de hogar, de esfuerzo y de un futuro que estaba a punto de construirse, ladrillo por ladrillo, junto a Ricardo. Ese día, el
a cualquiera, Sofía lo supo al instante, su ropa gritaba dinero, sus gafas de sol de diseñador descansaban sob
ignorando a los otros clientes, una señora mayor y un joven con tos. Finalmente, se detuvo frente al most
cial más cara que t
ancia. Sofía mantuvo su expresión profesional,
la vuelta para buscar el producto en el esta
novio me lo paga todo. Es profesor en la universidad,
ándose de que Sofía la
cardo. Ricar
Su Ricardo. El hombre con el que había crecido en el mismo barrio polvoriento, el que la habí
en la mano. Su mente se negaba a conectar los puntos, a ac
ñamente distante. Colocó la crema en el
"Es tan generoso. Siempre me dice que merezco lo mejor. A
ndose en su sencilla bata de farmacéutica y su cabello recogido sin
visiblemente molesta. "¿No ve que estamos
vuelta sin decir una palabra más, contoneándose hacia la salida. Su
los hombros de Sofía se liberó en un tembl
. Hay gente que nace c
n gesto que se sintió co
e era un torbellino de negación y miedo. El dolor en su vientre bajo se
" le dijo a su compañer
nazador. Cada risa, cada bocinazo, resonaba en su cabeza. Sentía una n
o años, lo encontró vacío. Se dejó caer en el sofá, el silencio era abrumador. Justo
bolsa de papel en la otra. Su rostro se iluminó al verla,
en casa tan tempran
scando instintivamente su vientre. Su tacto era cálido,
aqueños favoritos, los de
que Sofía sintió una oleada de culpa. ¿Cómo podía habe
o turnos dobles en esta misma farmacia para ayudarle a pagar sus estudios de posgrado. El h
abeza en su hombro. El olor de su loción de
años más y compraré esa casa con jardín que siempre has qu
do las luces de una ciudad que parecía inalcanzable. Recordó sus manos callosas de tanto trabajar, sus noches sin dormir estud
de sus sueños compartidos. No podía ser el mi
s planes para el fin de semana, Sofía se convenció a sí misma
erando el momento justo para destrozar su mundo. La chica de la farmacia no era una coincidencia, era un presagio. Y el hombre que ahor