a, cada centavo iba para María, mi hija, q
ortuna que yo, Ricardo, un simple repartidor en la
as noches, repitiendo: "No tenemos din
ellas, sacrificando cad
llevó a Polanco, a un hotel de
ar de un Mercedes reluciente, con
a que en casa decía no
mbre elegante, Alejandr
de lujo, donde sonreía de un
de doscientos cincuenta mil p
re: la mitad de lo que co
oronó, mi realid
una mentira cruel y gigan
hospital, su madre gastaba un
a traición tan profunda
ante, el destino me
l asfalto por su culpa, me humilló y lla
r la queja de ese imbécil, lo
tes, me consoló, sin saber la magnit
su "nueva familia" en Six Flags, su
, susurró la pregunta que me rompió en
endió en mí la llama de una v
, le dije con una
. Vamos a consegui