sta de Clar
, pero ser completamente incapaz de interactuar. Mi entrenamiento, todos esos años
brutal hacia el abismo... no fue un accidente. Fue un asesinato. Y Damián, con su renombrada experiencia neurológica, había descartado mis heridas mortales como
por una ráfaga de viento repentina y brutal. Lo vi como realmente era: un hombre completamente consumido por su propia narrativa, hasta el punto de sacrificar a cu
a una respuesta adecuada y urgente. Dos ambulancias, con las luces parpadeando, cortaron la noche, sus para
voz aguda por la urgencia. Trabajaron rápidamente, asegurando mi
s restos destrozados de lo que había sido mi mano derecha. "Pérdida masiva de sangre, sospecha de hemorragi
movimiento brusco. Las puertas se cerraron de golpe, encerrá
reparen O negativo! ¡L
apego. Vi sus rostros, desesperados y decididos. Estaban lucha
zul! ¡Está
corpóreo se arqueó, luego cayó flácido. El zumbido plano sonó,
n, es el mejor!", la voz del paramédico era deses
, pero no la de Damián. "Negativo. El Dr. Galván no e
a! ¡Su prometida! ¡Es ci
a. Priorizar el bienestar psicológico de la señorita Potes. La Dra. Herrera debe ser enviada al Hospital S
golpeó con el puño la pared de la ambulancia. "¿Menos crítica? ¡Llegará
sa. El aire en la ambulancia se volvió denso con una ira y resignaci
rrucada en una camilla, con una manta arropándola. Damián estaba sentado a su lado, acariciándole el pelo, sus ojos llenos de una preocupació
an miradas sombrías. Sabían la verdad, aunque no pudi
nfancia, decían todos, después de que un violento huracán se cobrara la vida de sus padres. Damián la había acogido, prometiendo protegerla, ser su roca. A menudo hablaba de su profunda culpa por la
rrastrándome a dondequiera que fuera. Vi cómo la ambulancia privada, que transportaba a mi asesina y a mi traidor, aceleraba, desapar
r una mentira y la devoción ciega de un hombre. La indignidad final fue que mi propio hospital, el lugar al que había dedicado

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