Ales
na estampa viviente de la tra
nuncié a su
esta. Ninguna pregunta. Solo el sonido de los sol
l enorme vestidor. De mi lado, filas de ropa beige, gris y azul marino colgaban en per
jo sangre. Me quité el vestido conservador que llevaba y me los puse. Me solté el cabello de su apretado moño, dejándolo caer suelto sobre mis
esorden. Las bufandas brillantes y las joyas audaces que había dejado de usar porque su madre, Leonor, las llamaba vulgares. La vida entera que había e
no encriptado y envié un
consejo. E
ganización de mi padre y un amigo leal d
El lugar
ranquila y de dueños conocidos en el centro de San Pedro, un lugar donde se hacían negocio
a oscura y sólida en un reservado d
o necesitó preguntar qué pasaba.
masaje de pies, la camisa. Le hablé de la profunda y aplastante
ndose con cada palabra. Tenía el instinto protector de
stás segura de que el niño es de Marco?", preguntó, su voz eng
de duda que se plantó en el terreno fértil
iento que no vi a Santino hasta qu
ba de él en oleadas. No estaba aquí por preocupación. Estaba aq
in dejar lugar a discusión. Me agarró de
amoratado donde me había agarrado. En la mesita de noche había un frasco de ana
ra mí, pero le había preparado un festín a Valentina: hot cakes, fruta fresca, jugo de naranja. Estaba a
ose con los de Valentina. Ella desvió la
susurro frío y silenci
encia. No vuelvas a provocarme. N
orizada. Ahora estaba viendo a la Reina