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Historia

Capítulo 4

Palabras:1087    |    Actualizado en: 04/08/2025

ciudad. Sofía había ido porque Valeria insistió, diciéndole que necesitaba salir de casa. Sofí

equiv

isky en la mano. Y Regina estaba pegada a su lado, su vestido rojo como un tajo de colo

. Vino para dejar algo en claro. No dejes que la presencia de R

da de Sofía. La notificación se sentía menos

ro con un toque moderno. Una aplicación de girar la b

rrer? -preguntó el

o Damián, su

o su oportuni

ero marcado má

odos sabían que estaba casado con Sofía

trión. Revisó el registro de llamadas. U

uego su corredor de bo

cómodo. Sofía no estaba en sus llamadas r

rovechó e

o como favorito? -Su voz estaba teñida de falsa simpatía, pero sus

Sofía por una fracción de segundo. V

voz plana y fría. Era un despido. Un borr

ras como un golpe físi

tella giró de nuevo. Est

mediato, una sonrisa d

borracho, miró entre R

. besar a la perso

su izquierd

nas murmuraro

igo, est

solo

-Miró directamente a Sofía, sus ojo

le, esperando. Era otra prueba. Quería que ella se

ueba definitiva. Demuéstrale que te importa. Detén esto ah

ostro era una máscara en blanco. N

stello de ira cruzó el rostro de D

o -dijo, haciend

uando ella "tropezó", cayendo en sus brazos. Su boca se en

itació

un breve destello de pánico en sus ojos antes de que fuera reemplazado por su habitual c

mente humillante, que cortó el últ

en silencio. Caminó hacia la puerta, co

ó Damián, dando u

agarró d

o hagas una escena. F

a vacilación, So

, por el pasillo y entró en el

na mano la agarró del brazo,

nfo-. ¿No soportaste ver la verdad? Él no te quiere. Nunca lo h

fía, su voz peligr

retando su agarre-. ¿Irás a l

zafó de

Regina. Y puede

ro Regina, enfurecida por su d

alón superior. Perdió el equilibrio, sus brazos se agitaron. El mun

ferior. Una agonía aguda en sus costillas, su cabeza golpeando contra el

Buscó a tientas su teléfono, sus dedos resbaladizos por su propia sangre. L

vez. Do

zón de voz. Había r

ió, la luz azul parpadeando e

tu llamada es un intento manipulador para interrumpirlos. Te est

onectadas de la realidad de ella sangrando en el suelo,

uponía que la amaba, el hombre cuyas cru

e, Sofía Ferrer finalmente entendió. E

te. Y ella misma la había

s se ce

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