tiva de
areas más agotadoras de la cocina de la manada. Fregué enormes calderos, arrastré pesados sacos de granos y pelé interminables montones de verduras, con las manos e
estado completa, antes de Seraphina. Antes de la profecía que me había convertido en un paria. Pero esos recuerdos eran fugaces, como vo
liar "carruaje de caballos" negro estacionado cerca del bosque. La puerta se abrió y salió Kaele
os, y dijo con la voz más suave de lo que había sido en años: "Te traje algo". Tras eso, la abrió y descub
traerme trozos a escondidas de la mesa del Alfa cuando pensaba que nadie miraba. Fue el único que me mostró alg
cha, cuya punta estaba recubierta de un veneno plateado, iba dirigida a él. Me había atravesado el costado, y la sustancia había hecho estragos en mi cuer
llante de pétalos de luna. Era exactamente el que yo había señalado en el catálogo de un comerciante cuando era pequeña, uno que
"No me gusta el rojo", dije, con la voz fría y vac
sustituida por una expresión de confusión y
ta", lo i
varte al Lago Moonstone", dijo, adoptando un tono suave.
o lugar; era donde nos habíamos conocido y él había prometido ser mi amigo para siempre. Asentí con la cabeza y dejé que
nalmente, con los ojos fijos en la carret
Era un enlace mental; uno urgente, a juzgar por el profundo surco que apareció entre sus cejas. 'Seraphina me necesita'. Aunque él no
denó al 'jinete', con el ton
o que giró el "carruaje" en una curva cerrada, diri
u supuesta angustia. Me había traído pastel y un vestido, me había ofrecido una visión del chico que una vez con