men
stas paredes. Mis manos, que tan expertamente creaban obras de arte culinarias, ahora temblaban incontrolablemente. La imagen de la i
os hinchados, mejillas surcadas por las lágrimas. No era la Carmen que conocía. No era la
guera que estaba a punto de encender. Fui al baño, me lavé la cara con agua helada, i
os. La cena de aniversario. Él la había mencionado.
acostado, la luz de su teléfono iluminando su rostro concentrado. N
a de impaciencia en sus labio
"Solo quería preguntarte si te gustaría un desayun
iera sugerencias tan triviales. Él solía dict
alsa verde suave. Y... un poco de pan dulce de la panadería de la esqui
e relajó. "Suena bien, cariño. Grac
mis ojos. "Nunca me esfuerzo dem
ella, el nudo en mi garganta apretándose. Su
aroma a chilaquiles, pollo y cilantro llenaba la casa. Preparé el café, tosté el pan dulce. Tod
sa impecable y su sonrisa habitual. "Buenos d
i mano se detuvo antes de tocar su m
familiar como vacío. "Feliz aniversar
ora era ensordecedor. Cada bocado se sentía como arena en mi b
terminando su café. "Hay unos planos que ten
de la taza. "Claro. Pero no
pes. Estaré de vuelta en un pis pa
tigos silenciosos de mi farsa. Mi corazón latía con fuerza, pe
mo una prisión. Me acerqué al armario de Mateo. Sabía dónde guardaba sus cosas importantes. Encontré su viejo iPod, el que me había
carpeta oculta. "Para Sandra, mi musa." Contenía una sola canción. Una melodía que me era dolorosamente familiar. Era la "Canción de Cuna para el Alma" de mi abuela. Mi abuela, que me la había e
la emocional, ahora era suya. Él se la había entregado a Sandra. Se
que mi abuela me había regalado. Él me había convencido de que lo guardara, que era demasiado frágil
solo me había robado mi amor, mi arte, mi feli
o en línea. Un festival de música en la ciudad. Sandra estaría t
odía per
enía que ver mi violín. Y entonc

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