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Cuando el trabajo y la pasión se cruzan siempre terminan en alguna tragedia, pero este no es mi caso. Él era mi jefe. Un hombre rico, ambicioso y sobre todo... dominante. Y yo una simple camarera, que trabajaba para poder pagarse la universidad de medicina, ambos éramos de dos mundos completamente distintos, Yo soy pobre, con una memoria fotográfica y completamente desesperada por cumplir mi sueño de ser doctora. El necesitaba casarse para cumplir la última palabra de su padre moribundo y así poder heredar todo el imperio familiar. Me ofreció una suma de dinero que no pude rechazar y después de todo lo que teníamos era falso y no iba a ser para siempre. Hasta que lo cambió todo en mi vida, ahora él era el rey de la mafia siciliana ahora estoy bajo todo su dominio y su reinado no es para nada bueno, es tóxico, cruel y condenadamente dominante, lo llaman el rey de las tinieblas y para poder ganarme la libertad debería convertirme oficialmente en su reina
Sus manos estaban teñidas de rojo y al momento de pasarlas por el agua el mármol blanco de inmediato perdió su color para adoptar uno nuevo.
Su mandíbula se tenso al igual que todo su cuerpo, a pesar de que nunca habíamos tenido una conversación de más de dos palabras ahora estaba a unos cuantos metros de mí, su mirada fría penetró todo mi ser, lo sé porque lo veo a través del reflejo del espejo.
- Te dije que te largaras. - Su voz grave erizo todos los vellos de mi piel.
- Solo... - trago fuerte. - vengo a hacer mis necesidades, no es que venga a...
- !¡Que te largues Morgana! - demandó con furia.
A pesar de que me cagaba de miedo en estos momentos no me moví ni un centímetro. El y yo apenas nos conocíamos, ya que siempre me esquivaba de todos los lados como si tuviera una puta gripe contagiosa, pero gracias a una tarea que hicimos en pareja entablamos una conversación sólida. Por poco tuve sexo con un maldito idiota que no sabe tocar a una mujer, pero en realidad por mi cabeza el unico nombre que pasabaera el de Alessandro, tal cual como lo hizo en aquella fiesta.
- Debes irte Morgana. - hablo con un tono de advertencia.
Sabía perfectamente que debía huir, pero el lenguaje corporal de Alessandro me decía lo contrario, lo conocía, conozco su contacto, la forma en cómo se ensanchan sus fosas nasales cuando está furioso y sabía cómo se comporta su respiración cuando estoy cerca. Como cuando nuestros labios están a punto de juntarse y transformar un peso tierno en uno completamente salvaje. Yo soy la única que conoce a la persona debajo de la fachada del Monstruo.
Me crucé los brazos y me apoye en el marco de la puerta del baño viendo todo el panorama.
- ¿Estás bien? - pregunto.
Sin embargo Alessandro tenía una mirada vacía, esa misma mirada que me había cautivado.
- No solo tienes sangre de otra persona, tu rostro está magullado y tienes heridas que están sangrando.
Bufó y tomó el agua entre sus manos para luego echarla en su rostro.
- No me jodas Morgana, no estoy de humor para tus estupideces.
- ¿El otro tipo quedó peor?
No tuvo que decir una sola palabra para entender que el otro tipo tuvo que haber quedado mucho peor.
- Si te sirve de consuelo, esta noche me he portado mal y me he dedicado a molestar a tus clientes, todo está fuera de control, tanto que amenace a un tipo, ya que después de todo debo tener una buena historia de luchas. - Una sonrisa surca mis labios, sin embargo se borra al ver la expresión ofuscada de Alessandro. - Por favor dime que no lo asesinaste.
- Si lo hice.
Esas simples palabras hicieron que toda mi piel se erizara.
- ¿Qué carajos?
- Si no estas preparada para escuchar la verdad será mejor que no hagas preguntas.
- ¿Estás hablando en serio? - lo cuestiono y él asiente con su cabeza. - Mierda Ale, sabes que Michele no quiere que nadie actúe sin antes preguntarle.
- ¿Entonces... sigues con él?
De todo lo que llevamos hablando por primera vez pude ver en su rostro una emoción y fue el dolor para luego pasar al enojo.
- ¿No sé qué tiene que ver Michele en todo esto? cuando tu sabes perfectamente que esto es por... - me detuve. ¿qué le puedo decir? "Oye bese a Michele porque tu no me volviste a llamar entonces asumí que no no me querías" y es que el cabron me dejo varada con la mafia y no miro para atrás ni para coger una pizca de impulso. Sabiendo que me habían hecho daño con un garrotazo en la cabeza.
- Tiene todo que ver maldita sea, después de todo lo escogistes ¿Sabes como es la vida de Michele?
- Sabes perfectamente que no me lo cuentan todo.
Me pasó una mano por las ondas de mi cabello un poco frustrada.
- El mundo de Michele es turbio, no es lo que quieres.
- ¿Y es el que tu quieres? estas metido en esto como yo y tu estas hasta el fondo de la fosa . - Camino hasta donde está él y lo tomó de la camisa la cual está salpicada con un poco de sangre. - ¿Cómo pretendes explicar esto? ¿Cómo vas a asesinar si Michele está aferrado al cambios, el no te dará el permiso? ¡Ahora él es el líder de la familia! ¡No tu!
Sabía que con mis palabras no lo iban a lastimar, pero muchas veces hay que corromper para demostrar tu verdadero valor, sin embargo sentí como Alessandro se iba a desmoronar.
Lo sostengo embarrutando mis manos de su sangre.
- ¡Ey! - Exclame en un susurro. - la sangre comenzó a correr por mis dedos. - No desfallezcas Alessandro, no te dejes romper y si lo vas a hacer, rompeme a mi, puedo soportarlo.
- ¿Es lo que creo que es? - su mirada recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. - Me estás ofreciendo todo tu cuerpo.
Trague saliva y humedezco mis labios, sabiendo que en el fondo yo seguía siendo suya, de hecho nunca deje de serlo, ni siquiera Michele ha logrado estar al nivel de mi Alessandro, de hecho ningún otro hombre.
- Si.
Su mano salió disparada en dirección a mi cuello y me hizo retroceder hasta estamparme contra la pared de baldosas blancas. Mi cuerpo esta tan acostumbrado al dolor y a la agonía que esta vez el peligro lo que me causaba era placer. Senti como mi traquea comenzó a cerrarse.
- Mi pequeña Morgana, te voy a romper en miles de pedazos y no te volvere a unor.
- Estoy tan rota que no aguanto otra postura más. - Murmure a penas con el poco flujo de aire que pasaba.
- Al menos has aprendido lo que es estar en la familia. - Sus manos bajan por mi suéter hasta escabullirse y buscar aquella herida que me habían dejado y pronto sentí como gotas calientes bajaban por mi abdomen. - Este era nuestro pacto de sangre. Si yo muero, tu mueres.
- Si yo muero, tu mueres. - hablo.
luego de eso tiró de mi cuello para pegarme a su boca para devorarla.
... Quizás aquí es donde empieza el comienzo de nuestro fin
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