ela
a de incredulidad. "¿Casarte con mi hermano?
fueran solo un berrinche infantil que podía calmar. Su toque se sintió como
dije, mi voz tan fría como el
su gruesa cabeza. El color se desvanec
uite de Damián, el nuevo hogar al que acababa de mudarme. Mi hogar. El cli
éticos comenzaron
puerta. Neces
n error. T
olo dame un poco más de tiempo co
der. Nuestro turno nunca lleg
a punto de casarme. Le pregunté a la jefa de personal de Damián, una mujer mayor y severa llamada Elena, s
o de mancuernillas antiguas, simples cuadrados de platino con un únic
na patética. Javier estaba de pie junto a los grandes contenedores de basura cerca
s de bolsillo gastados que se suponía que leeríamos juntos. Los jarritos de barro a juego
antes de decirle al chofer que continuara hacia la entrada principal.
parecía nervioso. "Bela. Estaba... limpiando algunas cosas viejas. P
ira tan débi
mi voz ligera. "Es bueno deshacerse de
o el veneno en mis palabras, pero un
¡Bela! Ahí estás. Esperaba que te unieras a nosotros para cenar. ¡Javi me va a llevar p
os ojos muy abiertos. "¿D
Ciudad de México", respondí c
rario de su hermano? Rápidamente lo descartó, probablemente asumiendo
tomándome del brazo. "Vayamos t
permití que me llevara, obligada a sentarme en un coche con el ho
fía, el que a ella le encantaba, a pesar de que él tenía un estóm
esivamente. El sudor perlaba su frente. Seguía alcanzan
oz blanco, me habría asegurado de que tuviera leche para calmar
solo ob
ía felizmente, completamente ajena a
labios apretados por
dose sutilmente hacia su estómago. Mantuve mis
nas verduras en mi plato.
ra, que lo salvara de esta miseria autoinfligida, como siempre lo hacía. Pero no podía pedi
s personas. Por Sofía, tragaría fuego y sonreiría a través del dolor. A mí, solo me había ofreci
charola de bebidas tropezó cerca de nuestra
dió en un