ue había imaginado con Damián. El aire estaba denso con el peso de mi confianza destrozada. Deambulé sin rumbo, mi mente repasando su
in que su presencia me asfixiara. Tomé las llaves de mi auto y conduje, las luces de la ciud
an, calientes y furiosas, por mis mejillas. Mis manos juguetearon con un cojín, y una pequeña caja de terciopelo se cayó, rodando por el suelo.
urrado, arrodillándose, "Eres mi todo. Cásate conmigo". Recordé la alegría, la certeza absoluta de que nuestro futuro finalmente estaba al al
acarlo de mi vida, pieza por dolorosa pieza. Empecé con las fotos, luego su ropa, sus libros, cada objeto que llevaba su presencia. Fue más difícil
agotamiento físico y emocional. Empaqué todo en cajas, con la
amé a un agente inmobiliario. "Quiero vender", dije, mi voz sorprendentemente firme. "Lo más rápido posible". El ag
a raya el peso aplastante de mi desamor, al menos por unas horas a la vez. Ignoré las implacables llamadas y m
gnorar, pero luego dudé. Necesitaba cortar los lazos limpiamente. Esto tenía que ser un
a de alivio-. Ya salí del hospital. Voy a verte. Tengo una
ente ajeno, completamente envuelto en su propia narrativa d
nuestro lugar de siempre. El lugar donde tuvimos nuestra primera cita de verdad. Incluso conseguí que
sma chica ingenua que caería en su devoción performativa. Pero esa chica se había ido. Enterrada bajo cuatro años de
ndome. Sonó el timbre. Abrí la puerta. Estaba allí, con una sonrisa
jo, su voz suave, juguetona-.
tamente los ojos, dejándolo atar el pañuelo. La intimidad forzada se sintió como una violación. Me
divagó. Recordé nuestra primera cita en ese pequeño restaurante italiano. Las risas nerviosas, los sueños
el pañuelo. -¡Sorpresa! -susurr
aroma a ajo y hierbas llenando el aire. Había una pequeña mesa, puesta
casarnos. -Se rió, un sonido autocrítico-. Sé que es un poco temprano, pero quería hacerlo
rio. Hoy era el cumpleaños de Don Elías. El mismo día que Damián había elegido para alterar los documentos de aprobación
había olvidado. O no le había importado. Estaba recreando un recuerdo, pero era sol
as parecían un poco marchitas. Las velas no estaban del todo rectas. El mantel tenía una mancha tenue. Todo estaba un poco... fue
notando mi falta de entusia
en -mentí-.
thia insistió en traer estas ella misma. Dijo que eran 'más auténticas de la época'. -Hizo un gesto vago hacia el ramo de aspecto ligeramente triste-. Y el menú especi
anzó una mirada furiosa al mesero.
udeó el mesero, encogiéndose bajo su mirada-.
su sombra se cernía grande. No solo había estado presente; lo había orquestado. Saboteado su intento. O tal vez, no lo ha
ndo de salvar el momento. -No es nada, Sofía. Solo Cynthia siendo.
uego la perdonaría, luego ella volvería, aferrándose a él, más indi
llo de esperanza, de anhelo por el hombre que una vez conocí, finalmente ha
ojos. -¿De qué estás hablando? Sofía,
ión cruzando su rostro. Vi el nombre de Cynthia parpadear en el identificador de llam
ue lo haría. Siempre lo hacía. Siempre la elegía a ella
é pasa? ¿Qué sucede? -Su rostro palideció, sus ojos se abrieron con alarma-. ¿Qué
o que irme. Cynthia... está en problemas. Dijo que es
incronizados. Apreté la mandíbula. Esto era todo. La gota que colmó el vaso. Me estab
i voz vacía-
tro. -Sofía, te juro que volveré enseguida. P
a no hay un "nosotros". No lo ha habido desde hace mucho tiempo
había cortado el último hilo entre nosotros. Se dio la vuelta, saliendo corriendo del restaurante sin otra palabra, dejándome sola en

GOOGLE PLAY