en mucho tiempo, pedí un deseo solo para mí

erza y pedí mi primer deseo: "Deseo que Ricardo Sánchez se fije en mí". Él era el chico más guapo de la colonia, c

un deseo para los dos, o eso creía yo. Soplé las velas y pedí: "Deseo que Ricardo cumpla su s

s testigos, cerré los ojos mientras el vapor de los sopes me empañaba la cara. No había pastel, no había velas, solo el fuego del comal y el dolor

n su traje de charro impecable, ese que yo misma pagué co

eja y sentimental?", dijo con una risa b

voz baja, mi voz apenas un susurr

ó una c

ué pediste ahora? ¿Que por fin nos case

ondí, simplemente me giré para seguir preparando los sopes para la "fiesta sorpresa"

da también de mariachi. Y en el centro de todo, colgado con cinta adhesiva en la pared de un local, había un cartel. Era una simple hoja de papel tamaño A4, escrita a mano con un plumón negro. En letras grandes d

que yo no había cortado, que ni siquiera había probado. Sentí la humillación recorrer cada parte de mi cuerpo. Todos mis ahorros, cada peso que junté vendiendo tlacoyos y gorditas d

ó, ajeno a mi to

no es una gran sorpresa? ¡La pri

era vez en años, la devoción

ra Isabella, Rica

ma que me asustó hasta a mí misma. Era la

se desvaneció y fue reemplazada

a ti. Mira, ahí está tu nombre en el cartel. ¿Qué más quieres? De

a tan torpe, tan evidente, qu

abajado dieciocho horas al día durante el último año. Cancelé el plan de expandir mi puesto, el

la superficie. La gente a nuestro alrededor comenzó a v

rigido hacia ella, nunca hacia mí. "¡Ella tiene talento de verdad, un talento que merece ser

uenta del espectáculo, se acercó con una sonris

oz melosa, y luego se dirigió a mí. "Mira, Sofía, no te preocupes. Si te molesta

enerosidad tan calculado, tan cruel, que me dejó sin aliento. Me hizo ver como la envidiosa, la amargada, la q

miró con

", me espetó, su desprecio era total. Se acercó a Isabella, le pasó un

a. Arruinaste la noche", fue lo últ

vi reír con ella, brindar con ella, celebrar el éxito que yo había financiado. Y supe, con una certeza que me heló los hu