amplificaba el silencio que se había instalado entre Ricardo y yo. Estábamos a punto de abordar nuestro vuelo a Oaxaca, un viaje que habíamos planeado
con un brazo. Su sonrisa era la de siempre, carismática y perfecta, la misma que enc
ente entusiasmo. "Sí, muy emocionada. Nece
u agarre, una mirada que se desviaba constant
onces
Llevaba a su hija, Isabella, de la mano. Elena, la influencer de viajes, la ex
nte antes de transformarse en una máscara de
masiado alta, atrayendo miradas. "Isabella y yo también v
ás de las piernas de Elena, pero me miró fijamente. No era una mirada infa
sa sin llegar a sus ojos. "Qué boni
sabíamos que era una forma de señalar mi profesión, algo que mi familia, y a veces
respondí, mi voz más f
mente incómodo. "Bueno, pues... qué so
e un poco mal, tiene náuseas. ¿Crees que podríamos sentarnos con uste
este era nuestro viaje, un viaje de prometidos. Pero él solo m
agachándose a la altura de la niña.
erto, se había roto. Elena se sentó junto a Ricardo, colocando a Isabella en
le acariciaba el brazo con familiaridad, contándole alguna anécdota sin importancia
n uno tras otro, máquinas imponentes que prometían un escape. Una señora mayor sentada cerca de mí me
los. Quería desaparecer, volver a mi taller, hundirme en mis tela
ro vuelo, Ricardo final
i, v
o, Isabella de la mano de él. Yo caminaba un paso detrás. Era una im
zo evidente. Teníamos dos asientos juntos. Elena
tismo calculado. "Isabella no pued
lica. La súplica de que cediera, de que
mbiarle el asiento a Elen
dirigí a la fila de atrás y me senté junt
el cinturón a Isabella, cómo Elena reía por algo que él le dijo al oído.
o. Cuando despegamos, los vi por última vez. Ricardo miraba por la ventana, con Elen
e no había terminado antes de em