñar. Alguien le preguntó: "¿Te sientes defraudada por tus padres?". Con una sonrisa tranquila, Jennifer respondió: "No importa. Al final, el poder prevalece".
© 2018-now CHANGDU (HK) TECHNOLOGY LIMITED
6/F MANULIFE PLACE 348 KWUN TONG ROAD KL
TOP