mi cara. Las dos líneas de texto parecían pulsar con una vida propia, con una amenaza y una prome
de la UCI.
anda. Mi madre. Darío... Darío, que ahora estaba con Romina. La idea fue como una daga de hielo. ¿Se lo habría dad
de bala, tuviera los recursos para obtenerlo por sí mismo. Esos hombres con traje que no par
ato. Lo lógico. Lo que cualquier persona haría. Cualquier persona que no se si
o, el zumbido de los rumores de Romina, y ahora... amplificaba el magnetismo brutal
dir, el teléfono vibró de
tem
que yo estaba sintiendo. Que estaba leyéndome desde la distancia. El miedo ganó, frío y nítido. Borré los men
tando apagar el fuego de la ansiedad que ardía en mi pecho. Mi apartamento, mi refugio, ya no se sent
afueras de la ciudad. Imágenes de bomberos, humo, caos. Una realidad distante y ajena. Me dejé caer en el sofá, abrazando un cojín, in
de la UCI. En lugar de los bomberos, veía a los trajes quietos com
La ética médica me decía que no importaba. Que mi deber era salvar vidas, sin juzgar. Pero otra parte de mí, la parte que había sido vulnerada esa mañana, sen
en el bullicio de la televisión. Me puse en pie de un salto, el corazón
o cauteloso, conteniendo la re
ción, llenaron el pequeño ojo de pez. Un alivio tan intenso que c
nda! -excla
sorprendida p
bien? Pareces que h
y cerrando la puerta con seguro-
so en la entrada-. ¿Como quién? ¿Darío? ¿
errumpí-. N
era mi amiga, mi ancla. Pero decir los mensajes en voz alta... eso l
i brazo-. ¿Qué pasa? Pasó algo más
dad de confesar, de descarg
Acabo de llegar y... me mandó
anda se abrier
UCI? ¿El que acababan de ba
ada-. Pero lo tiene. Dijo
otro de mi pequeña sala-. Esto es acoso. Esto es... ¿y los
-Me llevé las manos a la cabez
mo. A Larra. A Seguridad. Esto no puede quedar así. Está
un mensaje? Sin pruebas, porque los borré. Romina se frotaría las manos. Diría
abía que yo tenía razón. El ru
mbiar de númer
-pregunté, la voz quebrada-. Si pu
ste hombre, quienquiera que fuera, no jugaba con las mismas reglas q
untó Amanda, su usually voz segu
ó de nuevo. Un sonido sordo y ominoso. Nos quedamos paralizadas,
-. ¿Cómo...?
ero? -preguntó Am
teléfono. La vibración cesó. Un segundo después, come
ente a ese acto de imposibilidad deliberada. Era un mensaje e
alanzó sobre
contesto! ¡Le d
. no le provoques. No sabemos qui
o, Clara! ¡Est
cargado de terror y de una excitación inexplicable, llenó la habitación.
nda tenía razón en una cosa. Esto no era normal. Pero reportarlo, in
ado raíces. Y había l
 
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