Sentimiento placentero
Hace seis años
me despierto desconcertado y con la sensación de que me va a estallar la cabeza. Me niego
a abrir los ojos, pero el rayo de luz a través del hueco, entre las cortinas de la ventana de mi
habitación, llega directamente a mis ojos. Gimo y me vuelvo hacia el otro lado. Pero el martilleo en
mi
cabeza es tan fuerte que casi no pude volver a dormir.
Rara vez bebo. Un estudiante de medicina no tiene tiempo para estos lujos. El curso es
agotador y requiere mucho compromiso y dedicación. Solo me permito relajarme en vacaciones.
Lo cual tampoco ha
sido fácil. Mi vida ha sido un montón de mierda. Cecília,
la prometida de mi hermano, tiene la culpa de esto.
Prácticamente crecimos juntos. Los cuatro felices: Adam, Katty, Cecilia y yo. Nunca
la había visto más que como una hermana, y el sentimiento solo se confrmó cuando me rendí a
sus avances y me
fui a la cama una vez.
Pensé que Adam tampoco sentía nada por ella, aparte de la amistad. Fue un
shock volver a casa el semestre pasado y descubrir que estaban comprometidos. Él no la amaba,
eso es seguro. Así no. Creo que Adam estaba acostumbrado al juego que
nuestros padres solían jugar cuando éramos jóvenes, de casarlos a los dos. De hecho, fue su
madre quien
impulsó esta absurda idea. Nunca he visto nada malo en eso, hasta ahora.
Y lo hubiera dejado todo en paz si, hace dos días, Cecilia no hubiera venido a mí llorando y
confesándome, otra vez, que me ama de verdad. Que salir con Adam fue solo un
intento de llamar mi atención.
Por supuesto, toda la mierda me jodió. Incluso le devolví el beso para ver si sentía
algo. No pasó. Hasta el día de hoy, solo puedo verla como la pequeña niña trenzada a la que
bromeé y
tiré. Defnitivamente no. Incluso dejaría todo este lío a un lado si Adam
no estuviera involucrado. Ilusionado o no por lo que él cree que siente por ella,
los sentimientos de mi hermano están en juego. No puedo traicionarte así. Él tiene derecho a
elegir si
ignorar o no todo esto y continuar con ella.
Abre tus ojos. No puedo prolongar más el asunto. Hablaría con él hoy.
- ¡Mierda! Salto de la cama cuando veo la imagen de la última persona que esperaba
encontrar a mi lado en la cama.
Cecilia, desnuda, enredada en mis sábanas.
"Buenos días, cariño." Se estira y me mira con una leve sonrisa.
¿Qué coño haces aquí, Cecilia?
No es la confusión en tu rostro como la que vibra en mi cerebro; parece que él es
a punto de detonar una bomba de tiempo en mi cabeza.
En cambio, Cecilia luce una mirada victoriosa y satisfecha.
-Sabía que sería perfecto -murmuró, con una amplia sonrisa en su rostro-,
como la primera vez que estuvimos juntos.
Doblo mi cuerpo, apoyando mis manos en mis rodillas, mientras hago un ejercicio de respiración.
Siento que voy a vomitar.
"¿Qué diablos hice?
Repito la pregunta una y otra vez.
¡¿Qué diablos hice?!