en un mundo cuyas reglas no coinciden con la realidad. Cuando me tumbé sobre mi cama y escuché a Leopold informándome de que pasaría la noche en el sofá de la primera pla
mi mente ha estado en blanco, casi en un estado de trance que me separaba del sueño. No obstante, las pesadillas han comenzado y no he podido hacer nada para detenerlas. He soñado que estaba atrapada dentro de una habitación minúscula cuyas paredes estaban hechas de cristal. Podía contemplar a las personas que se situaban al
e volvía temblorosa. Dios mío, creía que iba a ahogarme y que ninguno de los presentes se molestaría en socorrerme. Pero, de manera súbita, un hombre que vestía una camisa de cuadros me apuntó con un dedo y le propinó un leve golpe en el hombro a su compañera, para que me mirara. «Sí», pensé en el sueño. «Van a ayudarme. Detendrán la corriente de agua, me sacarán de este tanque y no tendré que padecer un
a retirarlo de mi frente y centro la mirada en la figura que descansa a un metro de mi posición. Al parecer, Leopold se ha cansado de dormir en el sofá y ha decidido echarse a mi lado, en la cama. Por supuesto, ha creído que le propinaría una patada en mi sueño, de lo contrario no me explico por qué ha utilizado algunas de mis almohadas para confo
se ha cambiado de ropa, ni siquiera se ha quitado los zapatos para estar más cómodo. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho, por lo que decido apoyarme en su hombro y p
ie, ¿estás bien? -se a
ombros y un brazo, pa
dilla -contesto, cerrand
esadillas porque toda
o especialme
s hablar
ahora que ha cambiado la postura. Creo que él está tan
con intensidad. Yo se lo agradezco emitiendo
ieres levantarte, dímel
ma antes que quitarte
conocía que tenías
na de mis citas, la habría
an dicho que, en un futuro, Leopold y yo estaríamos así de unidos, creo que no me lo creería. Sin e