Me quité el delantal, cansada después de un día de vender tamales bajo el sol, y caminé hacia la pequeña casa que compartía con mi espo

é voces adentro, una risa que no era la de m

o no estaba bien, así que me pegué a la pared, justo

decía la voz melosa de Esmeralda. "Cuando nos casemos, quiero una

taba, mi mente se quedó

lta poco, una vez que nos deshagamos de Xochitl, todo será diferente, mi nuevo puesto en la cons

a ropa en su espalda. Las palabras eran un golpe directo al estómago, sentí n

Pedrito?", preg

con una crueldad que no correspondía a sus ocho años. "Mi mamá Xochitl huele

edrito, el niño que había acunado en mis brazos, ahora me

entiende que el futuro está contigo, Esmeralda, no con

a madre de Jorge, mi sueg

tó ella con una voz débil. "Xochitl ha

ro, pero no para darme el estatus que necesito, Esmeralda sí puede, su familia tiene el dinero y la

ado, solo roto por el suspir

tu bien y el de mi nieto...

gritar, las lágrimas corrían por mis mejillas, pero no eran lágrimas de tristeza, eran de rabia. Me alejé de la ventana, temblando, el mundo que conocía se había derrumbado en unos pocos minutos, pero debajo de los