Nuestra casa está situada en un lugar apartado de la capital de Lumania. Estamos viviendo en Agmers, una de las capitales más alejadas del reino, estamos rodeados de frondosos árboles y gracias a eso, en los momentos de desesperación no puedo acudir a personas cercanas y pedir ayuda.
Nadie sabe lo que en casa mi madre y yo sufrimos, nadie escucha los gritos humillantes que mi padre lanza hacia mi madre y mucho menos nadie puede escuchar ni ver los golpes sin compasión que mi pobre madre recibe de parte del monstruo que tengo como padre. Ese y más sufrimiento es lo que me toca ver y lo que no logro entender es por qué tanta cobardía de mi parte, cuando me decido ir y defender a mamá algo me detiene, algo me aterra y me impide que vaya y aleje a mi madre de los crueles golpes de papá.
Desde que era pequeña ya recibía golpes por parte de él, trataba de hacer cualquier cosa con tal de mantenerlo contento pero nada daba resultado, sin embargo, con mis pequeños hermanos, Ashley y Andrew, papá se comporta diferente, se muestra amoroso y compasivo como cualquier padre protector con sus hijos. Siempre creí que los pequeños tenían algo especial ya que mi padre entregaría su vida entera si fuera necesario con tal de ver a los niños felices y en mi lugar, sin ninguna duda dejaría que hicieran conmigo lo que deseen.
-¡¿Acaso eres una estúpida?!-desde el patio escucho cómo mi padre grita
-¡No me grites, Stephan!- refuta mi madre.
Observo a través de la ventana como mi madre apunta con su dedo el rostro de mi padre y este solo ríe burlonamente. Sé lo que esas palabras significan, da como bienvenida el inicio de una nueva discusión, de nuevos golpes y palabras hirientes y lo peor es que aquí es en donde siento como mi cuerpo empieza a pesar y me impide ponerme en movimiento para actuar valientemente.
-¡Maldita sea la hora en la que te conocí!-espeta el hombre poniéndose de pie- ¡Tú y ella solo me han arruinado la vida!
Sus últimas palabras crean en mí un dolor inmenso, las ganas de llorar se apoderan de mí nuevamente y es imposible no sentirme así cuando escucho como yo solo soy un error en la vida de mi padre. Muchas veces me lo ha arrojado en la cara pero en todas esas veces duele mucho y ahora peor.
-¡Eres un maldito monstruo!-exclama mi madre y ruego para que ya no hable más o mi padre perderá la poca paciencia y la golpeará.
Ni siquiera sé porque aún mi padre sigue con buenos amigos a su lado. Tal vez es porque allá afuera, allá en la sociedad él muestra una increíble máscara, hace creer a todas las personas que es un excelente hombre cuando en realidad es el mismo demonio en persona.
Mi madre me mira por la ventana y yo llevo mi dedo índice hacia mis labios-Cállate- susurro y sé que ha entendido mi palabra.
De repente observo como mi padre la toma del cabello y la lleva a rastras hasta la cocina, abro los ojos impactada y a toda prisa me levanto del tronco de árbol en donde estaba y corro hacia adentro con la poca valentía que existe en mi organismo.
-¡A mí no me hablas así!- escucho la fuerte voz de mi padre-Por si aún no has aprendido, voy a enseñarte lo que es el respeto hacia un hombre y no me importa si seas la reina de una gran nación, vas a aprender a callarte- agrega él haciendo un puño en su mano para tratar de golpear a mi madre.
Me detengo justo en la puerta, mi cuerpo pesa y tengo mucho miedo. Ya no puedo moverme y eso me asusta, solo observo como mi padre se quita el cinturón mientras que mamá yace de rodillas en el suelo esperando a que el cinturón desgarre la tela de su vestido, su espalda se convierte una vez más en un área llena de cicatrices.
-¡Ya déjame, te lo suplico!-ruega la infeliz mujer.
-¿Qué dijiste? No te escucho, querida-se burla mi padre.
Seguido de eso, otro golpe impacta en mi madre, luego otro hasta que mi cuerpo puede moverse al fin. A pasos rápidos tomo una botella de whisky que está a mi lado y corro hacia él para golpearlo en la cabeza y así suelta a mi madre quién, tiene los ojos bañados en lágrimas.
-¡¿Qué te pasa, estúpida?!-grita mi padre mirándome mientras lleva su mano a su cabeza la cual está sangrando y me pregunto cómo es que no ha quedado inconsciente.
-¡Ya deja a mi madre!-espeto y pienso en donde he sacado el valor para enfrentarlo. Él ríe y se da la vuelta pero cuando creo que se marchará solo no lo hace, si no que me toma desprevenida y me jala del cabello.
-¡Tú a mí no me gritas, niña estúpida!-refuta él.
-¡Ya déjala!- grita mi madre tratando de apartarme de él pero este ejerce más fuerza sobre mí, causando que haga una mueca de dolor.
Padre empuja a mamá quién, cae al suelo. Él aprovecha y me jala del cabello para arrastrarme hasta la sala en donde impacta mi mejilla contra la pared rasposa.
-¡¿Sientes ese muro?!-grita aun sin soltarme-¡Gracias a mí fue levantado, ningún maldito rey me ayudó a levantar esta maldita casa!-vocifera golpeándome nuevamente causando un terrible ardor en mi mejilla-¡A mí me respetas porque gracias a mí tienes un maldito techo en donde pasar la noche!- grita en mi oído.
-¡Yo no te pedí nada de esto!-me atrevo a gritar.
Gravísimo error.
Sin soltarme del cabello, él me gira para quedar frente a frente y así aprovechar para darme una cachetada, en un mal movimiento sus uñas se entierran por mis mejillas y siento cómo debido a la presión, éstas comienzan a arder.
-¡Eres un error, jamás vas a llegar lejos y siempre serás una maldita cobarde!-asegura tirándome al piso-¡Te escondes debajo de las faldas de tu madre por débil y estúpida!
Mi madre no dice nada y sé que es porque no desea empeorar las cosas ya que se ha dado cuenta de que he empezado a temblar de miedo así como siempre lo hago, ya que estas discusiones me ponen mal y no puedo evitar sentirme así.
Él nunca se ha imaginado el miedo que siembra en mí, los insultos que le dice a mi madre frente a mí y yo no puedo hacer nada por miedo, mi cuerpo tiembla y las palabras ni siquiera salen de mi boca para defender a mamá. Él es un demonio, un demonio el cual tiene poder en mí al causar un gran temor, no es consciente de sus palabras hirientes y ni siquiera le importa cuántas lágrimas derrame frente a él, no le importa mi dolor porque simplemente él no puede sentir nada, mamá siempre le responde a sus gritos y yo ruego para que guarde silencio porque temo a que la lastime, mamá siempre ha sido fuerte y no sé qué haría sin ella, simplemente no podría sobrevivir si a ella le llegase a ocurrir algo.
Lo odio tanto, por el sufrimiento que nos hace sentir, no sé cómo sacar todo lo que siento, no puedo hablar esto con nadie porque dirán que no es para tanto pero en realidad todo esto me derrumba y me hace pedazos. Las cicatrices de nuevo se han renovado y una nueva grieta se ha creado, sus palabras quedarán gravadas en mi mente para siempre.
Mi madre siempre me repite las mismas palabras "No tengas miedo, enfréntalo" pero yo no puedo, yo le aseguro que lo enfrentaré pero en el momento de hacerlo, algo me detiene y me obliga a dejar mi promesa atrás causando así una gran culpa. No puedo enfrentarlo, el miedo es más grande que mi fuerza.
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La noche ha caído y junto a ella el horrible silencio se impregna en toda la casa, la oscuridad cubre mi fría habitación y la única luz que la ilumina es el de la luna creciente la cual es poco visible. Un leve toque en la puerta de mi habitación logra capturar mi atención, sin embargo, no doy respuesta alguna ya que mis lágrimas siguen saliendo y soy incapaz de contenerlas por el simple hecho de que la voz cruel de mi padre sigue rodando en mi cabeza y segundo tras segundo vuelven a repetirse causando un gran dolor que no puedo desaparecer.
-Elizabeth-la suave voz de mi madre llega hasta mis oídos, no obstante, continúo sentada en el piso abrazando mis piernas-. Hija, por favor di algo- susurra ella llegando hasta mí y colocándose a mi lado para estar a mi altura. Dejo que mis lágrimas caigan bruscamente y una gran ira se apodera de todo mi débil cuerpo.
-¡¿Y qué quieres que diga?!- pregunto de repente dejando salir todo mi dolor y sufrimiento.
-Tranquila, por favor-pide intentando calmar mi ira.
-¡Cómo me pides que me tranquilice cuando en realidad ya no soporto todo esto!-refuto poniéndome de pie y llevando mis manos a mi cabeza-¡Ya estoy harta, ya no quiero estar aquí, quiero irme! Vámonos mamá, vámonos lejos.
-Elizabeth...
La interrumpo-Siempre es lo mismo, estoy cansada de ver tantos golpes, de escuchar tantas humillaciones y tantas amenazas de muerte, no puedo dormir bien a causa del miedo... del miedo a que algo nos suceda- confieso y mis ojos parecen que es un mar de lágrimas ya que éstas no dejan de salir.
-Sólo espérame un poco, dame tiempo porque te juro que esto acabará muy pronto-asegura mi madre tratando de acercarse a mí.
-¿Y cuándo? ¿Cuando él logre matarnos?
Mi madre sin dar respuesta a mi pregunta me jala hacia ella y me inunda en un gran abrazo dándome la libertad de poder sacar todo mi dolor, todas mis lágrimas y todo el peso que estoy cargando debido al miedo. Esto ni siquiera es vida. Tener que despertar todos los días con el inmenso miedo a que mi padre golpee a mi madre o que la humille y le diga cosas hirientes no es para nada una vida que toda chica de mi edad desearía tener.
Cada día es una maldición para mí, no puedo seguir viviendo en un hogar que ni siquiera sé si deba llamarlo así ya que no puedo reconocerlo como mi hogar. En este lugar crecí derramando miles de lágrimas, no tengo ni un solo recuerdo bueno y si lo tengo tal vez no son muchos.
-Tienes que ser fuerte y no tener miedo-dice mi madre separándose de mí.
-¡Quieres hacerte la fuerte, la que no tiene miedo y la que hace creer a todos que no está sucediendo nada en esta maldita casa, pero en el fondo sé que estás aterrada! ¡Ojalá yo fuera como tú pero no puedo!-expreso dejando que más lágrimas empapen mis mejillas y estoy empezando a sentir como mi nariz empieza a irritarse y presiento que está roja debido al llanto.
-Sé fuerte, Elizabeth, eso es lo único que te pido, ayúdame y te juro que cuando menos te lo esperes nos iremos de este maldito lugar y nadie podrá detenernos-responde ella frotando mi hombro y puedo ver aun en la oscuridad como contiene unas lágrimas.
-¿Por qué no le pedimos ayuda a la reina? Tal vez ella pueda darle un castigo a mi padre-recomiendo pero ella niega con la cabeza.
-La reina ni siquiera nos hará caso, tú sabes cuál es su pensamiento, ella cree que las mujeres debemos vivir sometidas al mandato de los hombres, a ella no le importa nada, solo los impuestos que logra recaudar.
No respondo porque no tiene caso seguir con esta discusión y me pongo a pensar que en realidad nadie nos ayudaría, menos por ser la familia de un mercader. Todas las palabras que pienso son solo eso, pensamientos, ya que no me atrevo a decírselo en su cara por miedo a lo que pueda cometer puesto que con él nada se sabe, todo a su alrededor es peligro.