o Garza. Y su sustituta. Esta noche, recibí una bala
on la herida infectada y ardiendo en fiebre, porque la mujer
, la abrazó con un amor
de arriba ab
az que cargue
vendaje asomando por mi cuel
perando? Ve po
o maletas
aminado con una preocupación que rayaba en el pánico. Cuando yo recibí una bala por él, a
í otra piedra negra al frasc
cada vez que él me lastim
tuviera lleno, lo d
iedra número tresci
staba casi
ítu
ta y cinco días, fui la guar
susti
era simple: protegerlo, y cuando estaba borracho o de mal humor
la
eseo cuando se apretaba contra mí
a a la cara en
e yo tuviera un rostro con un setent
e no fue
quisición hostil, la herida en mi hombro todavía palpitaba con un dol
ndro Garza n
el alcohol. Se tambaleó hacia mí, su podero
ndo el camino bajo mi camisa, sus d
un dolor agudo
ndo, su ceño fruncido no por p
ordenó, su voz
su escudo más leal. No se me permitía
endo el mío. El peso sobre mi hombro era
ina del dolor, miré
ando en ell
to el corazón y había desaparecido hacía dos años. Era la hija de la familia Elizondo, una pareja
lla lo
encont
aldas que se
igo en una fiesta, su voz goteando desdén. Yo estaba d
grasientas deslizándose por mi espalda. Busqué a Alejandr
no en su copa, sus
entemente alto para que yo lo oyera-. Una
mano helada me est
n que descubrí mi
ienta y golpeada. Me dio un hogar, un propósito. Nunca preguntó por la extraña marca de na
un nuev
iando mi rostro bajo la tenue luz de su estudi
n nuevo comienz
ngenu
la" sonaba como "Clara"
pelear, a disparar, a matar. Coleccioné cicatrices en mi cuer
ión, borracho y con el corazón roto, m
uando nuestra
su comodín físi
l, si me sacrificaba lo suficiente, él
l. Profunda, de
de fotos de Clara Elizondo. En cada foto, ella lucía una sonrisa radian
collar de diamantes, con un
Carla. Era
u aniversario, el día an
jó, para usar ropa que ella podría haber usado, pa
una broma. Una fantas
irme. Lo ama
edé, esperand
hablar por teléfono
recogí. Leal, obediente. Sabe sentarse
resonaron e
pe
a y compré un simple frasco de cri
qué una pequeña p
primera cicatr
cada vez que me usara como sustituta, por cada vez que
o estuviera lle
que me dio, y ent
ara recordar a otra mujer, sentí que l
te se filtró a t
o, pero el dolor en
añadiré otra piedra al frasco. La
staba casi